#MAKMAEntrevistas | Cristina Ramírez (artista)
Figuración detallada basándose en el cuestionamiento del sujeto y del mundo a través del paisaje
Miércoles 24 de junio de 2020
Podemos comenzar diciendo que continuamos en contacto con artistas que no dejan de trabajar en sus proyectos, tras el periodo de confinamiento, debido a la pandemia que continua acechando y condicionando nuestras vidas. No obstante, mundialmente estamos intentando retornar lo más pronto posible a una «nueva normalidad» en la que, por desgracia, en la mayoría de los casos, no nos deja acercarnos a los espacios culturales para sentir el arte tan cerca como nos gustaría. Pero hay solución para ello: aproximarnos a esos artistas que no dejan de demostrar su valor y su empeño para regalar lo mejor al visitante o espectador.
Hoy, nos dejaremos llevar por nuestra imaginación y nos trasladaremos a una sala donde se encuentran las obras de la artista Cristina Ramírez, quien nos da pistas de su trabajo, de esta manera: «en este proyecto el paisaje y la naturaleza son escenario y protagonista al mismo tiempo; representando un mundo que ya no pertenece al ser humano, recorrido, removido y agitado por fuerzas de origen sobrenatural. En los dibujos se levantan precarias arquitecturas, montículos y agujeros, ruinas naturales que funcionan como lugares simbólicos, portales a otros mundos, restos que permanecen para mostrarnos el poder de esas fuerzas invisibles».
Ramírez nos deja patente que otro de los pilares de su obra es la paradoja, lo que debería ser y no es; un intento de representar lo impensable, lo otro. «Esto da lugar a un trabajo meramente especulativo, a dibujos que, como la ciencia ficción, se basan en conjeturas y participan de la transgresión de lo real mediante la inserción de un hecho imposible».
En otras palabras, estos paisajes y escenas se sitúan en una zona fronteriza y no son tanto la representación de un universo visionario, sino su inminencia; es mirar hacia ese otro universo sin llegar a ver.
¿De qué trata tu obra?
Desde el inicio, en mi obra existe un cuestionamiento del sujeto y del mundo a través de la representación del paisaje. Éste, a menudo, imagen de nuestro mundo, se deforma, se rasga y se pervierte al entrar en conflicto por la irrupción de un mundo ajeno, de unas fuerzas desconocidas de otro orden. Para ello hago uso de una figuración, en exceso, nítida, prolija en detalles que no ofrece descanso a la mirada.
La mayoría de mis dibujos o esculturas son piezas de umbral: presencias o espacios intermedios, fruto de la intersección de dos mundos, el nuestro y aquél otro desconocido. En las obras hay una intención consciente de agotar la mirada, de retirarle los anclajes, bien sea por la superabundacia de información gráfica; bien por una ruptura con el punto de fuga único que le obliga a deambular de un lado a otro, recorriendo la superficie de la pieza; o bien por una fractura en la narración que viene dada por la inclusión de la geometría como elipsis o símbolo de esa otra naturaleza no humana. La paradoja se convierte, así, en una constante en virtud del deseo por mostrar lo informe, lo impensable, lo desconocido, a través de un exceso de materialismo.
En mi obra se da una crisis simbólica del orden que, además, conlleva un giro en la mirada, desechando un punto de vista antropocéntrico. Este desplazamiento pone el foco en lo nimio y anecdótico de la posición cósmica de nuestra especie.
¿Cómo ha evolucionado tu obra?
Desde el inicio, mi trabajo mantiene un denominador común, y es el interés por la fractura de lo real a través de la irrupción de un mundo absolutamente ajeno. A esta idea fundamental se han ido sumando otras, como he comentado en la anterior pregunta, que han hecho que la obra gane en complejidad y en honestidad en la correlación entre forma y discurso.
Formalmente, el avance se ha producido en tres direcciones: por un lado, los trabajos sobre muro; por otro, la obra sobre papel y, por último, las incursiones que he comenzado a hacer en el plano de la escultura.
