‘SOMETHING NEW, SOMETHING BORROWED’, de Liam Fallon, Philip Gerald y Brandon Lipchik
Plastic Murs
Denia 45, València
Del 3 de mayo al 14 de junio de 2019
Extrañamiento, sensualidad e irreverencia. Es relativamente sencillo encontrar estas características en la exposición ‘SOMETHING NEW, SOMETHING BORROWED’. Los artistas que la integran comparten la voluntad de que sus trabajos no se queden anclados en la mera satisfacción estética. Y para ello, se adentran con lucidez y afán transgresor en campos de investigación que alcanzan cuestiones como la autoría, el archivo, la memoria y los afectos.
El trabajo de Brandon Lipchik pone en diálogo muy diversos modos de visualidad. Su punto de partida son los inabarcables flujos informativos del universo virtual, a los que somete a un cuidadoso proceso de selección y remezcla. El artista modula dentro de un mismo soporte imágenes procedentes de la web, referencias a la historia del arte, elementos extraídos del ámbito del diseño y objetos vinculados a su propia intimidad doméstica. La hibridación entre la estética digital y la técnica pictórica logra que cuestionemos la naturaleza de aquello que estamos mirando. Además, detrás del aparente desorden compositivo de sus cuadros, Lipchik enhebra muy sutiles capas de sentido; entre ellas, plantea un inventario de fetiches propios de la cultura queer, y que permiten leer —al menos a aquellos que desplacen su mirada fuera de lo normativo— un fascinante diario de afectos, vínculos y deseos.
Los dispositivos tridimensionales de Liam Fallon son objetos reconocibles y extraños a la vez. La clave para su entendimiento radica, por tanto, en mirar más allá de las apariencias. Si bien su trabajo parte de un proceso de esculturación de lo cotidiano, su objetivo último es indagar en la construcción de identidades silenciadas. Sus paredes de ladrillo funcionan como relectura del mediometraje de Jean Genet ‘Un Chant d’Amour’ (1950), donde la fuerza de un deseo homoerótico, y en consecuencia clandestino, era capaz de atravesar los muros.
El discurso de Fallon se articula a través de artefactos que, pese a su apariencia lúdica y su estética cercana al pop, encarnan una vertiente poética de alto valor emocional. Sus obras actúan como indicadores de espacios sociales queer arrasados por las narrativas hegemónicas. En este sentido, una pieza tan sencilla como ‘Love Club’, un garrote de color rosa, plantea la urgencia de desenterrar aquellas voces disidentes que la historia ha dejado en los márgenes.
Finalmente, las pinturas de Philip Gerald invitan a una contundente sonrisa: sus figuras parecen haber sido elaboradas digitalmente a través de un precario editor de imágenes. Tanto las formas desproporcionadas como la planitud del color remiten a una creatividad ingenua y desprovista de cualquier convención. Unos modos que se encuentran lejos de los discursos habituales de la pintura. Y en esa distancia radica, precisamente, su principal atractivo. El trabajo de Philip Gerald no solo reivindica lo imperfecto, lo inacabado, lo hilarante y lo gamberro, sino que también proyecta estas características sobre escenas emblemáticas de la historia del arte. El resultado no es un gesto meramente irreverente o iconoclasta; más bien se trata de una oportuna traducción visual a unos códigos que, desde hace apenas un par de décadas, han invadido nuestro imaginario colectivo y virtual.
Carlos Delgado Mayordomo
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