A day in the city, de Coté Escrivá
Galería Pepita Lumier
C / Segorbe, 7. Valencia
Hasta el 9 de diciembre de 2017
Hay dos temáticas que atraviesan la obra de Coté Escrivá exhibida en la galería Pepita Lumier bajo el título de ‘A day in the city’: los dibujos animados y el grafiti. Ambas ligadas por el denominador común de provocar emociones. Unas emociones aparentemente amables que vienen a reflejar ese aire fresco y urbano del street art, salpicado de chispazos y elocuentes expresiones del tipo crrrash!, boom! argh!, que vienen a cortocircuitar ese carácter lúdico sin salirse nunca de las casillas del juego.
¿Por qué los dibujos animados? “Me hace sentir confortable al evocar esas imágenes de la infancia”, reconociendo Escrivá que tal vez se deba a cierto “síndrome de Peter Pan que me produce bienestar”. Dibujos animados que remiten en muchos casos a los clásicos de Disney, pero que el artista valenciano ha ido construyendo poco a poco a su medida. Dibujos que definen su estilo, perfilado en torno a esa tendencia de “fundirse con el fondo”, de ser “incompletos” y de manifestarse tanto animales como sujetos todos ellos sin mirada: “No me gusta dibujar ojos, por eso aparecen vaciados o con equis”.
¿Y por qué el grafiti? “Sí, es un guiño que aparece en mis dibujos y que incorporo tímidamente con esa escritura en los fondos y colores sutiles”. Coté Escrivá dice sentirse muy próximo a ese tipo de arte urbano que considera cada vez más entremezclado en la sociedad: “Está en todas partes, integrado en nuestra vida cotidiana”. Por eso ha titulado su exposición en Pepita Lumier A day in the city, a modo de paseo por esa ciudad tatuada con obras de artistas, paradójicamente asimilados en el interior de la cultura contemporánea.
“Lo curioso es que el grafiti antes se perseguía y ahora se pide”. Es el caso, por ejemplo, del mural realizado por Escif para la fachada trasera del IVAM. Lo prohibido, asumido como parte del discurso oficial. “Es un movimiento artístico muy potente”, sostiene Escrivá, que lo ve en un futuro estudiándose “como se estudia el Renacimiento, aunque igual sea un poco exagerado decirlo”. En sus obras, ese grafiti aparece como telón de fondo sobre el que aparecen inscritos sus dibujos animados.
El día en la ciudad que propone Coté Escrivá, en la exposición que permanecerá en Pepita Lumier hasta el 9 de diciembre, es como un paseo por ese mundo amable de la infancia, poblado sin duda de tensiones y conflictos. Tensiones que el artista resuelve amparado en la seguridad de la ficción, en la cual afloran no obstante garras, dientes y pezuñas apareciendo sueltos en algunas de las series de dibujos. También animales y humanos cuyas cabezas y rostros se muestran sin ojos, aludiendo a las calaveras que igualmente aparecen en su obra.
En todo caso, Escrivá se ciñe al estilo para explicar esa paradoja entre lo amable y lo siniestro: “Son dibujos que me gustan y que van surgiendo durante la investigación, puesto que en el estudio te sientes como en un laboratorio”. Dibujos en distintos formatos y materiales: “Utiliza el cartón y el lienzo como novedad”, explica Cristina Chumillas, codirectora de Pepita Lumier, quien a su vez subraya que en esta exposición Coté Escrivá “se ha hecho más artista” por aquello de introducir ahora “más pintura”.
De entre todas las obras realizadas expresamente para esta muestra, hay algunas que vienen a romper el molde anterior, y en las que una figura contiene fragmentos de muchas otras en su interior. La tensión que se advierte en muchas piezas sueltas ligadas a modo de narración, ahora emerge concentrada en una sola. Como si los dibujos animados aparecieran en un solo Frankenstein hecho con fragmentos. “Sí, son dibujos dentro de otros”. Y entonces sale a colación el nombre de Gary Taxali, el ilustrador indio criado en Toronto al que alude como una de sus referencias. De nuevo la jovialidad del dibujo dejando entrever otros mundos más inquietantes.
Del blanco y negro que atraviesa el conjunto expositivo a esos rosas, verdes o rosas anaranjados (“su paleta ha cambiado”, advierte Chumillas), Coté Escrivá sigue explorando el espacio de su infancia a la edad adulta. Quién sabe si por el síndrome de Peter Pan o por que a la hora de acercarse a esos agujeros de los ojos, es mejor hacerlo tras el parapeto que le ofrece el dibujo, la ilustración y el cómic. “No sé, puede ser alguna manía personal, pero en cualquier caso es el sello, la marca que me caracteriza”, concluye.
Salva Torres
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