La cocinera de Castamar, de Fernando J. Múñez
Editorial Planeta
Años 2019
En este momento puede haber en España decenas, cientos, quizá miles de escritores dispuestos a vender su alma al diablo para publicar en una gran editorial. Dispuestos a hacer lo que sea para que un sello de proyección internacional haga un lanzamiento a bombo y platillo de su obra. Un sueño hecho realidad para Fernando J. Múñez (Madrid, 1972), que debuta en las letras con ‘La cocinera de Castamar’, una firme apuesta de Planeta para arrancar el año. Feliz, exultante, pletórico, este madrileño amante del arroz en todas su variantes que pasó los veranos de su infancia en las playas de Alicante, desvela algunas claves de su éxito. No, no se trata de ninguna fórmula o clave secreta, sino de una combinación de talento creativo, voluntad y tesón (cuatro años ha invertido en su libro), sumados a un cúmulo de circunstancias favorables. “Yo lo atribuyo a mi agente literario y a la propia historia”, responde Múñez, “aunque también a mi madre que me sugirió que escribiera algo más a su gusto”.
Que nadie se llame a engaño. La cocinera… no es la típica novela para señoras de clase media y cierta edad. El autor, que se mueve en el mundo de la publicidad y los audiovisuales como guionista, ha tenido el acierto de combinar una serie de ingredientes muy variados, desde lo romántico y erótico a lo social pasando por la gastronomía, para brindar un homenaje a la literatura clásica de antaño desde una mirada actual con un punto de vista claramente femenino, y hasta feminista.
Estamos en 1920, en la España de Felipe V. Clara Belmonte es una joven educada por su padre médico muerto en la guerra, que al quedar huérfana se ve obligada a trabajar y acaba desempeñando el papel de oficial de cocina en la mansión que posee, en Boadilla, Diego de Castamar, un duque viudo que tras la muerte de su esposa diez años atrás, todavía llora su pérdida. Entre fogones se produce un encuentro que desencadena una relación romántica en la que los sabores y aromas de los alimentos hacen el papel de un secreto lenguaje sensual, como el de los abanicos en otro contexto. En torno a la pareja protagonista danzan como en una pavana un grupo de personajes, sirvientes y nobles, algunos muy villanos, y acontecen conjuras, engaños, lances, amores ilícitos y misterios.
“Situé la acción en 1720 porque soy un apasionado del siglo XVIII, que es poco conocido”, comenta Múñez. “Además, el telón de fondo de la Guerra de Sucesión que devastó España y media Europa tiene también importancia en la trama porque dejó a las personas heridas en el alma. La guerra es un monstruo”.
Y un detalle curioso. Como alguna heroína imaginaria de nuestro tiempo Clara Belmonte sufre agorafobia, un trastorno con el que el autor ha querido tal vez simbolizar la represión social que obligaba a la mujer a vivir enclaustrada entre cuatro paredes.
Múñez empezó a escribir a los 14 años, tiene muchos relatos en el cajón, y ha leído con voracidad a los autores del XVIII y XIX como Pierre Choderlos de Laclos, Jane Austen o las hermanas Brönte, entre otros muchos. “He querido hacer un fiel retrato de sociedad tal como era en el Antiguo Régimen”, afirma. “Una sociedad clasista, con jerarquías férreas, permeabilidad nula, rígida, despiadada y patriarcal en la que la mujer estaba especialmente oprimida”. Así, a través de los personajes femeninos de la novela el autor refleja cómo los diferentes tipos de mujeres reaccionaban a esa opresión que les ofrecía muy pocas salidas. Ser esposas y madres subordinadas siempre a la tutela masculina. O ser monjas, prostitutas o cortesanas.
La gastronomía es un elemento aglutinante del argumento lo que ha obligado a Múñez a documentarse sobre los usos y costumbres culinarias de la época. “La comida y la manera de servirla definía mucho a las distintas clases sociales. Mientras las clases humildes se alimentaban casi exclusivamente de pan, legumbres, verduras y apenas comían carne, en las meses de la aristocracia se ofrecían opulentos banquetes con cinco platos a base de carne de caza, pescado y dulces”.
En resumen, La cocinera de Castamar es una historia de amplio espectro, apta para todo tipo de público y que complace a distintos paladares. Una historia amable y romántica, pero también con sus aristas y oscuridades. ¿La veremos plasmada en la gran o pequeña pantalla? Es muy posible.
Del triunfo editorial de Múñez los autores bisoños y novicios pueden sacar algunas conclusiones. El papel crucial de un buen agente literario, la importancia de dar oídos a los sanos consejos de las madres, que siempre tienen razón, y de construir una buena historia. Pero antes que todo y sobre todas las cosas haber leído mucho y con buen criterio para seguir desbrozando el camino que marcaron los clásicos.
Bel Carrasco
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