La grandeza de las cosas sin nombre, de Enrique Arce
La Esfera de los Libros
Agosto de 2018
Samuel Palacios acaba de recibir en Nueva York un prestigioso premio teatral cuando su vida da un giro inesperado. Una llamada de su padre, al que no ve desde hace 30 años le impulsa a regresar a España, un viaje hacia su pesado que es también un camino de redención. Las relaciones familiares y afectivas, la profesión de actor, la dependencia a las adicciones y los peligros que rondan el éxito son algunos temas que aborda Enrique Arce (Valencia, 1972) en su primera novela, ‘La grandeza de las cosas sin nombre’ (La Esfera de los Libros), un relato ameno que invita al optimismo. Su salto a la literatura coincide con el triunfo a nivel internacional por la serie La Casa de Papel y el filme Terminator 6 tras una larga trayectoria profesional en el cine y televisión que inició en 1996.
Ha dicho que su novela es fruto de una crisis personal. ¿Escribirla le sirvió de terapia?
Estaba en un mal momento. Eso me dio la serenidad, el tiempo y el sosiego para poner la antena y escribir una historia que transitara por donde estaba transitando yo. Comencé a hacerme preguntas y a beber de muchas fuentes en el tema del crecimiento personal y la espiritualidad. Me di cuenta de que eso era lo realmente importante para encontrar la plenitud y creé una historia que envolviera o diera un marco a todo eso que yo empezaba a vislumbrar en el horizonte. En ese aspecto sí fue terapeútica, pues escribía cosas a través de mis personajes, cosas realmente profundas que iba descubriendo al mismo tiempo que las volcaba sobre el papel. Fue una especie de catarsis, como si fuera una mera antena de radio que transmitía lo que se le iba dictando desde lo incognoscible.
Uno de los personajes afirma el trabajo del actor no es actuar, sino buscar trabajo; que actuar es la recompensa.
En una profesión donde el 92% de sus miembros gana menos de mil euros al mes, actuar y vivir de ello no es una recompensa, sino más bien una bendición o un milagro. Además, una gran cantidad de actores trabaja por amor al arte en proyectos sin dinero, así que algo de recompensa debe de haber para que la gente entregue tan generosamente su tiempo y su talento a cambio de nada.
En una primera novela es inevitable volcar la propia experiencia. ¿Hay algo de usted en Samuel Palacios?
Aparte de ser dos actores en la mediana edad, Samuel Palacios no podría ser más diferente a Enrique Arce. Lo único que sí nos ocurrió a ambos es algo que cuento en el libro. Una profesora calificó una redacción mía de fin de curso con S/C (Sin Calificar) porque consideró que se trataba de literatura y no de un mero un ejercicio. En un momento dado ambos decidimos dedicarnos profesionalmente a una cosa cuando nuestro talento natural mas innato radicaba en otra.
El libro plantea el tema del alcoholismo y los estragos que causa. ¿Le preocupa especialmente esta adicción?
Me preocupa la adicción en general, al éxito, al alcohol, a las drogas, al juego, a tuiter e Instagram, a la preservación de la identidad propia por encima de todo… Cualquier cosa que suponga perder el control, no cederlo voluntariamente. Tengo una relación moderada con el alcohol pero fui a reuniones de Acoholicos Anónimos en Londres para documentarme y el panorama es desolador.
Ha dicho que el éxito le hubiera destruido de haberle llegado a los 21 años.
A esa edad es difícil gestionar estas cosas, porque rara vez has hecho un trabajo interno. Te sueles proyectar en lo que los demás perciben de ti y cuando ese éxito se difumina, porque siempre lo hace, tu valoración propia cae en picado. La Casa de Papel me ha pillado muy currado, lo recibo con gratitud, como si una Navidad me toca el gordo, pero no cambia ni un ápice mi concepto de mí mismo. Me ha permitido no tener que mirar a diario mi cuenta del banco, y viajar por todo el mundo gratis, eso es todo.
¿Esta novela es el comienzo de una buena relación con la literatura o algo puntual?
Difícil responder. Primero porque esta historia no la busqué, me buscó ella a mí y cuando un método funciona, mejor no tocarlo. No sé si habrá otra historia que me utilice para ser contada, pero yo, desde luego, no la voy a buscar. Si siento la pulsión y tengo el tiempo y la paz mental para hacerlo, la escribiré. Pero siempre será una historia con los mismos parámetros que esta: tratar de desentrañar al ser humano y sus mimbres a nivel celular. Y que dé respuestas a preguntas que puedan tener los lectores. Prefiero un lector al que mi novela le encienda la bombilla y le dé herramientas para enfrentar sus dudas y sus miedos, que cien ocasionales. Y alguien que ame la buena literatura, alguien para quien el cómo sea tan importante como el qué, ya que soy realmente obsesivo en lo relacionado con el estilo y la prosa cuidada. No lo puedo evitar. Prefiero una frase brillante literariamente, un diálogo preciso o una metáfora acertada a un giro sorprendente de la historia.
Bel Carrasco
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