‘¿Cuál es nuestro hogar?’
Comisariado: José Miguel Cortés
IVAM
C / Guillem de Castro, 118. Valencia
Del 16 de julio de 2020 al 31 de enero de 2021
Jueves 16 de julio de 2020
‘¿Cuál es nuestro hogar?’ Tal es el título de la exposición con la que el director del IVAM, José Miguel Cortés, a su vez comisario de la misma, se va despidiendo del museo que ha dirigido durante los últimos seis años. “Me voy con la satisfacción inmensa de haber sido director del IVAM”, dijo. Termina contrato en septiembre y la Conselleria de Cultura ha decidido dar por finalizada su etapa, sacando a concurso público la plaza. ¿Hogar, dulce hogar? Sí al menos para Cortés, a tenor de la experiencia acumulada al frente del museo (“tengo una sensación de gran placer”), pero no tanto si observamos las 12 instalaciones que integran la exposición, destilando ahora una “sensación de extrañamiento y de soledad”, según palabras del propio Cortés.
Aristóteles habló del Domus (Oikos) para referirse a la casa u hogar, por oposición a la polis, en tanto espacio de lo social. Y del Oikos dijo que se trataba de una “comunidad naturalmente constituida para satisfacer las necesidades cotidianas”, mediante la cual amortiguar el acoso de lo político. Cortés se refirió a esta doble vertiente, poniendo en relación el hogar íntimo y el público: “No se entiende el uno sin el otro”. Mediante las 12 piezas distribuidas con holgura por las Galerías 4 y 5 del IVAM, en una exposición realizada en colaboración con el Museo Nazionale delle Arti del XXI Secolo (MAXXI) de Roma, ese hogar va dejando una estela más tenebrosa que luminosa, más agreste que dulce, más carcelaria que protectora del alma sometida al ingrato cuerpo social.
“Eso a lo que usted llama infierno, él lo llama hogar”, dice un coronel con respecto a Rambo en la película Acorralado. La exposición del IVAM también se hace cargo de ese hogar más próximo al infierno que al espacio amable, íntimo, sin duda difícil de construir simbólicamente por esa amenaza de lo real que procede de la sociedad. Sociedad que en la muestra aparece desde la vertiente del consumo alienante o desde el sistema de control político que, en ambos casos, impide la emergencia de un hogar a salvo de la corrupción sistémica.
Hay, eso sí, hogares refugio a modo de casas pensadas para defendernos del acoso social. Por ejemplo el de Jana Sterbak quien, bajo el título de ‘Faradayurt’, muestra un espacio físico en forma de tienda nómada, en la que protegerse de la inclemencias del tiempo, siguiendo en esto la idea de casa del arquitecto Le Corbusier: “Es darle al ser humano una cáscara”. Esa dualidad entre el adentro protector y ese afuera inhóspito y amenazante atraviesa el conjunto, según resaltó Cortés: “Hay una doble lectura en todas las piezas, algunas contradictorias”.
Doble lectura que, sin embargo, suele escorarse del lado de esa extrañeza apuntada por el propio director del IVAM, aflorando en todo momento una idea de hogar más próxima al sentimiento carcelario que Alfredo Jaar, en una de las piezas más impactantes de la muestra, construye basándose en ‘Los cuadernos de la cárcel’ de Antonio Gramsci, de quien todavía colea su famoso “pesimismo del espíritu, optimismo de la esperanza”. Diríase que estos ecos del pensador italiano están en la base del conjunto expositivo y del propio talante de Cortés, quien se refirió al confinamiento vivido recientemente como caracterizado por un “silencio sepulcral”, apenas alterado por el “sonido de las ambulancias”, sonido que dijo no olvidará jamás.
De hecho, ante la pregunta ‘¿Cuál es nuestro hogar’?, con la que se interpela al espectador, Cortés apuntó como una de las posibles respuestas: “Si es que lo hay”. Acto seguido, se refirió a la muestra en estos términos: “Habla de espacios físicos, pero sobre todo de espacios mentales”. Una mentalidad sobrecogida por esa sensación de extrañeza que destilan en todo momento las diferentes instalaciones, “la mayoría de ellas jamás vistas en España”, recalcó el director del instituto valenciano.
