Fernand Léger y la vida moderna
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
C / Guillem de Castro, 118. Valencia
Del 3 de mayo al 15 de septiembre de 2019
“Quiso abrazar la tecnología de forma positiva”, dijo Darren Pih, comisario de la exposición Fernand Léger y la vida moderna, que el IVAM presenta en colaboración con la Tate Liverpool. Exposición que, según José Miguel Cortés, director del instituto valenciano, marca un hito, porque no se había visto “en los últimos 20 años una exposición así y pasarán otros 20 para ver algo igual” en un museo español, para destacar a continuación los préstamos de distintos museos europeos a la hora de confeccionar la muestra. Un centenar de pinturas, dibujos, grabados, fotografías y cine de un artista que humanizó el maquinismo en su obra.
“Su experiencia en las trincheras y la crudeza de la guerra le llevó a querer humanizar lo que vio a través del arte”, explicó Pih, dejando constancia de la fe que Léger tenía en la tecnología y en el arte como transmisor de energías positivas. “Aunque veamos formas abstractas son reconocibles”, destacó el comisario, poniendo enseguida el foco en la necesidad del artista de aproximar el arte a la ciudadanía: “Quería que su arte tuviera sentido para la gente”. “Veía belleza en los objetos sencillos, hasta en un montón de platos”, añadió.
Su fe inquebrantable en el progreso de la humanidad, reflejado en el maquinismo de principios del siglo XX, fue tal que ni siquiera los avatares de la guerra le hicieron cambiar de idea. El barro y los cuerpos mutilados, las botas de los soldados y los troncos de los árboles, como se apunta en el catálogo que acompaña a la exposición, lejos de convertirse en un amasijo de objetos sin sentido, a Léger le provocaba la necesidad de transformar lo siniestro en belleza. He ahí, el cubismo humanizado del artista que, según Pih, “anticipó el Pop Art”.
“Es un artista fundamental para entender las vanguardias del siglo XX y lo que estamos haciendo actualmente”, afirmó Cortés, que citó al Equipo Crónica como “altamente influido por Léger”, avanzando una próxima exposición en torno a esa influencia entre quien “creó un lenguaje propio que pocos artistas han conseguido”, y el grupo artístico fundado en 1964 por Manolo Valdés, Rafael Solbes y Joan Antoni Toledo.
“Quedó marcado por el cambio en el paisaje urbano de la época y quiso reflejar la rapidez de la vida moderna, con la maquinaria, la rotación, el movimiento, los colores de la publicidad”, señaló Pih, quien se atrevió a destacar el fotomural de la Exposición Internacional de 1937 como su preferido de la exposición. Léon Blum, del Frente Popular francés, fue quien le llamó para que lo hiciera, centrándose Léger en recoger lo que él entendía como la fuerza motora de la humanidad, que Pih resumió en la famosa frase de la unión hace la fuerza: “A partir de lo colectivo y lo humano entendía que hay esperanza”, resaltó el comisario.
Los trabajadores juntos que aparecen en algunas de sus obras son el símbolo de esa fuerza, proyectando “un mensaje positivo a pesar de la contienda bélica”. Ese humanismo, actualmente superado en lo que se ha dado en llamar pos humanismo protagonizado por los robots, y la creencia en las virtudes del arte, ahora que muchos lo dan por muerto, convierten a Léger en un artista a contracorriente del propio cubismo y del pensamiento líquido de la posmodernidad. “Espero que no fuera demasiado optimista, porque de hecho los museos existen demostrando que necesitamos el arte. Idealista tal vez sí fuera”, apuntó Pih.
El IVAM celebra sus 30 años vanagloriándose con esta exposición dedicada a Fernand Léger (1881-1995), cuyo cubismo humanizado muestra esa paradoja de la industrialización, que parece reducir al sujeto a mero engranaje de una portentosa maquinaria, al tiempo que le ofrece un poder inusitado. Léger se hizo cargo de ambas cosas, anticipando incluso lo que ya se veía venir con la tecnología: “Un hombre moderno registra 100 veces más impresiones sensoriales que un artista del siglo XVIII”. Ahora se quedaría corto.
“Entendió que había que cambiar el discurso de la pintura para reflejar el dinamismo que observaba en París”, explicó Pih, mientras iba destacando diferentes aspectos de algunas de las obras de la exposición que el IVAM acoge hasta el 15 de septiembre. El cine, por el que sintió una admiración que le llevó a experimentar con él en Ballet Mécanique, y la publicidad callejera, que influyó en sus composiciones murales, son muestras de su inquietud por incorporar a su obra distintos lenguajes.
“La pintura de caballete es estrictamente individual, mientras que la pintura mural es de un orden intrínsecamente colectivo”, afirmaba Léger, artista de profundas convicciones socialistas. “Apeló a atraer a la gente corriente al arte y a fomentar la colaboración entre los sujetos”, señaló el comisario, que en todo momento se refirió a la simbiosis que el artista hacía entre las máquinas y su humanidad: “Incluso cuando representa a soldados como robots sigue mostrando humanidad”, remarcó Pih del artista cubista que, por todo lo apuntado, huyó del frío que destilaban en otros campos artísticos y sociales las máquinas.
Salva Torres
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