Artistas urbanas
LaNenaWapa, Raquel Rodrigo, Julia Lorenzo Oliver (Julia Lool) y Eli
Octubre de 2017
No les gusta que les llamen graffiteras. Prefieren definirse como artistas urbanas, callejeras, muralistas, etcétera. Simplemente, pintoras o escultoras. Forman una fauna variopinta que aglutina estilos diversos cuyo común denominador es utilizar las calles como soporte de sus intervenciones. Fincas ruinosas, pasajes abandonados, fachadas, tapias y paredes les sirven para plasmar las imágenes que brotan de su mente. Ciertas zonas de la ciudad como el bario del Carmen se prestan a la acción de estas jóvenes artistas que con sus imaginación mudan la degradación urbanística en una fiesta de colorido pletórica de mensajes.
La ventaja que obtienen con sus murales e intervenciones es llegar de forma directa a la gente con la posibilidad de provocar y emocionar al público, incluso de darse a conocer y hacerse un nombre. El inconveniente, la naturaleza contingente de sus obras debido al desgaste de la intemperie o a la acción de otros artistas. Las chicas están cada vez más presentes en los numerosos encuentros y festivales de arte urbano que se celebran en España y en la Comunidad Valenciana. Intramurs, que tuvo lugar este mes en el Carmen, Miau!, Poliniza, Citric, De par en par, el Museo de Arte Urbano de Fanzara y los festivales de Cheste, Muro y Picassent, entre otros, son encuentros que reúnen a los adictos al street art.
Si algo caracteriza a las artistas urbanas valencianas es la diversidad de sus planteamientos y técnicas, aunque siempre bajo el mismo lema: Expresar sus ideas y sentimientos a través de arte; hacer pensar y conmover a la gente. Hablamos de su trabajo con La NenaWapa, Raquel Rodrigo fundadora de Arquicostura, Julia Lorenzo Oliver (Julia Lool) y Eli de Demía Concept. Colegas suyas son: Hyuro, Julieta XLF, Lezzart, Sara Chóliz, Carla, LaHe, Lula Goce y Dibosky.
Una de las más veteranas es La Nena Wapa, que ya en 2002 empezó a pintar murales en grupo en Mislata. Desde 2009 utiliza plantillas, no porque sea más rápido, sino “porque da el resultado que yo quiero”, afirma. La figura de la mujer es el tema recurrente de sus murales. “Intento plasmar el mundo femenino con un punto crítico contra el machismo y un toque de poesía visual. ¿Machismo en el arte urbano? “Depende, hay compañeros que te tratan de igual a igual; otros, no tanto. Todavía funcionan ciertos clichés”.
Bordar paredes Raquel Rodrigo es una de las contadas artistas urbanas que ha llegado a profesionalizarse y trabaja por encargo de firmas y comercios. Ha impreso su peculiar estilo en distintos puntos de España y prepara intervenciones en San Sebastián, Milán, Londres y otra más ambiciosa de la que de momento prefiere no hablar. La originalidad y la innovación de sus murales explican su éxito, porque Rodrigo es la única mujer del mundo capaz de bordar paredes.
“Desde que estudiaba Bellas Artes en Valencia supe que mi objetivo era exponer mi obra en le calle y que eso me permitiera ganar dinero”, dice sin tapujos. Con esta finalidad se fue a Madrid a estudiar un grado que le aportó los conocimientos técnicos para convertir su sueño en realidad. Trabajó como escenógrafa y escaparatista, pequeñas escenografías con vistas a la calle, pero su destino se reveló en 2011, al decorar un café de costura con lo que sería su sello personal. Un tapiz floral confeccionado con punto de cruz. Para realizarlo utiliza una urdimbre metálica enmarcada en madera e hilo de algodón, muy resistente, con el que va tejiendo el diseño realizado previamente por ordenador: flores y rostros. Una vez instalado da la impresión de que se ha bordado la pared. “Recuerdo que en mi primer trabajo de este tipo en Madrid una viandante se quedó flipada al verlo y me dijo, ‘Me he enamorado de tus flores’. Fue un subidón, había cumplido mi objetivo, llegar a la gente y emocionarla”.
A su regreso a Valencia, Rodrigo emprendió una nueva etapa en la que sus tapices bordados fueron tomando cada vez mayores dimensiones, hasta el punto de necesitar bordadores que la ayudaran. En la plaza Lope de Vega y en la Casa del Reloj junto al Miguelete se expuso uno enorme, de 77 metros cuadrados, un encargo de Cervezas Alhambra. Así nació Arquicostura, en un taller del barrio del Carmen. “Mi idea es sacar la costura fuera de las paredes del hogar y proponer un discurso entre lo público y lo privado”, dice Rodrigo. “No se trata de una propuesta específicamente feminista, es más bien la búsqueda del contraste entre la solidez de la arquitectura y la ligereza del bordado”.
Los gatos de Julia Lorenzo Oliver, más conocida como Julia Lool, ha llenado de gatos el barrio del Carmen. Gatitos negros que en distintas actitudes vagan por los zócalos, se acicalan o rascan la pared. Vistos de lejos parece que están vivos…y coleantes. En la exposición València Capital Animal que se puede visitar hasta el 8 de enero en el Centro del Carmen hay una docena, pero en vez de papel están hechos de hierro, un material que supuso un desafío, un paso más en la evolución de esta joven artista. “Empecé a hacer instalaciones durante el primer curso de Bellas Artes como trabajo académico”, cuenta.
“Me inspiró mucho un mural que hay en la calle Corona que representa una cafetería con toldo a rayas y un coche aparcado. Mi primera idea fue restaurarlo pero luego preferí hacer otro distinto, a mi propio estilo y opté por una frutería de barrio. Siguiendo en esa línea, en defensa del pequeño comercio tradicional, pinté luego una pescadería y un quiosco”.
Julia Lool no pinta directamente sobre la pared, sino sobre un lienzo o lona que luego instala in situ, lo que le obliga a combinar lo pictórico con otras habilidades manuales más prosaicas. También usa la madera como en la instalación que montó en la plaza del Árbol. “Mi próximo objetivo es intentar hacer de mi trabajo un modo de subsistencia”, comenta. “Con el gato como lei motiv estoy haciendo diseños de bolsos, camisetas, imanes y otros muchos objetos que se podrán adquirir en una tienda de Russafa y espero que en el futuro en otros sitios”.
Desde hace años y en equipo con su pareja Eli pinta Mandalas que firman como Demía Concept en fábricas o naves abandonadas en la periferia como hobbie y participan en muchos festivales. “Yo preparo el diseño y él pone el color”, comenta Eli. “Siempre he pintado porque es mi terapia personal, también por desconexión, es mágico cuando consigues una simetría casi perfecta con solo un spray y una cuerda. Ese momento en el que todo desaparece y solo te encuentras concentrado en las líneas que estás marcando es una catarsis que se ha vuelto necesario en nuestras vidas. A la gente le gusta nuestras obras pero me da la impresión que muestran más respeto al saber que hay un hombre detrás”. Su intervención más grande mide seis metros de ancho por diez de largo y requirió un mes de trabajo. “cuando más grande es el dibujo, más fácil de resolver”, concluye Eli.
Bel Carrasco
- Vinz y Ana Karina proponen en el MuVIM una reflexión existencial fragmentada en cuatro estaciones - 19 diciembre, 2024
- ‘Juegos de Bauhaus’: Taiat Dansa sumerge a la audiencia infantil del TEM en las vanguardias - 17 diciembre, 2024
- Antonio López y José Luis Alcaine, en unas jornadas sobre Víctor Erice - 13 diciembre, 2024