Sumergidos, de Luis Moscardó
Galería Punto
C / Burriana, 37. Valencia
Hasta el 28 de febrero de 2019
“La fragilidad está presente en toda la exposición”. Fragilidad que Luis Moscardó revela después de haberse sumergido, junto a sus propias telas, en un acto creativo de introspección autobiográfica. Hay cartas, libros, objetos y diversos materiales, como dos linos del siglo XIX y alambres encontrados en plena naturaleza, que remiten a cierta memoria sobre la que igualmente pivota la muestra que la Galería Punto acoge en cinco actos hasta el 28 de febrero.
Primer acto: la inauguración del pasado jueves. Segundo acto: un día después, con la incorporación de una pieza que no estaba en la exposición el día inaugural. Los actos tres, cuatro y cinco tienen que ver con la serie de charlas complementarias en torno a la obra de Moscardó, que dialogará primero con un escritor, con otro artista y consigo mismo, en una especie de bucle creativo. “Los artistas nos repetimos más que la longaniza”, apunta irónico quien busca en la repetición el instante que, de pronto, parece alumbrarlo todo.
“Es retomar e investigar, cambiar el registro”. Ese proceso de búsqueda continua le remite a esa “querencia mía hacia lo oriental”, que pudiera sintetizarse en la cita del poeta místico Farid Ud Din Attar que el artista incluye en la exposición: “Abrevio el relato en este punto: el final de la historia era llegada y se disponían a emprender el camino”. Se repite el bucle, la terminación de la obra como nuevo punto de partida, quizás con el anhelo de hallar, en medio de tanta hojarasca y tanto ruido, lo sublime que conecta al artista, y al espectador que se esfuerza en seguirle, con la vida en su singularidad extrema.
“Luis Moscardó en sus nuevos trabajos busca sugerir mediante el silencio más que declarar a voces”, explica Jorge López, director artístico de Punto. “Huyo de la grandilocuencia”, dice el propio artista, “y del impacto que aquí no hay”. Sumergidos, tal es el título de la exposición, evoca al acto mismo de “estar inmerso en algo”. Apelando a su definición, Moscardó habla de ese “estado en el que uno se inhibe del exterior y se concentra en lo que hace”. Concentración máxima en los materiales que trabaja como si fueran personajes.
La pieza titulada Lo que dijo uno lo oyó el otro, a modo de dos telas colgadas una junta a la otra, o Pulso, son dos ejemplos de ese diálogo entre obras que proyectan incluso sombras, en una galería pensada lumínicamente para que tal cosa no suceda. Las cartas “nunca enviadas y solidificadas”, que dan lugar a una “especie de libro petrificado”, subraya López, y los barnices empleados “para que el material no tenga problemas con la luz”, dan como resultado un conjunto de piezas donde la grieta, la huella, la cicatriz y las costuras remiten a lo real de la experiencia humana, volcada inexorablemente hacia la muerte.
“He tratado de optimizar y ser más positivo mediante los diferentes niveles de color, azules y rojos que remiten al placer y el relax”, señala Moscardó, quien alude igualmente al verde, “el único que hay”, dialogando con el rojo, “que parece un sudario”. También está la cosa cárnica de las telas (“me emociona Bacon”) simulando la piel ajada, quemada por el sol. Todo expuesto con sumo cuidado: “Es una exposición muy liviana” y montada con la idea de “que fuera todo bastante ascético”. Luis Moscardó, que reconoce ser “un animal cinematográfico”, emerge en Galería Punto purificado tras haberse sumergido durante meses en su creación mística.
Salva Torres
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