‘Impacte de la Covid-19 al fotoperiodisme’
Mónica Torres (El País), Alberto di Lolli (El Mundo) y Germán Caballero (Levante)
Moderadora: Noa de la Torre
Unió de Periodistes Valencians
Viernes 29 de mayo de 2020
“No nos engañemos, el poder no tolera más que las informaciones que le son útiles”. Lo dijo la escritora y filósofa feminista Simone de Beauvoir y, como si de un eco se tratara, los fotoperiodistas Mónica Torres (El País), Alberto di Lolli (El Mundo) y Germán Caballero (Levante) han subrayado ese carácter utilitarista de las instituciones públicas e incluso privadas a la hora de facilitar el trabajo de los periodistas, canalizando dicha labor informativa en una sola dirección acorde con los interés partidistas del gobierno de turno. Lo hicieron en un encuentro online organizado por la Unió de Periodistes Valencians, bajo el título de ‘Impacte de la Covid-19 al fotoperiodisme’, que moderó Noa de la Torre, presidenta de la Unió.
Mónica Torres se pronunció, para abrir el debate, de forma taxativa: “La situación del fotoperiodismo actualmente es pésima. No tenemos ningún apoyo real de los periódicos y la gente va muy por libre. Por parte de los estamentos nos han hecho una clausura absoluta a la información y ha sido bastante difícil trabajar”. Dijo hablar desde su propia experiencia como freelance durante 25 años en El País, subrayando cómo, en la situación actual, el fotoperiodismo “es cuando más falta hace y justo ahora es cuando peor está remunerado, lo cual es una paradoja”.
Germán Caballero no le fue a la zaga: “Comparto esa idea de que cuando más necesario es el fotoperiodismo, más precaria es nuestra situación”, añadiendo que tal inestabilidad no era cosa de ahora, sino que la llevan sufriendo desde la crisis de 2008. “Venimos de una profesión que estaba ya en coma y con el tema del Covid ha sido como otro golpe que nos han pegado. En esta situación es muy difícil trabajar, porque además de la reducción de ingresos, al mismo tiempo desde las instituciones públicas no se nos ha facilitado el acceso a ciertos lugares como hospitales o cementerios, que en una pandemia son básicos. El diagnóstico de cómo está la profesión, para mí, es que está en coma”, resaltó.
Alberto di Lolli amplió el marco del debate extendiendo los problemas del fotoperiodismo al periodismo en general que, en su opinión, se ha “devaluado muchísimo, lo que pasa es que nosotros los fotoperiodistas somos la cara visible de esa devaluación”. Su trabajo tiene dos particularidades que él destacó: “Para hacerlo tenemos que ir a los sitios y necesitamos tiempo para documentarnos gráficamente y hacer buenas fotos”. Luego abundó en los problemas del oficio durante la pandemia, aprovechada para cercenar su labor, pero que Di Lolli extendió en el tiempo: “Desde hace muchos años, por parte de las instituciones, no solo públicas sino también privadas, hay una cada vez más grande ambición por controlar la información. Yo no hablaría directamente de censura, porque es algo como más evidente, sino de algo más sutil y, por tanto, más peligroso”.
Se refirió a cómo los gobiernos, los partidos y las empresas “te dan un acceso con cuentagotas a las cosas y cada vez quieren tener más controlado hasta dónde puedes llegar. Y esa ambición por controlarlo todo se ha puesto de manifiesto con esta pandemia, porque es algo que ha desbordado a todo el mundo en todos los niveles y, en ese desbordamiento, yo he encontrado más facilidades de acceso a los hospitales por parte del personal sanitario, que teóricamente era quien estaba más desbordado y focalizado en su trabajo, que por parte de los responsables de prensa y de las instituciones públicas. Los sanitarios estaban deseosos de que se contara lo que estaba ocurriendo, porque ellos vivían una realidad en su día a día que luego en los telediarios no aparecía”.
Torres se formuló la cuestión de si no se habían quedado cortos transmitiendo las imágenes de lo que estaba ocurriendo, “porque si hubiéramos podido entrar en el momento en que estaba todo caótico, a lo mejor la gente que no se lo acaba de creer sería más consecuente ahora al salir a la calle. Aquí no se ha podido. No te contestaban ni por mail, ni por wasap, ha sido desesperante”. “Se ha dulcificado la información gráfica que ha llegado a la sociedad”, señaló Caballero, que también pensaba que, cada vez más, se estaba intentando controlar la información. “De manera que con la excusa de evitar contagios, se han cometido abusos. No hay censura como tal, pero sí control de la información, porque no se ha podido documentar lo que pasaba cuando la pandemia estaba en su punto más alto”, agregó.
