‘Tóxikas’, de Pilar Pedraza
Cazador de Ratas Editorial, 2020
Domingo 28 de junio de 2020
Algo en apariencia tan inocente como ir a comprar comida puede convertirse en una experiencia terrorífica. Es lo que ocurre cuando te dejas guiar por una escritora adicta a lo dark, cliente asidua de un mercado con mucha molla: el Central de València. Pillemos, pues, el carro o la bolsa para emprender una expedición que nos pondrá los pelos como escarpias pero con un sonrisa en los labios. Hablamos de ‘Tóxikas’ (Cazador de Ratas Editorial), una colección de doce relatos de Pilar Pedraza con una portada de Mariana Palova no apta para veganos y prólogo de Luis Pérez Ochando. Bajo una capa de ligereza y humor con visos costumbristas Pedraza vuelve a maravillarnos con su peculiar visión de la realidad cotidiana, mientras pone el dedo en la llaga y hurga en la herida. Desfilan insectos comestibles, gallinejas, carne de potro, lironcillos y hasta un crucero con fiesta sorpresa. Pedraza combina su pasión por un barrio, el del Carmen, del que dice que sólo la sacarán «con los pies por delante», con recuerdos de su infancia, de sus viajes y pinceladas cultas, que para eso es una autora de culto. Una delicatessen que estimula el apetito y te deja con ganas de más.
Un viajero muy famoso cuyo nombre no recuerdo dijo que para conocer una ciudad hay que visitar sus mercados. ¿Qué visión ofrece para usted el Mercado Central?
El gran Mercado Central me ofrece, y yo la devuelvo ficcionalizada, una visión mística, nada que ver con ‘El vientre de Paris’, de Emilio Zola, al que admiro profundamente. Un mercado como el que usted menciona es para mí y para ‘Tóxikas’ una catedral profana y un museo mundial del bodegón. Me inspiro en el de Valencia, aunque no sea realmente ese en concreto el que describo, porque es uno de los más hermosos del mundo y también porque disfruto de él todos los días.
Convierte un inocente ‘ir de compras’ en pretexto para denunciar los excesos del capitalismo y las represiones ocultas de nuestra sociedad. ¿Cómo fueron surgiendo estos relatos?
Lo que hay en ‘Tóxicas’ no es propiamente denuncia social, sino sarcasmo, a veces, y otras simplemente regodeo y humor negro; es decir, literatura fantástica. Los relatos fueron surgiendo desde hace un tiempo como pequeños textos en la revista La Charca Literaria, dirigida por Pere Montaner. Al final de la temporada, los recogí, los trabajé a fondo y los agrupé temáticamente con cierto orden: del nacimiento monstruoso a la muerte y sus vanas pompas fúnebres. Me ayudó en el intento mi amigo Luis Pérez Ochando, que es el autor del prólogo y a quien estoy muy agradecida por su apoyo.
Sobrepeso, obesidad, sedentarismo por una parte, y por otra anorexia y obsesión extrema por el culto al cuerpo. ¿Por qué lo alimenticio ha degenerado en enfermedad?
Yo creo que la especie humana en sus ramas hegemónicas blancas, y en su mal llamada sociedad del bienestar, tiene una profunda tara en la configuración del deseo. En otras palabras: no sabe lo que quiere y se deja llevar por el capitalismo, que es ciego e inhumano y adopta formas y modas monstruosos o ridículas. No toco ese tema en ‘Tóxikas’, que no es en absoluto un libro sobre la alimentación y sus aberraciones, sino un fantaseo sobre la visión de las cosas y de sí misma de la protagonista, que camina por el mundo con el inconsciente a flor de piel. Trabajo la mente y la memoria, no el cuerpo biológico.
Menstruación, embarazo, lactancia, menopausia… Por motivos biológicos, la mujer está más familiarizada que el hombre con las miserias de nuestra propia carne. ¿Cómo cree que ha influido eso en la perpetuación de la sociedad patriarcal?
Compleja pregunta que responderé brevemente. Tengo una amiga de gran cultura y talento que, cuando entró en la menopausia, me confesó: “¡Ay, Pilar, por fin soy un hombre!”.
Para compensar los trabajos de la procreación parece que la naturaleza otorga al género femenino una ancianidad más apacible que al hombre. ¿La mujer, cuanto más vieja, más sabia y bruja?
Eso son tópicos, pero algo de realidad hay en ellos: la mujer es superior al hombre en muchos aspectos de la vida, especialmente en los referentes al cuerpo y a lo emocional, sin que ello quiera decir que yo sea sexista. Todo lo contrario: mi feminismo es igualitario y socialista. Por otra parte, hay viejas que ni sabias ni brujas, y viejos maravillosos. El problema es el supremacismo machista ahora llamado patriarcado. Una viuda mayor suele ser feliz, monta un club de lectura, hace yoga o se entretiene con sus nietos; un viudo, es un desastre, se encuentra perdido en la realidad de la vida porque no está entrenado para gestionarla.
El mundo, el demonio y la carne. Según la religión católica son los tres enemigos del alma pero la carne va en tercer lugar, así que tampoco es para tanto.
Tiene razón, pero con la misteriosa “carne”, la iglesia se refiere al sexo, que está muy sobrevalorado a causa de las obsesiones del catolicismo hipócrita y que, mayormente, lo practican los curas abusando de los chicos. Aunque esté la última en la tríada, válgame Dios la lata que ha dado la “carne” católica a hombres, mujeres y niños.
Ahora que la Iglesia no nos tortura tanto con sermones y dogmas, tenemos que lidiar con fanáticos de todo tipo que nos dicen lo que tenemos que comer y pensar.
Yo paso de todo tipo de talibanes y talibanas religiosos o culturales. Soy hija de la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad (o sororidad). Pienso y escribo a mi aire; a mi edad no necesito el nihil obstat de nadie por mucho que ese alguien crea estar en posesión de la verdad. Yo ya tengo mi verdad y bien que me la he currado. La mía es feminista, igualitaria, socialdemócrata, pacifista y ecologista, y su única meta mi felicidad y la de quienes me rodean. Paso de dar doctrina y de recibirla.
¿Le gustaría reencarnarse?
¡Oh, sí! En guepardo de la sabana en Tanzania, corriendo tras las gacelas Thompson. Siempre que veo a un guepardo ponerse a 100 kilómetros por hora en segundos, me entra una envidia tremenda.
¿Se puede vivir sin teléfono móvil?
Se puede y, quizá, se debe, si prefieres la felicidad a la ansiedad. No conozco adminículo o utensilio más inútil y virulento. Hice mi tesis doctoral sin móviles, sin ordenadores y sin Internet. La fotocopiadora era nuestro único lujo y correr perseguidos por los “grises” nuestro deporte. Comprendo perfectamente que estamos inmersos en un cambio profundo y que yo pertenezco todavía a la contracultura, que era la cultura de verdad según nosotros mismos, y que ahora ya no la conoce ni quien la inventó. Pero con móvil o sin él, soy fan de Internet, Google es mejor que la Enciclopedia Espasa, y yo, por ahora, tan joven como el que más.
Bel Carrasco
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