‘Moonlight’, de Barry Jenkins
Estreno en España: 10 de febrero de 2017
Cines Babel
Vicente Sancho Tello 10, Valencia
Tras los prorrateados premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematrográficas norteamericana (no sin ciertos y populares desatinos en el colofón), prosigue su saludable singladura en taquilla una película erigida en paradigma de que un discreto presupuesto -1,42 millones de euros (generosamente escaso por aquellos lares)- no debe ser óbice para redondear un proyecto de notable factura y sobresalientes cotas: ‘Moonlight’.
Si en cualquier objeto de emprendimiento habita una pulsión personal, el dominio inmediato de las circunstancias que se relatan y una apuesta explícita por el comedimiento, cuando menos asegura siempre merodear la dignidad como resultado, henchido éste de la franqueza que debe terminar de pulir el talento de quienes así lo implementan; y de este modo lo materializan Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney -director y coguionista, respectivamente-, partiendo del guión teatral, rubricado por el segundo, ‘In moonlight black boys look blue’.
Ambos libretos, gestados a partir del oscuro fulgor infante y pseudomemorialístico de McCraney, se asientan sobre la morfología inhóspita y horizontal del virulento barrio miamense de Liberty City, que comparte idiosincrasia y vecindad con Little Haiti, alejados ambos del Downtown y de las verticales finanzas de Brickell Ave; pormenorizaciones geográficas que en ‘Moonlight’, en tanto que postulado como un retrato inductivo, se antojan elementos terciarios decisivos para generalizar su relato, siendo ejemplo vívido de que ambas categorías dialécticas -lo singular/particular y lo universal-, cuando cohabitan, propician en el espectador ese anhelado peaje que, a través de las emociones, posibilita el acontecimiento de la transformación personal (por muy efímera y urbanita que sea).
Se celebra en ‘Moonlight’ una obra en tres actos cuyos acentos cronológicos se encuentran gobernados por la elipsis, cuyos apócopes y aféresis no hacen sino aliementar las intuiciones y sugerencias que se polarizan en torno del laconismo de Little Chiron, un infante sometido por el acoso evolutivo de sus compañeros -consecuencia de su introspección y de una velada homosexualidad- que debe gobernar, ineludiblemente desnortado, con la adicción materna a los derivados de la cocaína y las férulas de oro benefactoras del oscarizado Mahershala Ali (revelador talento para la dicción, el gesto y la sastrería, florida aquí como Juan o encorbatada como el Remy Danton en el castillo de naipes de la Casa Blanca), que habrá de ejemplificar su camino.
Si en circunstancias habituales y prácticas debe ser Chiron ejemplo de individuo supeditado a una condena alimentada por el estoicismo en forma de eterno retorno, Jenkins y McCraney iluminan con ‘Moonlight’ el azul nostálgico de las emociones como fuente de admonición y eludición segura del crematorio de cuanto se encuentra abocado a repetirse, convirtiendo a la afectiva fragilidad en una nueva fuente de certidumbre.
Jose Ramón Alarcón
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