‘Dentro de un agua extraña, mi sombra’, de Shirin Salehi
Comisaria: Ana Martínez de Aguilar
Galería Ana Serratosa
Pascual y Genís 19, ático, València
Hasta el 28 de junio de 2019
“Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré caer mis cabellos.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.”
(Extracto de ‘Vuelta de paseo’, Federico García Lorca)
(‘Poemas de la soledad en Columbia University’, ‘Poeta en Nueva York’, 1929-30)
Resuenan como un hondo pleonasmo los versos lorquianos del paseo urbanita por la gran megápolis. Eclosiona la angustia frente al hiperbólico vacío de hormigón, craquelado de laceraciones y memoria solemne y solitaria, de naturalezas mutiladas y estrofas de raquis circular; no caben razones para el éxodo, pues todo habita aún en este penal de materia sempiterna.
Salehi transita por las avenidas cuadrangulares de aquella vasta hacienda del desconsuelo, portando consigo el eco prosódico y metafórico de las propias amputaciones, que aquí sí cantan y resuenan como una liturgia de voluntades biográficas repetitivas, a modo de mantra gestado desde la oralidad cuyo paisaje sonoro debe ser transcrito con el reiterado pulso de las ‘Cadencias del vacío’.
Así lo procura la artista teheraní, residente en España, Shirin Salehi en su serie ‘Vuelta de paseo’, bajo cuyo título –homónimo del poema del malogrado vate de Fuente Vaqueros– evolucionan diversos dibujos caligráficos, grabados y aguafuertes, planchas de cobre y pergaminos, firmes materias y quebradizos ejemplares de libro de artista que rezuman y recogen “el ritmo, el gesto y la cadencia, (…) la gestualidad de la emoción generada durante la acción, (…) el fluir instintivo de la emoción creciente que se apodera sutilmente de su cuerpo”, tal y como subraya la comisaria e historiadora del arte Ana Martínez de Aguilar en el texto curatorial de la exposición.
‘Dentro de un agua extraña, mi sombra’, que la Galería Ana Serratosa acoge hasta el 28 de junio de 2019, desemboca en la obra última de la autora iraní tomando pulso, a la par, de las constantes creativas sobre papel –“como un lugar donde algo sucede, no como soporte” (Martínez de Aguilar)– que han singularizado su devenir artístico durante la última década: memoria y dolor como alumbradores líricos y elementos motrices.
“«¡No conviene recordar! ¡No hay que revolver el pasado!
¡A quien recuerde lo pasado que le arranquen un ojo!»
Pero el proverbio termina diciendo:
«¡Y al que lo olvide que le arranquen los dos!»”
(‘El archipiélago Gulag’, Alexander Solzhenitsyn)
Constantes atravesadas por las evocaciones literarias, por el turbio feudo de las aflicciones que habitan en ‘Todo permaneció en silencio’ –sordas alusiones al siniestro testimonio oral recogido por Aleksandr Solzhenitsyn, mediante decúbitas incisiones y cosidos sobre papel– o en ‘Bailando con el carcelero’ –II Premio Anakaria al Libro de Artista (2015)– acerca de cuyo proyecto, inspirado en la desgarradora novela carcelaria (y crítica de los totalitarismos) ‘Invitado a una decapitación’, de Vladimir Nabokov, pueden contemplarse algunos testimonios en aguafuerte y aguatinta, en los que “la incisicón incicial dará paso al grabado, que le permite dibujar sobre planchas de metal, otorgando mayor libertad a la imaginación. Misteriosas imágenes lumínicas emergen de universos oscuros como filamentos verticales que recuerdan husos o espigas”, asevera Ana Martínez de Aguilar.
Desazones que habitan, igualmente, en la materia, en el objeto supeditado a la metamorfosis de los compuestos químicos actuando sobre el metal, como acontece en su proyecto de residencia florentino ‘Aguardar’, cuyas once matrices de cobre y zinc y sus ulteriores estampaciones sobre papel japonés Sekishu (‘Desaparecer de sí’) funcionan como una heurística, como un ingenio de revelación y descubrimiento, a modo de “indagación sobre el dolor, la muerte, la consunción de la materia, con lenguaje renovado”, concluye Martínez de Aguilar.
‘Dentro de un agua extraña, mi sombra’ se postula, de este modo, como una excelsa ocasión para aproximarse al recóndito y sutil acervo léxico de la obra de Salehi, sustentado por un horizonte estético equilibrado, intrínsecamente convulso y morfológicamente armónico.
Jose Ramón Alarcón
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