Art you can eat, muestra de proyectos realizados en el Master Artes Visuales y Multimedia de la Universidad Politécnica de Valencia
Aula de Cultura La Llotgeta
Plaza del Mercado, 4. Valencia
Hasta el 29 de julio
Como Amparo Carbonell, catedrática de Procesos Escultóricos del Master Artes Visuales y Multimedia de la Universidad Politécnica de Valencia, comienza con Guy Debord la explicación de la muestra Art you can eat, bueno será recordarlo tomando otra de sus emblemáticas frases. “El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño”.
El filósofo del situacionismo no dejó de arremeter contra esa sociedad del espectáculo, pregonando la toma de conciencia a través de actos directamente subversivos. Frente a la alineación provocada por el anestesiante espectáculo capitalista, Debord se mostraba partidario de la provocadora ruptura inherente a las artes de vanguardia. Frente al hipnótico poder de las imágenes, la desgarradora mostración de actos y situaciones impactantes. Dolor o tedio, que diría Schopenhauer, porque en el fondo no había verdad alguna que pudiera cicatrizar la herida abierta por tamaña brecha entre la falsedad del espectáculo y la mordaz provocación.
Los artistas que participan en la muestra Art you can eat, que permanecerá en la Sala Espai d’Art de La Llotgeta hasta el 29 de julio, espoleados por ese reguero de pólvora dejado por La sociedad del espectáculo de Guy Debord, plantean una serie de trabajos dispares que tienen un denominador común: despertar al espectador del mal sueño al que le convoca ese espectáculo conformado por visiones adormecedoras. De manera que ya sea a base de tomar conciencia de las luces y sonidos que nos rodean (Miguel Ángel Ahumada, Alejandra Bueno), de las manipuladoras imágenes (Lola Moreno y Esther González, Félix Ríos), del control ideológico (Ruido Blanco, Cuautli Exal), o del claustrofóbico entorno social (Giorgia Partesotti, Nacarid López, Adriana Román), hablamos en todo caso de propuestas que reivindican una atención especial que nos saque del letargo consumista.
Miguel Ángel Ahumada, con su instalación El reflejo, y Alejandra Bueno, con Cazadora de sonidos, llaman nuestra atención sobre las luces y sonidos imperceptibles que nos rodean, siguiéndoles la pista con cautela y una percepción minimalista. Lola Moreno y Esther González ponen el acento en la información teledirigida en su elocuente Ambivalencia, ofreciéndonos la posibilidad de sentarnos en un sillón fabricado con cartón para meternos dentro de las imágenes televisivas y comprobar sus efectos contaminantes. Félix Ríos, en su obra Mont-age, contrasta la imagen fija de grandes líderes políticos con escenas de las convulsiones sociales de sus respectivos países, para crear un efecto de perplejidad derivado del montaje.
Ruido Blanco se centra en los peligros del control ideológico, montando una Zona Temporalmente Libre de Registro que preserve el derecho a la intimidad, a base de una envolvente atmósfera ruidosa. Cuautli Exal relaciona el estado de extrema fragilidad de los mendigos que buscan refugio en el espacio destinado a los cajeros automáticos, con la propia entidad bancaria que los aloja, conectando pobreza y riqueza en un gesto delator de las contradicciones que emergen en las sociedades más desarrolladas. HCI (Human computer interaction) es el título de su trabajo.
Venezziola, de Nacarid López, y Ciudad laberinto, de Adriana Román, hurgan en las entrañas de las grandes urbes, para centrar su mirada en los procesos migratorios y en la sensación mareante que provocan los propios flujos internos. Desconcierto, extrañeza, revelación de ciertas profundidades ocultas en la superficie de esos vastos territorios. Giorgia Partesotti, en la línea de esta urbana sensación claustrofóbica, nos habla del maltrato mediante su obra Escaleras, donde una mujer parece atrapada en un continuo subir y bajar, metáfora del sinsentido de la violencia machista. El último ejemplo, de los nueve que conforman la muestra del Master Artes Visuales y Multimedia, de ese “mal sueño de la sociedad moderna encadenada”. Valgan como síntoma relevador de la falta de relatos que permitan dotar de sentido lo real de la experiencia humana.
Salva Torres
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