30×30 Railowsky Underground
La Nau de la Universitat de València
C / Universitat, 2. Valencia
Hasta el 19 de marzo de 2017
Veinte años no es nada cantaba Carlos Gardel, pero 30 ya tienen un peso considerable cerca del medio siglo. Palabras mayores, sobre todo cuando se refieren a la existencia de una pequeña librería superviviente de sucesivas crisis. Railowsky celebra por todo lo alto y como se merece ese feliz aniversario con una trilogía fotográfica. Tres exposiciones sucesivas en el MuVIM, La Nau y la Facultad de Bellas Artes.
Es el ’30×30 Railowsky Underground’, un juego numérico que une las tres décadas de Railowsky con 30 fotógrafos que forman parte del universo sentimental de la librería y fotogalería. La especialización, la austeridad y el saber sacar partido al hecho de ser pequeños. Esas son, según Juan Pedro Font de Mora, las claves de tan larga trayectoria. Los motores y remos que les han permitido navegar contra el viento y capear el temporal.
La primera exposición se inauguró el 10 del pasado mes de noviembre en el MuVIM, con la participación de: Jürgen Schadeberg, Xavier Miserachs, Joan Colom, Joaquín Collado, José Miguel de Miguel, Rafael Sanz Lobato, Cristina García Rodero, Fernando Herráez, Cristóbal Hara y Francesc Jarque.
Hasta el 19 de marzo se celebra la segunda entrega, en el Centre de Cultura La Nau, con dos partes diferenciadas. En un sector se agrupan cuatro prestigiosos fotoperiodistas, dos ellos referentes del periodismo gráfico valenciano, José Aleixandre y José Vicente Penalba, que iniciaron su carrera tras la muerte de Franco y fueron testigos de la Transición democrática siguiendo en activo hasta nuestros días. También el tándem formado por Sandra Balsells y Gervasio Sánchez, fotoperiodistas que vivieron juntos la guerra de los Balcanes y que, posteriormente, han viajado con sus cámaras por otros lugares del mundo, principalmente Latinoamérica, África, Oriente Próximo y Afganistán.
Afines a la fotografía antropológica Juan Manuel Castro Prieto y Juan Manuel Díaz Burgos, amigos y compañeros de aventuras fotográficas. Ambos fotografiaron a las gentes del Perú de finales del siglo XX y han derivado hacia terrenos más artísticos en lo que se podría calificar como ‘realismo mágico fotográfico’. Un tipo de realidad más directa es la que muestran Baylón y Moltó, representantes del movimiento Street Photography en España. Baylón de estilo más castizo y Moltó Esquembre con claras influencias del centro y norte de Europa.
La última parte de la trilogía 30×30 se inaugura el 14 de marzo en la sala Josep Renau de la Facultad de Bellas Artes de Valencia e integra medio centenar de obras. Cinco imágenes de una decena de artistas: Chema Madoz, Ricky Dávila, Alberto Schommer, Las Fotolateras, Eduard Ibañez, Rafael Navarro, Vari Caramés, Bernard Plossu, Pilar Pequeño y Alberto García Alix. En estas muestras los fotógrafos se convierten en estaciones de metro que conectan con otros fotógrafos por afinidad de estilos y amistad.
El silencio del bosque
Por otra parte, los paisajes arbóreos de María Antonia García de la Vega que integran su libro ‘Memorandum Natura’, publicado en 2015, se exponen en la fotogalería Railowsky dentro de la nueva edición de Fotográfica organizada por el MuVIM de Valencia. Una muestra compuesta por 20 imágenes en blanco y negro que vindican la contemplación y el silencio, estará abierta hasta el 29 de abril.
Las fotografías se caracterizan por los delicados matices del blanco y negro de las copias, reveladas por la propia autora, y por la sensibilidad de unas imágenes que son el resultado de seis años de viajes y paseos de García de la Vega por los últimos bosques de la península ibérica y Canarias. Desde el paisaje nebuloso del castañar de El Tiemblo en Ávila al antiquísimo bosque del terciario en La Gomera o el bosque junto al castillo de Sintra, en Portugal.
Rodeada de un silencio primitivo, la autora captura la magia de la luz, con las brumas del amanecer o las intrincadas texturas de los árboles para transmitir esa tranquilidad que tanto nos falta en estos tiempos. Las imágenes se relacionan con ese lado oculto, ancestral que nos une a la naturaleza, en este caso representada por el bosque. Un lugar tenebroso, a veces incluso fantasmagórico y a la vez placentero, que tiene una profunda carga simbólica en nuestra cultura.
Bel Carrasco
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