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‘La mirada de las cosas. Fotografía japonesa en torno a Provoke’
Bombas Gens Centre d’Art
Avenida de Burjassot 54, València
Hasta el 2 de febrero de 2020
“Está llena de nocturnos y de bares oscuros”, resumió Vicent Todolí, comisario junto a Nuria Enguita de la exposición ‘La mirada de las cosas. Fotografía japonesa en torno a Provoke‘. Una oscuridad repleta de grano, barrido y desenfoque (are, bure y boke), que sirvieron de lema a la revista fundada en 1968 por Takuma Nakahira y Koji Taki, cuyo título evoca la provocación con la que irrumpió un grupo de fotógrafos entre los años 1957 y 1972. Oscuridad que el propio Todolí se apresuró a matizar: “La sombra en Japón es positiva porque nos trae cosas”. Y así, evocando a Fitzgerald, podría decirse que suave es la noche en Bombas Gens.
Nada menos que 481 imágenes de 15 fotógrafos japoneses, integrantes de la contracultura surgida tras los años de la segunda gran guerra mundial, componen la singular exposición que hasta el 2 de febrero de 2020 se mantendrá en Bombas Gens. Se trata, como destacó Susana Lloret, directora de la Fundació Per Amor a l’Art, de la “más importante colección privada de fotografía japonesa de esa época fuera de Japón”. Las 96 imágenes de Takuma Nakahira reunidas bajo el título de Circulación (1971), es la primera vez que se enseñan a nivel europeo.
Esa mirada de las cosas que propone la muestra tiene que ver con la “fotografía como acto”, a la que se refirió Enguita tomando prestadas las palabras de Koji Taki. Un acto “en el que no sólo están implicados mirada y pensamiento, sino todo el cuerpo”. Imágenes, por tanto, que se presentan en Bombas Gens en cuerpo y alma, esta última ligada a lo que Roland Barthes denominó en ‘La cámara lúcida’ spectrum: “Esta palabra mantiene a través de su raíz una relación con ‘espectáculo’ y le añade ese algo terrible que hay en toda fotografía: el retorno de lo muerto”.
Nocturnos, oscuridades, sombras y espectros campan a sus anchas a lo largo de una exposición sin duda espectacular. Toda ella girando en torno a la revista Provoke, de la que tan sólo se publicaron tres números en el año y medio que duró, y que están recogidas en la muestra. Con esa efímera publicación, la fotografía sufrió una “nueva sacudida” del leguaje fotográfico, tras la acontecida con la agencia Vivo (1959-1961) que formaron Eikoh Hosoe, Kikuji Kawada, Akira Sato, Ikko Narahara, Akira Tanno y, especialmente, Shomei Tomatsu.
Todos esos nombres, desconocidos para la gran mayoría del público, sobresalen con luz propia en La mirada de las cosas, junto al resto de los fotógrafos japoneses que la completan. “Son autores muy desconocidos en Europa”, reconoció Todolí, que los fue descubriendo poco a poco e integrándolos en la colección de la Fundació Per Amor a l’Art, tras viajar a Japón en diversas ocasiones. “Primero el ojo, después la investigación y la bibliografía”, así es como dijo trabajar el responsable del Área de Arte de Bombas Gens.
Las 481 fotografías bien podrían entrar en esa Historia de las Miradas deseada por Barthes, “pues la fotografía es el advenimiento de yo mismo como otro: una disociación ladina de la conciencia de identidad”. De hecho, como explicaron los comisarios, algo de esa identidad que no termina de plegarse al canon establecido está presente en la exposición. Presente en forma de acto cuya energía desborda los límites del encuadre.
Por eso hablan de “prestar el cuerpo al mundo”, en palabras de Taki recogidas por Enguita, y de “poner en movimiento el cuerpo para poder hacer una imagen que agarre el mundo”, percibiéndolo como “evidencia” y como “existencia que nos afecta, intentando llegar a aquello que la razón y el lenguaje no pueden asir”.
“Eran fotógrafos, pero también tenían una vertiente agitadora”, subrayó la comisaria, destacando Todolí el subtítulo con el que la propia revista Provoke se anunciaba: documentación incendiaria para el nuevo pensamiento. Incendio de las imágenes convencionales, con el fin de alcanzar la plétora de la imagen, que Enguita situó en la línea que “se aleja del fotoperiodismo y se acerca al arte”. Un arte ligado al punctum barthesiano como ese “azar que en la fotografía me despunta, pero que también me lastima, me punza”.
‘La mirada de las cosas’, sin embargo, lejos de incendiar nuestra percepción o de punzarla, parece moverse por el reino de la sombras que Todolí apuntó, sugiriendo entre sus claroscuros la emergencia de lo terrible que todavía podemos soportar, según expresó el poeta Rilke con relación a la belleza.
“No solo la escena, sino que la propia forma pasa a tener importancia”, explicó Enguita. Formas que fueron el caldo de cultivo de esa contracultura japonesa de la que Provoke fue un singular ejemplo. En aquel 1968, occidente vivía su mayo francés y oriente el suyo propio con los enfrentamientos contra la herencia americana de ocupación, según sostienen los comisarios: “La fotografía acompañó esos cambios sociales”. 50 años después, la fotografía japonesa ocupa Bombas Gens llenándolo de unas sombras vivificantes.
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