‘Una gata sobre un tejado de zinc caliente’, de Tennessee Williams
Versión y dirección: Amelia Ochandiano
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, Valencia
Hasta el 11 de febrero de 2018
De la mano de José Velasco y Zebra Producciones, la conspicua obra del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams »Una gata sobre un tejado de zinc caliente’ recala en el Teatro Olympia de Valencia, hasta el domingo 11 de febrero de 2018.
La actriz, productora y directora de escena Amelia Ochandiano rubrica la presente versión –en plena gira nacional desde finales de 2016– a partir de la adaptación implementada por el escritor sureño para la escena de Broadway, exhortado por Elia Kazan con motivo de su estreno en el desaparecido Morosco Theatre neoyorkino, durante la lejana primavera de 1955.
Con el fin de reportar a la obra ciertos céfiros de contemporaneidad, Ochandiano, amén de nutrirse con determinados vestigios del celuloide (ineludible referirse a la acomodación cinematográfica dirigida por Richard Brooks en 1958), procura focalizar aún más la atención y el peso dramático sobre conceptos tan indubitablemente universales como la verdad y la mentira, la enfermedad y la muerte, la represión y el deseo, la trémula moral o la codicia; concepciones, juicios y designios que vertebran y transforman el devenir unos personajes translúcidos y arquetípicos, gobernados por una canícula sofocante, resentida y perturbadora.
No obstante, este zinc caliente abrasa premeditadamente ciertas cuestiones capitales del original y relega a la esfera terciaria la veladura en primer plano que determina el conflicto marital de la pareja protagonista: la supuesta homosexualidad del dipsómano Brick –encarnado por un plausible Andreas Muñoz–, otrora motivo de censura para el epatable público y asunto categórico en otros dramas del Pulitzer de Misisipi, como ‘El zoo de cristal’ o ‘Un tranvía llamado deseo’.
En cuanto a otras adecuaciones y reparto se refiere, debe agradecerse el generoso protagonismo del Abuelo, presencia pulmonar de un excelso Juan Diego, quien, provisto de prosodia asfixiante y salbutamol, confiere a la representación la necesaria serenidad escénica, el comedido silencio (cuando procede) y la pausa (frágil y quebrantable por el ímpetu), equilibrando ciertos e incontenibles excesos del primer tercio.
Igualmente, destaca Alicia Sánchez en el rol de Madre, insuflando una sobresaliente credibilidad a su personaje (tal vez el más aferrado a la sustantividad). Begoña Maestre, como Maggie, solidifa y asienta la complejidad del papel a medida que transcurre la obra, tras una vehemencia preliminar que, quizás, reste poso a su incertidumbre y desasosiego. Por su parte, Marta Molina (Mae) y José Luis Patiño (Gooper) superviven con solvencia a los caracteres más predecibles o planos de la presente versión, sobre los que recaen ciertas distensiones, cuya derivada hilaridad, a mi juicio, quebranta la senda de hondura conquistada por momentos.
Concluye siendo esta gata sobre un tejado de zinc tan brumosa como apetecible. Necesaria ocasión fugaz para asomarse a los tormentosos y góticos estíos sureños de un Thomas Lanier Williams III erigido en clásico.
Jose Ramón Alarcón
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