Remando en el mismo barco (V) | Testimonios de parejas dedicadas a la cultura
Con los dramaturgos y guionistas Antonio Escámez y Víctor Sánchez
Sábado 6 de junio de 2020
Imposible aburrirse en casa de estos dos artífices de ficción. Incluso en los momentos más tediosos del largo confinamiento han podido montarse sus propias funciones y películas, porque entre ambos dominan casi todas las facetas de la creación escénica. Desde que comparten su vida hace cuatro años –se conocieron en enero de 2016– entablan entre ellos singulares sinergias que amplifican sus respectivos potenciales artísticos. «Nos conocimos porque el teatro es una pequeña gran familia», dicen. «Tenemos muchos amigos en común, aunque no hizo falta que nos presentaran. Nos unió el azar y la pasión que compartimos por el cine y el teatro».
Actor, dramaturgo y guionista, Antonio Escámez ha desarrollado su versátil carrera en teatro, cine y televisión. Víctor Sánchez es director de escena, dramaturgo, tiene su propia compañía, Wichita Co., y ha trabajado también como guionista dirigiendo un cortometraje.
Como pareja colaboran según distintas fórmulas. A veces, uno trabaja en el proyecto del otro o viceversa, y cuando se trata de guiones lo hacen conjuntamente. Bajo la batuta de Sánchez, Escámez formó parte del montaje ‘What is love? Baby don’t hurt me’ (versión libre de ‘Ivánov’, de Chéjov) que se pudo ver en el Teatre Principal de València esta temporada. Por su parte, Sánchez trabajó como asistente de director y consultor dramatúrgico en ‘La Reina del Baile de COU 1995’, montaje que Escámez escribió y dirigió.
Cuando escriben para cine trabajan en equipo. «Entonces somos cuatro manos, dos cabezas y dos corazones». Juntos adaptaron ‘Cuzco’, cortometraje que, posteriormente, dirigió Sánchez. Juntos también han adaptado al cine ‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’, que se rodará este otoño, a partir de la obra de Sánchez que ganó un Premio Max a mejor autoría revelación.
A lo largo de estos últimos meses de confinamiento les ha preocupado no poder ver a sus respectivas familias, perder la libertad o que sus proyectos de vida quedaran en stand by. «Pero nos ha inquietado, sobre todo, el dolor que esta situación ha generado en la sociedad y la incertidumbre venenosa que se ha cernido sobre nuestra ya incierta profesión», dicen. «No obstante, hemos aprendido a vivir en el más absoluto presente sin necesidad de recurrir a ningún libro de autoayuda, religión oriental o práctica de meditación. No teníamos otra. Paso a paso, hemos ido construyendo una rutina libre de miedo. Aunque los días malos han estado ahí. Y puede que vuelvan. Pero ahora tenemos otros recursos que no conocíamos».
Con «trabajo y soñando», con su rico bagaje de creatividad esperan salir de esta. «En el año chino del caballo aprendimos que los cambios de ruta están ahí. Uno decide una dirección, trota hacia su destino, pero la vida… se impone. Y hay que estar preparados para saber cambiar de rumbo, adaptarse y seguir cabalgando. La vida es rizoma. Ahí lo dejamos».
Pero no se trata de un ‘sálvese quien pueda’. «Creemos que de las crisis tenemos que salir todos y no dejar cadáveres por el camino. Después del austericidio de la década pasada parece que volvemos a estar en la misma encrucijada. De esta crisis no se sale desde las políticas individualistas e insolidarias que impone el neoliberalismo. Es necesario un nuevo ‘Green New Deal’ a nivel planetario a nivel económico y social. Y a nivel cultural, necesitamos un nuevo relato sobre la globalización. Somos una aldea global, ahora lo estamos sintiendo, experimentando. La globalización no tiene que servir solo para deslocalizar fábricas, abaratar la mano de obra, garantizar la extensión del capital, etcétera. Eso solo genera miseria, miseria y más miseria. Porque la miseria no engendra otra cosa. No hay cultura en la miseria. Hay una cultura en la pobreza, pero en la miseria solo hay miedo».
Escámez y Sánchez consideran que el Gobierno tiene que volver a confiar en la cultura y en el arte como expresión que libera el alma de las terribles cargas del día a día y del sufrimiento. «Las ficciones son la escuela y el hospital de la vida. Acudimos a ellas para aprender a ser humanos y para reparar nuestra alma. Las ficciones son importantes. Los países deben de contar sus historias, si no, ¿qué sentido tiene vivir? Por eso mismo, creemos que el Gobierno debe de garantizar que los trabajadores de la cultura no se queden por el camino, pues somos los que creamos las ficciones, esos espejos donde la gente necesitará mirarse para comprender cuando el shock haya pasado y quede la debacle. Se nos debe ayudar con inyecciones de dinero, obviamente. Porque son muchas las familias que vivimos de esto. Y también debe de garantizar la vuelta a los escenarios y a los cines. Porque se puede consumir cultura en casa, pero qué pobrecita se queda cuando no la podemos compartir con los ojos de nuestros iguales, sentados codo con codo en las butacas, respirando el mismo aire sin miedo a esa palabra tan fea que es ‘contaminarse'», concluyen Escámez y Sánchez.
Bel Carrasco
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