#MAKMAArquitectura #MAKMAOpinión | MAKMA ISSUE #02
Salva Torres | 45 estudiantes de la UPV crean la barraca del siglo XXI
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2019
Miércoles 12 de agosto de 2020
Dice el arquitecto César Portela que la arquitectura es en sí espectacular, pero que no debería ser espectáculo. La barraca que 45 estudiantes de la Universitat Politècnica de València (UPV) han creado, tras dos intensos años de trabajo, también es espectacular (“la más grande de cuantas compiten”), pero no quieren que se quede en mero espectáculo. “No querríamos que eso pasara”, subraya Alina Marín, integrante del equipo Azalea, encargado de defender esa idea en la ciudad húngara de Szentendre: que la barraca valenciana no es cosa del pasado, sino una vivienda con muchísimo futuro.
“El conflicto con la huerta valenciana hay que abordarlo integrando diferentes puntos de vista y esto que nosotros planteamos puede ser una solución”, apunta Marín, que sueña con ver un paisaje de la huerta sembrado de barracas como la que llevan a Hungría. “Queremos una huerta viva, pero activa. No queremos solo admirarla, sino que se adapte al porvenir”. Por eso se atreve a vaticinar: “Igual la casa del futuro es la barraca”. Frente a los módulos actuales en forma de cubo, el triunfo de la vivienda típica valenciana adaptada a los tiempos modernos.
Así se presenta Azalea UPV, como un proyecto de vivienda sostenible que propone el equipo, “como primer paso para conseguir reducir nuestro impacto en el medio ambiente”, mediante la unión de tecnología, naturaleza, confort, sostenibilidad y tradición.
Los 45 estudiantes que intentan demostrar las bondades arquitectónicas de la barraca valenciana, frente a otros 16 proyectos europeos seleccionados en la cuarta edición del Solar Decathlon Europe –que se celebra entre finales de junio y principios de julio–, se han dejado “literalmente la piel, el sueño y la vida, por sacar adelante un proyecto que desde el principio formó parte de nosotros”, subraya Marín.
Su futuro, una vez superada su fase de presentación a nivel competitivo, pasa por el interés que tengan las instituciones públicas: “La barraca, una vez presentada en Hungría, tendrá futuro si las empresas privadas y las instituciones públicas colaboran para que se haga realidad”.
Hablamos de una vivienda que se ha tenido que adaptar a las bases del concurso: “Tiene 80 m2 de planta útil y un total de 110 m2 con terraza incluida, además de siete metros de altura. La única que lleva zapatas y la única de fachada inclinada. Es la más grande, más alta y más compleja de las 16 seleccionadas, aunque ahora ya solo estemos 11 porque cinco se han quedado por el camino”, precisa Marín, como ejemplo de lo difícil que es simplemente llegar a la competición final.
El proyecto, nacido de estudiantes de diferentes facultades de la UPV (Industriales, Diseño, Arquitectura), a los que se han ido sumando alumnos de hasta un total de 16 titulaciones distintas, ha ido tomando cuerpo a partir del programa de Generación Espontánea, del Vicerrectorado de Alumnado, Cultura y Deporte, y la pasión de un grupo de estudiantes inmunes al desaliento. “La cultura valenciana, nuestra ciudad, nuestra historia, fue la inspiración. Y tuvimos la suerte de enamorar a un jurado muy lejos de aquí”, apunta, exultante, Marín.
Un total de ocho camiones se encargaron de desplazar a Szentendre todas los elementos estructurales de una vivienda que tuvieron luego que volver a montar en 14 días. “Hay ediciones en las que algunos de los proyectos no llegan a montarse. Vamos a rezar al cielo para que no nos suceda. Lo llevamos todo muy planeado”, destaca Marín, que considera ya todo un éxito haber llegado hasta aquí. “Hay países, como Holanda, que aportan dos millones para realizar el proyecto, mientras que nosotros nos hemos tenido que buscar la financiación”, cuyo coste ha ascendido a medio millón de euros.
La Universitat Politècnica de València ha contribuido con una parte importante, a la que se han sumado Leroy Merlin y algunos de sus proveedores, hasta un total de 60 empresas “también de fuera que han confiado en nosotros”, remarca Marín, al frente de un equipo que se verá ligeramente reducido (“iremos 33 personas”) para llevar a cabo la gesta de vencer en el Solar Decathlon Europe, del que hay otras seis competiciones en diversos continentes. “Hay 10 categorías distintas y tres premios en cada una de ellas, siendo la suma de las diferentes puntuaciones la que da el premio global”.
La comercialización de la futura barraca, una vez superada la competición y de vuelta a casa, es viable. “Ahora vamos con un Fórmula 1, porque hemos tenido que adaptarnos a las bases del concurso, que nos marcan, por ejemplo, que la temperatura interior no puede bajar de 21º ni superar los 23, porque si no te penalizan”.
Para ello, cuentan con un aislante térmico de corcho reciclado con el que, previamente triturado, se han rellenado los muros. “Tenemos, además, una instalación fotovoltaica preparada para que podamos cubrir todo nuestro consumo durante el día y, a partir de las siete de la tarde, el concurso nos pide que seamos capaces de vender energía”.
Todas estas exigencias luego no serán necesarias, de manera que la barraca “podrá adecuarse más fácilmente a la vida cotidiana”. Por eso entiende Marín que el futuro de la casa típica valenciana es halagüeño. “Nuestra barraca no tiene únicamente sentido como empresa, sino como una iniciativa pública que deberíamos lanzar para resolver el conflicto entre la ciudad y la huerta, con un nuevo modelo de vivienda que la respete, pero que se pueda adaptar al futuro”, concluye. Hungría es el puente hacia ese futuro que Azalea ha empezado a construir.
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #02, revista especial en papel con motivo del sexto aniversario de MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, en junio de 2019.
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