1789. En un universo paralelo, de Hadi Kurich
Teatre Rialto
Plaza del Ayuntamiento, 17. Valencia
Del 11 al 27 de mayo de 2018
“Vivimos en un mundo donde los líderes de todo tipo han empezado a tener demasiada importancia”. Líderes que, en su mayoría, “(el 90%) son incapaces de llevar incluso su propia casa”. Un liderazgo que empieza a ser “demasiado peligroso” y que a Hadi Kurech, autor de 1789. En un universo paralelo, le da “miedo”. Para poner en solfa esa habilidad de los líderes a la hora de manejar aviesamente el mundo, el autor de origen yugoslavo afincado desde hace 25 años en Vila-real, adonde llegó huyendo del avispero de los Balcanes, se sumerge en la Revolución Francesa derivada a nuestros días.
“No es una obra sobre extranjeros o autóctonos, sino sobre nuestra sociedad occidental”, dijo quien es a su vez director artístico de la compañía elocuentemente llamada Teatro de la Resistencia, fundada en 1993 junto a Ana Kurich y Mima Kuric, su esposa y su madre, respectivamente. De esa sociedad occidental evocada en el espectáculo, reflejo de aquella revolución de finales del XVIII, su autor habló en términos igualmente sospechosos, dado el fuste de sus gobernantes. “Los políticos son inmensamente canallas. Deben de ser muy locos para pensar que pueden arrastrar a millones de personas hacia su causa”.
De esa causa también habló: “La obra es tragicómica, ya que trágico es que sus líderes acabaran en la guillotina, y cómico por las motivaciones, que no siempre tienen que ver con lo que predicaban”. De hecho, señaló que esas motivaciones suelen ser “oscuras, escondidas o ridículas, creando situaciones burlescas”. Kurich, que se mostró en todo momento escéptico con ese liderazgo desmesurado, apuntó que lo que ocurre “con las guerras y las revoluciones es que en un alto porcentaje se les va de las manos a quienes las fomentan”. Por eso advirtió: “Tenemos una idea romántica de la revolución”.
En 1789, la obra que también protagoniza junto a Héctor Fuster, Alejandra Mandli, Miguel Seguí y la propia Ana Kurich, el pueblo francés queda en un segundo plano a favor de esos líderes cuestionados: “Son los líderes que guían, manipulan, adoctrinan o recurren a la violencia si lo consideran necesario”. Roberto García, director adjunto de Artes Esénicas, planteó la función como enmarcada en “un mundo distópico en el contexto de la Revolución Francesa”, así como el dibujo de “las entrañas podridas del poder y de cierto populismo”, ahora tan de actualidad.
Hadi Kurich aclaró que la revolución no estaba de moda en nuestro presente: “Una cosa es que la gente proteste y otra que se utilice esa protesta con fines sangrientos; la gente no está por la labor”. Dijo que había estado en Guinea Ecuatorial, donde sí constató que había pobreza, y que allí “sí pueden salir a la calle a machetazos, pero en España, de qué”. Y aludiendo a la actualidad, dejó caer que quizás por “esos otros motivos” pudiera desencadenarse, pero que desde luego “sería contraproducente”.
¿La revolución en política es un peligro? “Yo prefiero hablar de evolución, porque la revolución suele conllevar sangre”. Incluso en el arte y la cultura, donde sigue viendo evolución frente a tanta ruptura violenta. “En mi obra la guillotina está de por medio, pero la escenografía está basada en el hierro; creo en el reciclaje y la repetición. Jamás he malgastado el dinero”. Y puestos a revolucionar la escena, nada mejor que el actor y la palabra: “Creo en el actor que sale y arriesga”. Actor que Kurich considera, a él sí, un héroe por aquello de salir a escena y tener que enfrentarse “a 500 pares de ojos o los que sean”. “El teatro es igual a actuar. Todo lo demás sobra”, apostilló.
Así como no cree en los políticos (“entiendo que tengo que tratar con ellos”), sí cree en la política “hecha por la gente de la calle”. “No creo en los grandes estados nacionales”, añadió. Aún así, opina que todo teatro “en su esencia es político”, porque es a través de él como la sociedad puede cambiar. “Toda obra influye en la sociedad, por eso lamento que haya obras estúpidas, porque con ellas la humanidad retrocede”.
Hadi Kurich, que mostró su agradecimiento a Vila-real por haber acogido a su familia cuando abandonó la antigua Yugoslavia (“no he salido de allí porque tengo una deuda con el pueblo”), desgranó 1789. En un mundo paralelo, siempre con la cautela que le provocan “las palabras grandes como revolución, que suelen ser bastante liosas”. Y puestos a ser cautelosos, lo amplía a los líderes: “Controlar a nuestros líderes es lo mínimo que podemos y debemos hacer”. Y concluye: “Estar prevenidos no estaría de más”.
Salva Torres
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