La banda, de Roberto Bueso
Presentada en el Festival Cinema Jove de Valencia
Viernes 21 de junio de 2019
El valenciano Roberto Bueso debuta en el largometraje con La banda, película con la que tuvo el honor de participar en la Sección Oficial del pasado Festival de Málaga y que ahora se ha presentado en Cinema Jove. Cuenta la historia de cuatro amigos unidos por esa banda municipal de música a la que alude el título, centrándose en Edu (Gonzálo Fernández), que regresa al pueblo tras su estancia en Londres. En la capital inglesa, ha sido incapaz de culminar la audición a la que se presentaba, ocultándoselo a sus padres y amigos, lo que le sumerge en una gran incertidumbre. La película, producida por Fernando Bovaira, ha contado con un presupuesto de 600.000 euros y rodada en diferentes municipios valencianos.
Los chicos de Marco Ferreri aparece en un momento de La banda. ¿Ha sido su principal referencia?
Bueno, la referencia básica, para mí, es Los inútiles, de Federico Fellini. También está Diner, de Barry Levinson. Los chicos viene después. Yo tenía ya escrito el guión y, por tema de derechos, no podía utilizar imágenes de otras dos películas y recordé la de Ferreri, que vi hace un montón de tiempo, y de repente cuadró todo. Es una película que comparte muchas cosas: una juventud desnortada en un momento de cambio, y una película también de iniciación.
La visión que ofrece la película de esa juventud es más bien amable. ¿Quería alejarse de esas otras visiones más crudas de cierto cine posmoderno?
Lo hago por tendencia natural. En algunos momentos sí me planteé si no estaba siendo demasiado amable. Creo que hay que reconocer los problemas, pero después no dejarse vencer del todo. Va en mi carácter. La película trata de quitarle gravedad a todo lo que le está pasando a Edu. Es un chico que llega al pueblo con una serie de problemas, asustado, que tiene que tomar una serie de decisiones y no sabe qué camino escoger, pero que cuando se le van despertando los sentidos, los fantasmas que tiene en su cabeza van desapareciendo.
El título, La banda, ¿juega con el doble sentido de la palabra?
Sí, yo tenía claro que quería hablar de una pandilla de amigos, pero en esa doble acepción de colegas de toda la vida, pero al mismo tiempo de la banda musical, que es un fenómeno muy nuestro, muy valenciano.
La película refleja la oposición entre la vida tradicional del pueblo y el de las grandes ciudades, como Valencia o Londres, de la que viene su protagonista.
Sí, a mí me ha servido para hablar de la zona de confort. Esto de cabeza de ratón o cola de león está en la película. Esa cosa de ¿qué hago, me quedo en el pueblo y llevo una vida más tranquila, o me atrevo a salir y buscármela por ahí? Es una zona de confort de la que Edu tiene que despegar.
El sexo y la muerte son dos de los temas centrales del arte y ambos están en su película.
Yo creo que tienen mucha relación. Edu llega al punto culminante de su relación con Alicia [Charlotte Vega], que es la chica que encarna su ideal romántico, el amor platónico, y cuando consigue lo que estaba ansiando, resulta que se ensombrece, dándose cuenta que ese no es el camino, aunque todavía no encuentra palabras. Y la muerte de la madre de su amigo Juanma [Pepo Llopis] le sirve para meterle en una serie de pensamientos más profundos acerca de lo que está haciendo en su vida.
El miedo al compromiso, al casamiento, también está muy presente.
Hay elementos personales en la película, sin ser autobiografía. Me he dado cuenta, por ejemplo, que en mis relaciones con las chicas tengo una creencia en el amor que a lo mejor no se corresponde con mi edad. Y el lugar en el que encuentro que hay algo ahí operando es el poder de la imagen que tengo de mis padres, que llevan casi 50 años casados y todavía tienen gestos de novios.
“Son cosas que pasan”, dice uno de los personajes, refiriéndose a la infidelidad. “No, son cosas que haces”, responde otro.
Es que ese nivel ético forma parte de nuestras vidas. Sabemos cuando nos hemos comportado mal con un amigo. Y esta frase que mencionas, en la que uno deja de desviar balones y asume sus actos, creo que es fundamental para ese proceso de madurez. Y a mí me interesaba, porque creo que una cosa es la moralina y otra muy distinta es tener un punto de vista moral sobre las cosas. Me daba miedo que esta frase sonara demasiado moralista, pero creo que no, e incluso me parece que es algo a lo que aspirar. Alude a no descargar la responsabilidad fuera, sino asumir lo que hacemos.
“No encontramos ese lugar en El Saler, porque ya no existe”. ¿Despegarse de cierto lugar imaginario cuesta?
Los personajes están tratando de encontrar su lugar en el mundo. Y en esa búsqueda, Edu toma la peor de decisión, que es la de tratar de encontrarlo en el pasado. Es algo terrible que hacemos, porque somos reduccionistas cuando pensamos que el pasado fue mejor. En el fondo, lo que hacemos es intentar un viaje al pasado, a ese momento en el que no tomaste la decisión correcta, cuando resulta que ese lugar ya no existe y tú tampoco eres ya el mismo. Entonces, lo que toca es pasar página y enfrentarte al mundo, sin miedo y sin lastres.
Ha utilizado muchos lugares como escenarios para la película: Carcaixent, Alzira, Algemesí, La Vall d’Uixó, Valencia, Londres. ¿Fue complicado el rodaje?
Fue sencillo ir a rodar a los sitios, porque encontramos mucho apoyo y facilidades. Y luego hay cosas que aprendes. Por ejemplo, uno de los errores que me achaco es la cantidad de localizaciones que tenía en el guión. Eso nos complicó mucho. Le da cierto color, tiene algo positivo, pero hubo localizaciones que cayeron luego en montaje y ahí palmamos media jornada. Tenía que haber limitado un poco más las localizaciones.
Aparecen dobles de los protagonistas en los títulos de crédito. ¿Por qué razón?
Sí, los tuvimos para la secuencia de la Albufera, porque el agua estaba helada. Los protagonistas se tiran, pero para planos recurso y planos generales empleamos especialistas que aguantaban un poco más en el agua. Es una secuencia que está grabada también en piscina, porque los planos cortos no son ya la Albufera, pero nos quedó muy bien y nadie lo nota.
Es su ópera prima, ¿le costó lograr la financiación?
La película tiene ayudas del ICAA, del IVC, de À Punt Media, de Movistar y de TVE que entró después del rodaje. Se hizo con unos 600.000 euros. Fernando Bovaira ya nos decía que encontrar financiación para este tipo de películas es muy difícil. Es valenciana, hecha con actores no profesionales y sin grandes estrellas. Hay pocos asideros. Lamentablemente es así, porque cuando no tienes una televisión tipo Telecinco o Antena3, con las que ya tienes hecha la financiación, pues hay que lograrla como si fuera un puzzle, iniciando el camino y atrayendo poco a poco el dinero. Fue muy complicado, pero estoy muy contento con el resultado.
¿El cine valenciano está de enhorabuena?
Yo estudié en Madrid y vine a Valencia, que es de donde soy, y la sensación que tengo es de cierto optimismo. Ahora bien, lo de cine valenciano pues habrá que esperar. Lo que hay que hacer es buenas películas y, lo mismo que ha pasado en Cataluña o el País Vasco, contar historias desde lo nuestro, de lo que conocemos, con vocación de que sean universales. Y lo que es muy sano es que haya todo tipo de películas, desde thriller hasta comedias más desenfadadas a otras más pequeñas y tiernas, y que todo camine a la vez.
Salva Torres
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