JARR. Fallen Angels
Galería Cuatro
C / La Nave, 25. Valencia
Hasta el 13 de diciembre de 2016
Hay que estar preparado para el gran milagro, la explosión que anuncia el fin de una era, el fin de la fe y la ciencia. Juntas sucumben ante la fuerza catódica del ojo de Horus. Es el Apocalipsis hipersónico que precede a la llegada del hombre cósmico. En medio del caos, algunos falsos profetas venden su aritmética de la salvación, una fusión del núcleo de la culpa sin remedio, inútil ante lo inexorable. El fin ya está aquí, y el arte es la única escapatoria.
Jarr ya daba muestras de un raro misticismo desde su niñez artística. Entre la premonición y el sarcasmo tenía por costumbre darnos un par de sopapos con el trazo hiriente de sus figuras en medio de un relato simbólico de la realidad; no era un pintor fácil. El gran público aplaudía sus Culonas, vibraba con oros y formulaciones pop al tiempo que algunos coleccionistas se quedaban paralizados cuando, de entre medio de una maraña de objetos, descubrían cuerpos entregados al pecado carnal. Era irreverente como una reacción inevitable ante una sociedad antropófaga, de corrupción insaciable y falsedad suprema.
El bello pintor maduraba su rabia contenida a través del collage, el assamblage, indagando en las pinturas combinadas de Rauschenberg. Era capaz de fijar horas la mirada en la cabeza de la cabra del Monograma, que ejercía sobre él una irradiación neodadaísta de inestimables consecuencias. Acción, reacción, pintura es igual a coser, pegar, taladrar, fundir, marchar, dibujar cincelar, gotear, escribir. Arte, construir una lógica delirante e inédita que hace totalmente consecuente la evolución de su obra a lo largo de más de dos décadas sin tregua.
Jarr siempre había estado envuelto en un aura profética y barroca: el pan de oro empapaba su obra de una esencia mística y su peculiar iconografía unía la fascinación del pop con el legado de la imagen devocional como trasfondo. Pero ahora todo explota en un fuego purificador donde los Ángeles Caídos de Rilke se convierten en auténticos Art Toys y juegan un papel vital en la creación de una nueva iconografía cristológica.
Estos seres negros, con alas doradas y ojos seráficos, idénticos en forma y variados en el mensaje, vinculan a Jarr con la tendencia actual del Costum Art que incita a la producción en serie de obras de arte con materiales alternativos. La transmutación de sus figuras es paralela a su nuevo lenguaje, una técnica mixta de figuras construidas y elaboradas manualmente por el artista donde la acción de coser/pintar tiene como fin capturar el tiempo dentro un objeto. De ahí la emoción profunda de sus obras, que hieren suavemente el corazón desde la desnudez, la sinceridad y la inocencia.
Así vemos un palpitante Sagrado Corazón, un Calvario culminado por figuritas de soldados en batalla o una Torre de Babel que se va descomponiendo constantemente a través de la acción de las llamas de las candelas. Sus míticos cubos incorporan ahora el número, que indaga en la herencia pitagórica en el cristianismo, y una delirante interpretación del símbolo animal que une a Plinio, los bestiarios con el repertorio icónico del Pop.
Pero además de esa lectura cósmica Jarr no olvida la base social de su arte, su compromiso con la realidad, por esos sus crucificados llevan las coronas de alambre, en una clara alusión a la masacre diaria de la inmigración.Es la repuesta de este inquietante artista, que siempre juega con el símbolo y la expresión, con el significado y la emoción, ante la injusticia, la desfachatez política, la corrupción, todas las formas de terrorismo y la deshumanización del mundo. El arte como compromiso es el motor de toda su obra, a veces sacrificando el aplauso y con una virulencia estética no siempre entendida.
Me pude dar cuenta que estaba presenciando su propio Big Bang, el punto de inflexión, de regeneración cósmica, tomando como base el mundo simbólico desde los inicios de nuestra civilización: los dioses egipcios, la sabiduría griega, el arte paleocristiano y la imagen devocional.
A pesar de la profundidad de su mensaje, Jarr apuesta por el guiño inocente y lúdico que siempre acompaña a sus obras y empapado de originalidad y una refrescante magia nos promete una nueva era presidida por el arte y la ilusión. Fue así cómo, sin apenas darme cuenta, me sumé al lema #soloelartemesalva.
Alejandro Villar
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