La tierra maldita, de Juan Francisco Ferrándiz
Editorial Grijalbo
El abogado y escritor alicantino Juan Francisco Ferrándiz (Concentaina, 1971) se ha consagrado como autor de novela histórica. Tras ‘Las horas oscuras’ y ‘La llama de la sabiduría’ llega ‘La tierra maldita’ (Grijalbo) ambientada en la Barcelona del siglo IX, gobernada a distancia por los francos, una ciudad de apenas 1.500 almas asolada por intentos de conquista de los sarracenos y hordas salvajes, y sometida a la tiranía de unos nobles corruptos que explotaban a sus habitantes.
A esa tierra maldita llega el joven obispo Frodoí, nombrado para el cargo por el rey franco, acompañado por una comitiva de colonos que anhelan una nueva oportunidad en la última frontera. Su primera impresión no puede ser más desoladora, pero pronto cae rendido a los encantos de una enigmática dama, la noble Goda, que ama la ciudad por encima de todo. Una docena de editoriales extranjeras desde Portugal a Rusia ya se han interesado por publicar esta obra.
“Frodoí es un personaje histórico, en la catedral de Barcelona hay una placa de mármol con su nombre y una historia que oculta un singular misterio”, explica Ferrándiz. “Goda es un personaje ficticio que encierra la esencia del pueblo godo. La alianza de ambos traerá la esperanza a esa tierra pero no será fácil. La novela no sólo la protagonizan ellos, sino que es un tapiz de varias vidas entrelazadas, de hombres y mujeres, nobles y plebeyos, de manera que tenemos varias perspectivas y cada uno con su propia meta personal”.
Ferrándiz escogió ese lugar y esa época del pasado de forma casual. “Quería escribir una novela épica, la más potente que había escrito nunca y encontré mi propia Avalon: la Marca Hispánica. Un puñado de condados pobres y castigados entre los Pirineos y el río Llobregat que separaban el imperio carolingio de Al-Ándalus. Según las crónicas, era uno de los lugares más oscuros y peligrosos del orbe, pero también un manantial de hechos épicos increíbles. Por si fuera poco, en la frontera resistía Barcelona, despoblada y a punto de sucumbir ante el azote sarraceno. Han pasado dos años y aún no he logrado escapar de allí”.
Remontarse tan atrás en el tiempo no le supuso problema a la hora de documentarse pues hay bastantes estudios históricos. “Además, visitando yacimientos arqueológicos de aquella época la he visualizado en mi mente. Descubrí, por ejemplo, el misterioso origen de los reyes de la Corona de Aragón, la hechicería de la época, la vida en la frontera o historias familiares dignas de la saga de ‘Juego de Tronos’. Sí, la Marca Hispánica era un lugar donde se vivía al límite y así son las historias de sus protagonistas pero no he querido recrearme en la violencia. Procurar que el lector viva aquel tiempo supone mostrarle su cara cruel pero no me regodeo en eso”.
En el año 861 el condado de Barcelona parece al borde de la aniquilación total. Como vasallo de Francia debía proteger la frontera o sucumbir en el intento, pero dos siglos después va camino de su esplendor: ¿Qué ocurrió? “La tierra maldita nos lleva a un tiempo en el que aún no había nada decidido. Todo pudo ser diferente de no ser por la suma de pequeños detalles y grandes proezas. Estaba todo allí, esperando a ser contado. Así cambió el curso de la historia. La novela transcurre en Barcelona y muchos otros escenarios, no es localista sino un universo épico perdido en el tiempo”.
Tras sus viajes literarios por el pasado, Ferrándiz opina que el ser humano ha cambiado muy poco en lo que se refiere “a nuestros impulsos básicos: lujuria, ira, codicia… Y al leer las noticias diarias da la impresión de que no tenemos la menor intención de hacerlo. Nunca hasta ahora habíamos tenido tanta información sobre nuestro pasado y sobre la fragilidad del mundo que habitamos, pero sigue siendo casi imposible rectificar y no cometer los mismos errores. Igual que en el siglo IX, hay quien trata de evitar que todo cambie y mejore para la mayoría”.
Como autor de novelas históricas su mayor ambición es aportar detalles, sucesos y hechos insólitos. “Pequeñas historias que para mí son las más grandes, pues son humanas. Siempre he tratado de que el lector viaje a la época donde sucede la novela, que pierda la conciencia de que tiene un libro en las manos y simplemente viva la historia. En ficción histórica el dato debe convertirse en emoción y vida. Si de paso aprendemos cosas de la historia, mucho mejor”, concluye Ferrándiz.
Bel Carrasco
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