En los murales, la pared ha ido adquiriendo cada vez mayor carga simbólica; el muro ha dejado de ser un mero soporte para convertirse en una especie de membrana que separa nuestra realidad de ese otro mundo sobrenatural al que mi pintura alude. En este aspecto, he desarrollado un interés cada vez mayor por las composiciones que implican la confluencia de dos muros; la esquina se presenta, entonces, como un acceso al abismo, tal y como la entendía H.P. Lovecraft; o como entrada a la propia psique, siguiendo a Ballard.
Por otro lado, en la obra sobre papel se ha producido una evolución hacia imágenes más libres, con menos complejos, donde el vínculo con la pintura de historia o de paisaje que en un principio era más palpable, ha dado paso a cierto giro pulp.
Por último, el salto a la escultura ha supuesto de nuevo una liberación. He encontrado la traducción lógica de mi obra gráfica, de ese paisaje que deformo y pervierto, al volumen. Así, he llegado a crear una serie de piezas donde el paisaje aparece contenido en una geometría alterada, en una huida hacia el espacio no-euclidiano; mantos de excrecencias vegetales, compost y detritus atrapados en llagas, invaginaciones y membranas.
¿Te has sentido encerrada durante el confinamiento, como la palabra indica, o, por el contrario, te has sentido libre y has creado nuevas líneas de trabajo? Y, en relación a esto, ¿cómo ha sido tu actividad durante la cuarentena? ¿Te has mantenido activa?
Lo más complicado del confinamiento ha sido, no tanto el encierro físico como el shock por la irrupción de una nueva realidad con la que debemos aprender a convivir. Una crisis global, la caída de un sistema atrofiado, que nos ha llenado de incertidumbre y en la que ya no hay cabida para viejas soluciones. Ante semejante colapso, he transitado por diferentes estados hasta llegar a inventarme cierta normalidad que me ha permitido seguir trabajando en mi obra.
Las primeras semanas atendía con curiosidad lo que los filósofos de esta época tenían que decir sobre la situación, siendo, de alguna manera, consciente de que lo que estábamos viviendo suponía un punto y aparte en nuestra historia como especie. A la vez, durante estas primeras semanas empiezo a desarrollar una serie de dibujos en pequeño formato casi con carácter terapéutico; obras con un exceso de grafismos, líneas y punteados, que en su mecánica repetitiva tenía un efecto en mi próximo a la meditación, una manera de canalizar la ansiedad.
A medida que pasan las semanas, decido restringir el flujo de información sobre la pandemia. Minimizar la conciencia, tal y como señala Ligotti, analizando ‘El Último Mesías’, de Zapffe, es la única manera de seguir adelante con nuestra existencia. Intentar no ser conscientes de lo que somos y para ello recurrir a estrategias de aislamiento, anclaje, distracción o sublimación; mecanismos de autoengaño que he sentido poner en práctica más que nunca durante estas semanas. Este vivir al día ha sido la única manera de seguir estando, trabajando en el presente.
De esta manera, he podido hacerme un hueco y poder centrarme en mi obra, sin pensar en el futuro inmediato y desarrollar una nueva línea de trabajo. Esta nueva línea surge como resistencia estética a la asepsia y al biocontrol que empiezan a ser cada vez más una realidad tangible. En este trabajo reciente, una serie de masas y tejidos irrumpen en escena en una cita directa al cuerpo y con ello al contacto, a la infección, al sexo; el contagio como celebración de la libertad de la carne.
¿Crees que volverás a la normalidad con esta situación, a nivel de producción, de economía y actividad?
Está claro que caminamos hacia una normalidad diferente en la que tendremos que aprender a vivir con el virus, tenga el nombre que tenga. No podría aventurarme a decir qué trae esta crisis social y económica que se empieza a vislumbrar, pero para los trabajadores de la cultura cuya situación ya era precaria, sin duda plantea un futuro complicado. Creo que vamos hacia nuevas maneras de producción, de economía, de actividad y que su forma dependerá mucho de las decisiones que tomemos ahora.
En definitiva, lo que pretende Ramírez con este trabajo es profundizar aún más en las teorías del pesimismo cósmico y del paisaje, además de en su propio lenguaje plástico.
Irene Valdés
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