Un viaje solo para hombres, de Raúl Ariza
Editorial Versátil
Santi asesina a su mujer en un rapto de furia y junto a su hijo de cinco años emprende un viaje, a la vez fuga y búsqueda sinsentido, hasta que se entrega a la guardia civil a muchos kilómetros de casa. Su historia, difundida por los medios, hace renacer en Jorge, un arquitecto que sufre una profunda crisis, una vocación literaria latente y, a través de un amigo abogado entabla relación con Santi para contar su drama. Sobre estos dos polos, el sujeto que protagoniza los hechos y quien los relata, pivota la primera novela de Raúl Ariza, ‘Un viaje solo para hombres’ (Versátil), una fábula de sabor amargo que reflexiona sobre la violencia machista. La obra es a la vez un ingenioso artefacto literario en el que su autor consagra una destreza narrativa que ya demostró en sus tres libros anteriores: ‘Elefantiasis’, ‘La suave piel de la anaconda’ y ‘Glóbulos versos’. En todas estas colecciones de relatos la violencia machista es un tema recurrente.
«Siempre me han interesado lo que llamo ‘paraísos paradójicos’, esos entornos en los que por definición el ser humano debería de encontrarse feliz (la familia, la pareja, la fraternidad…) y que, sin embargo, son escenarios en los que se suceden grandes dramas, de ahí que un alto porcentaje de mis relatos publicados, y también esta novela, lancen preguntas acerca de lo que me resulta inexplicable», dice Ariza. «Considero que la violencia machista es una verdadera plaga, una pandemia, un drama al que parece que como sociedad no somos capaces de encontrarle solución. Y eso me preocupa y me entristece. En esta novela el niño es una metáfora de la solución que planteo al problema, que es la idea matriz que subyace en toda la historia. El niño, su mirada ausente de maldad y de intención, es la respuesta».
La madurez adquirida a base de un intenso entrenamiento previo en sus excelentes libros de relatos ha permitido a Ariza armar una primera novela de estructura compleja que funciona como un artefacto metaliterario. «Aunque no hubo un planteamiento expreso, lo cierto es que tras publicar tres libros de relatos breves, me propuse el desafío de aventurarme a recorrer parajes narrativos más extensos, menos codificados y no tan sujetos a mecanismos de escritura tan tasados como puede conllevar la ficción breve», dice. «El resto vino solo, con la elección de la historia a contar pues, aunque resulte manido, es muy cierto que cada historia requiere su extensión, su género y sus dimensiones. Con respecto a la formalidad elegida, ese artefacto metaliterario, siempre tuve muy clara que la estructura narrativa de esta novela tenía que tener al menos la misma complejidad que la historia que cuenta».
‘A sangre fría’ de Capote como novela de testimonio o de no ficción es un referente en el texto de Ariza para quien «la imagen y la palabra no se contradicen, sino que se complementan. Mientras la primera es de digestión inmediata, la segunda provoca efectos más a largo plazo». Sin embargo, asegura, «no he querido hacer una novela testimonio, sino más bien un trampantojo de ella. Si partiendo de una noticia real Capote alcanzó brillantes dosis de ficción, yo he pretendido partir de la ficción para hacer creer que todo lo que cuento es real».
Uno de los mayores atractivos de la historia es el análisis de los protagonistas, dos personalidades muy distintas cuyos destinos se cruzan en torno al mismo hecho. ¿Hasta qué punto se ha proyectado en ellos el autor? «Tanto si es cierto que uno escribe de lo que mejor cree conocer, como si escribe para conocerse mejor, es inevitable que mis personajes tengan algo de mí, de lo que soy, de lo que no soy, o de cómo hubiera deseado ser», responde Ariza.
«También entiendo que el autor y su obra son fruto de su contemporaneidad y de sus circunstancias, por lo que sufriendo como estamos sufriendo una época convulsa, de crisis y de escasez de valores, esta novela rezuma a la vez desencanto y esperanza. Por otra parte, todos mis personajes masculinos deambulan por sus vidas con más pena que gloria, sometidos a la inevitable mediocridad que los define. Supongo que tengo una visión crítica de mi mismo, y eso se proyecta», concluye Raúl Ariza.
Bel Carrasco
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