Di Lolli puso el acento en la universalidad del derecho a la libre información, de manera que no era de la sola incumbencia de los periodistas, sino de todos los ciudadanos. “No creo que los periodistas tengamos que hacer la reivindicación sobre si se está limitando la información, sino que tiene que ser la ciudadanía. Y si la ciudadanía hacia lo que va es hacia un modelo totalitario donde solo se cuente una cosa, donde el pudor se imponga, donde es mejor que la vida sea bonita a que sea real, bueno pues será lo que la gente quiere”, lamentó.
“Yo me pregunto”, continuó Torres, “si realmente a la gente le interesa lo que ocurre, sobre todo ahora que hay más desinformación que información. Cualquiera puede ir con un móvil, meterse en un hospital, grabar y luego colgar la noticia, incluso vender esas imágenes a una agencia y publicarse. Y la gente se está informando también así. Esto es un caos, porque yo para hacer una noticia me informo y puedo pasarme siete horas hasta hacer una foto. Es un trabajo muy laborioso. Y para que los medios sean creíbles lo que se muestra también tiene que serlo. El periodismo no puede ser gratuito”.
Para Di Lolli el problema es que se ha confundido la cantidad con la calidad. “Cuando se abre el espacio de Internet y de las redes sociales se empieza hablar mucho del periodismo ciudadano, que es el periodismo gratis en el fondo. Entonces, se empieza a transmitir la falsa idea de que el acceso a muchas cosas y de forma libre es mejor, y a lo que hemos llegado es a una situación de sobresaturación de ruido. Lo que se ha generado con las redes sociales es una cantidad de ruido que más que aportar luz e información a los ciudadanos, muchas veces lo que genera es una confusión absoluta”.
Caballero puso en duda que la mayoría de la sociedad considerara el periodismo un sector esencial, lo cual daba lugar a lo que llamó una tormenta perfecta. “Estamos en una crisis de credibilidad muy importante que padecen los medios de comunicación y que parte de 2008 y de esa idea de todo gratis en Internet, con unas deudas cada vez más grandes por parte de esos medios y una información cada vez más sesgada en virtud no ya de una línea ideológica de ese diario, sino de unos intereses económicos que hay detrás sosteniendo ese medio de comunicación. Al mismo tiempo, estamos en una sociedad cada vez más polarizada y más frentista, donde la gente se quiere creer lo que ya piensa”.
Alberto di Lolli se refirió a una fotografía suya que, por su crudeza, levantó cierta polémica. “Esa semana éramos el país del mundo con la tasa de mortalidad más alta por población: teníamos 38 por cada 100.000. En ese contexto, qué imagen se puede transmitir de una pandemia donde el foco está en esa tasa: pues la que tiene ver con esas muertes. Y esa imagen contaba otras cosas que eran importantes: la mortalidad sin contabilizar en domicilios. Creo que han faltado imágenes duras como ésa, para que la gente se corresponsabilice con la gestión del contagio. Nuestro trabajo es como un espejo que ponemos delante de la sociedad para que se mire a sí misma. Cumple una misión penitencial”.
“Cuando las imágenes son de un niño muerto en una playa turca todo el mundo las comparte”, remarcó Caballero, quien agregó: “Y probablemente quienes critican la imagen de Alberto, aquella la compartieran. Cuando tenemos una realidad tan bestia en la puerta de casa se ha de mostrar, porque se ha de anteponer el derecho colectivo al individual. Otra cosa es el uso que se puedan hacer de esas imágenes en los medios de comunicación y lo que se pueda contar con esa imagen”.
“Me sorprende”, abundó Torres, “que la gente se escandalice por ese tipo de imágenes, cuando está acostumbrada a consumir unos altos niveles de violencia en las películas. ¿Qué se ve en las redes sociales? ¡Si es una brutalidad! Creo que es un poco hipócrita. Otra cosa es la instrumentalización que los periódicos puedan hacer con nuestras imágenes”. Di Lolli lamentó que en la sociedad occidental se estuviera dando la espalda al dolor y a la muerte. “Nos está invadiendo un pudor que nos impide ver nuestras debilidades. Se está imponiendo una autocensura social a todos los niveles”, concluyó.
Salva Torres
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