Enemigos de Esparta, de Sebastián Roa
Ediciones B
Año 2018
Año 380 a.C. La antigua Grecia es un puzle de ciudades Estado bajo la hegemonía de Esparta. Educados exclusivamente para la guerra desde los siete años, con sus barbas puntiagudas y sus escudos adornados con la letra lambda (‘L’ de Laconia), los guerreros espartiatas causan pavor a sus vecinos. Pero un grupo de demócratas tebanos está dispuesto a liberarse de su yugo que ha esclavizado a pueblos enteros. En plenas fiestas Afrodisias un grupo de ellos desterrados en Atenas se infiltra en la ciudad y mata a los oligarcas que la gobiernan bajo la férula de Esparta. Es el principio de una guerra por tierra y mar que culmina en la batalla de Leuctra (371 a.C.) en la que los tebanos se imponen por fin.
Es en síntesis el argumento de ‘Enemigos de Esparta’ (Ediciones B), la última novela del escritor valenciano Sebastián Roa, un relato que combina con maestría las escenas bélicas, las intrigas políticas y el amor. Personajes históricos como Epaminondas y Platón se mezclan con otros imaginarios en un mosaico que refleja la imagen de un pasado remoto en el que se reconoce el presente: la pulsión por el poder, el afán de venganza, el amor y el desamor…
El protagonista y conductor de la historia es Prómaco, un guerrero mestizo tebano-tracio que admira a Esparta y desea unirse a su ejército, hasta que uno de los jefes espartanos secuestra a Veleka, el amor de su vida. Ansioso de recuperar a su amada y vengarse, inicia un largo camino de sangre y muerte junto a las tropas tebanas al mando de los pelastas, infantería ligera armada sólo con escudos de mimbre o madera recubiertos de piel, jabalinas o lanzas.
Tras más de veinte siglos, sus conversaciones con Platón sobre el amor y la democracia mantienen plena vigencia. El Batallón Sagrado compuesto por 150 parejas de amantes tebanos que luchaban codo con codo por amor antes que por la gloria, la patria o el dinero es otro elemento histórico que Roa utiliza con habilidad, así como el influjo de los dioses, desde Ares a Eros en la vida de unos hombres que vivieron al límite en aras de la conquista de su libertad.
Después de documentarse a fondo sobre el siglo XII en España para elaborar su Trilogía Almohade, Roa se traslada todavía más atrás en el tiempo a una de las épocas que más le atraen. “El periodo final de la Grecia clásica, justo entre la Guerra del Peloponeso y el ascenso de Macedonia, me parece un momento desconocido y con mucho jugo y hacía tiempo que quería situar una novela en este contexto”, dice. “Centrarme en la Grecia clásica en vez del medievo me ha supuesto contar con mucha más documentación. Solamente consultando la Biblioteca Gredos tienes medio trabajo hecho. En total he dedicado a esa fase previa unos seis meses, con la ventaja de que ya tenía cierto conocimiento sobre la época y, sobre todo, de que en el pasado leí bastante a autores como Platón y Jenofonte”.
Aunque en su novela los espartanos son los malos, odiados por los pueblos sometidos a su poder, Roa admira de ellos “su capacidad de entrega por las leyes de su ciudad, especialmente en el caso de las madres. Por contra, aborrezco la consideración institucional de superioridad de todo espartano de pleno derecho, con lo que implicaba en cuanto a desprecio, servidumbre e incluso esclavización de pueblos enteros”.
¿Cómo podemos librarnos de los demócratas tiranos?, le pregunta el protagonista del relato a Platón. “Ojalá tuviera la respuesta infalible. Platón ya nos dio la pauta al señalar la ignorancia como embrión del mal, así que me inclino a pensar que la clave reside en la educación. Convivo con personas, algunas de ellas supuestamente instruidas, que ignoran totalmente el marco jurídico básico en el que viven. Gente sin conciencia democrática real, que se indigna por inercia o que exige derechos en cuanto se aburre. Y la gente se aburre mucho. Con una ciudadanía tan endeble, lo raro es que no nos gobiernen más tiranos disfrazados de demócratas o que no reclamen la independencia cuatro aldeas por comarca”, concluye Sebastián Roa.
Bel Carrasco
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