El diálogo entre algunas piezas de la colección del IVAM, obra de Bruce Nauman, Richard Hamilton o Gabriele Basilico, y aquellas otras del MAXXI, firmadas por Mario Merz, Francis Alys, Kara Walker, Teddy Cruz, Ilya y Emilia Kabakov, William Kentridge, Atelier Van Lieshout o el propio Jaar, revela esa construcción del hogar amenazado por fuerzas externas, ya no solo climáticas sino de la incontinencia y depredación del poder, que hace que las personas se sientan “extranjeras en cualquier lugar pues llegan a pensar que sus existencias transitan, con un cierto sentimiento de angustia, por unas ciudades que ya no se reconocen y por unos espacios urbanos en los que no encuentran ni sitio ni lugar”, señala Cortés.
Hogar, triste hogar, más bien, el que transcurre a lo largo de la exposición, que arranca con la mencionada pieza de Sterbak, ubicada en el exterior justo de la entrada a las Galerías 4 y 5, y prosigue, ya una vez dentro, con las de Hamilton, dedicadas a la sociedad de consumo y sus iconos culturales. Una instalación “multisensorial” en la que el espectador se puede dejar llevar por esa otra sensación más optimista que ofrecen la publicidad y los mass media, una vez vaciados de contenido sus referentes para una digestión ya baja en calorías.
Francis Ays se hace cargo de esa otra cara menos amable de las ciudades, tomando como referencia de su obra fotográfica a los denominados sleepers o durmientes en la calle, gente sin otro hogar que la intemperie, contrastando con el bienestar de la sociedad que malamente los acoge. Teddy Cruz abunda en esta línea subrayando la idea de frontera que separa y aísla a los seres humanos, con una instalación repleta de agresivos conos de tráfico a modo de punzante recinto amurallado. De la soledad se ocupa Basilico, mediante sus imágenes de grandes ciudades deshabitadas. “Quién podía imaginar que íbamos a vivir lo que estamos viviendo”, subrayó Cortés, con respecto a esas fotografías tomadas hace 20 años y que ahora de pronto cobran sorprendente actualidad.
Kentridge y Van Lieshout, cada cual a su manera, ponen el acento en el control social por parte del poder, mientras Nauman se centra en la fragilidad que, paradójicamente, pueden llegar a poseer las estructuras más sólidas. La pareja formada por Ilya y Emilia Kabakov deconstruye un Salón de Arte del siglo XIX, para revelar la inconsistencia del propio arte por la desproporción de sus elementos. Las piezas de Mario Merz y la ya mencionada de Jaar destacan del conjunto. El iglú acristalado de Merz remite a “tiempos pretéritos”, aunque “construidos con materiales de la modernidad”, señaló Cortés, para resaltar la importancia del cristal por su transparencia ligada al control y la vigilancia, y los números Fibonacci incluidos en su interior a modo de infinitud replicante.
Como infinita es la cárcel de Alfredo Jaar, con sus barrotes de acero y, de nuevo, los cristales de 12 espejos reflejando la extensión inabarcable del encierro. Una ventana de luz permite imaginar un mundo exterior, como contrapunto a tanta clausura. ‘¿Cuál es nuestro hogar?’ interroga al espectador, precisamente ahora que el reciente confinamiento nos ha obligado a repensar nuestra posición dentro de él, tal y como lo hiciera Picasso: “Tu hogar es tu refugio, pero no acabes encerrado en él”. Un hogar extraño que José Miguel Cortés está a punto de dejar a modo de legado: “Si alguien considera que el IVAM no ha sido internacional, la pregunta está contestada”, dijo tras enumerar las diferentes exposiciones realizadas en colaboración con diversos museos extranjeros. Lo dijo tras habérsele mencionado lo que figura en las bases del concurso público convocado para elegir al nuevo director del IVAM, quien deberá tener “una perspectiva clara hacia la intensificación de la internacionalización del museo”. La Conselleria de Cultura, al parecer, considera insuficiente la internacionalización hasta la fecha realizada. Aunque eso será ya otra historia.
Salva Torres
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