‘Metralla’, de Jesús Zomeño
Alud Editorial
España. 2019
Las balas silban en torno a los personajes que pueblan estas páginas. Pero el lector no oye el ruido de la guerra, sino los gemidos de sus tripas, los suspiros de sus almas. La mayoría son viejos conocidos que regresan al papel, junto a otros inéditos que se suman al cosmos de Jesús Zomeño. ‘Metralla’ (Alud Editorial) es un nuevo planeta en el sistema literario que orbita la Primera Guerra Mundial creado por este autor. Con cuatro libros de relatos inspirados en ella, Zomeño ha publicado también varios poemarios, la novela ‘El cielo de Kaunas’ y trabaja en varias historias a la vez. Ganó el Premio de la Crítica Valenciana con ‘De este pan y de esta guerra’.
¿La publicación de ‘Metralla’ señala una nueva fase en su trayectoria?
Toda antología implica hacer balance del pasado y, a veces, cerrar una etapa. Sin embargo, en mi caso, he intentado añadir relatos inéditos como ejemplo de que el proyecto continúa. Los textos y la temática no se estancan, siguen paralelos a un proceso de maduración personal, afectiva y racional, pues ellos reflejan mi estado de ánimo, impulsos y reflexiones, lo cual, por otra parte, es común en todos los escritores. En mi caso he decidido permanecer en ese contexto de la Primera Guerra Mundial para situar a mis personajes en ella e intentar explicar la actualidad, por eso el último relato de la antología es un inédito titulado ‘Elemental, querido Ubú’ donde reflexiono acerca del irracionalismo (origen de la postverdad), porque Holmes se enfrenta con su mente racional al irracionalismo que él supone es obra de Moriarty.
¿Cómo eligió los relatos que la integran?
He publicado cuatro libros del tema y reuní los preferidos del editor, Julio Moya, con los que a mí más me gustaban. Luego me puse a corregirlos –o actualizarlos- y me di cuenta que algunos de mis mejores relatos, como ‘Supervivientes’ o ‘Piedras negras’, los veía incompletos pero era incapaz de mejorarlos y los deseché para esta recopilación. Quizá haya otra antología alguna vez.
Por sus libros desfilan gran cantidad de personajes la mayoría con nombres extranjeros. ¿Constan todos registrados por igual en su memoria o tiene ‘hijos’ preferidos?
Escribo porque disfruto cuando lo hago, eso implica que los relatos contienen multitud de secretos porque es como si en cada historia escondiera un tesoro y el texto fuera el plano del tesoro, sin referencias. Normalmente los nombres obedecen a algo, por eso, por ejemplo, los personajes de ‘Hablemos de la belleza’ tienen el nombre de soldados británicos enterrados juntos en un cementerio de Bélgica.
A veces da la impresión que no siente ninguna simpatía por ellos, como si no le importara lo que puedan hacer.
Me importan mucho. Todos los personajes son optimistas, no hay angustia en ellos, porque tratan de sobrevivir. Sobreviven, eso sí, en el plano psicológico. Todos desarrollan mecanismos de defensa ante la realidad, se adaptan a lo que viven y sobreviven. El mensaje final es optimista, no hay desesperación. El ser humano desarrolla sus mecanismos de defensa y mentalmente se adapta a cualquier cosa, es como si el cerebro fuese una rata capaz de devorarlo todo. Como ha dicho el escritor iraquí Ahmed Saadawi: “En las guerras, la felicidad puede más que la realidad”
El lenguaje poético y depurado contrasta con el horror que cuenta. ¿Es ese contraste lo que alienta y estimula su creatividad?
El ser humano depura la realidad y la trivializa o la embellece cuando es necesario. En Una ciudad en la India el protagonista, según dispara y mata, va creando un paralelismo entre los alemanes que atacan y los hermosos recuerdos de una ciudad en la India, a donde piensa ir cuando todo acabe. No lo hace para burlarse de los enemigos que mata, sino para olvidarse de lo que está haciendo. Si asumiera con consciencia plena lo que ocurre, se volvería loco.
No son relatos propiamente bélicos pero sí de situaciones límite que muestran lo mejor y peor de cada individuo. Sin embargo, se mantiene fiel a la Primera Gran Guerra. ¿Por qué esa fijación?
La Primera Guerra Mundial me atrae en un primer momento como impulso estético, por sus elementos de alambradas, máscaras antigás y trincheras; pero luego descubro que es el escenario perfecto para reflexionar sobre el ser humano. No hay mucho movimiento en esa guerra, es una muerte estancada, donde las posiciones se mantienen durante años, y por eso se ejercitó más el cerebro que los músculos. La trinchera evoca el mito de la caverna de Platon o el de la tribu de los inmortales de Borges.
Bel Carrasco
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