Manuel Blázquez. Milímetro
Galería Paz y Comedias
Plaza Colegio del Patriarca, 5. Valencia
Hasta el 15 de noviembre de 2013
¿Cuál es la diferencia fundamental entre ciencia y arte? Copérnico demostró que Ptolomeo estaba equivocado. Einstein hizo lo propio con Galileo. Lo que yo me pregunto desde el arte es lo siguiente: ¿Por qué Goya con su obra no demuestra ni necesita demostrar que Velázquez estaba equivocado?
Eduardo Chillida
Triptico de Vergina
No es raro encontrar en el arte de nuestros días propuestas que partan del ámbito científico para desarrollar después tesis que defiendan lo formal como algo característico de la plástica contemporánea. Fue esta una de las líneas de actuación que llevó a cabo Eusebio Sempere a finales de los años 60 en colaboración con el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid. A través de sus trabajos realizados con computadoras desarrolló el binomio entre arte y tecnología. Ya en pleno siglo XXI, Olafur Eliasson utiliza la tecnología y el uso del laser mediante programación informática para trabajar el papel, obteniendo como resultado un libro de artista que refleja 454 perfiles diferentes de su vivienda particular.
La propuesta de Manuel Blázquez, valenciano afincado en Creta, refleja la premisa de partir de la ciencia, aunque utilizando una técnica de corte manual que bien podría salir de un ordenador, pero eliminaría el toque personal de la obra. De este modo, como demuestra Eduardo Chillida con sus preguntas, obtiene un resultado, a veces indefinible, que acaba por diferenciar el arte de la ciencia.
La serie Tríptico de Vergina, viene a ser una propuesta artística de difícil clasificación. El conjunto se compone de tres piezas minimalistas que podrían partir del libro de artista, pero que se acaban pareciendo más al objeto escultórico o a la arquitectura. Utilizando el corte y vaciado del papel como origen de su proceso creativo, el artista se enfrenta a una estructura compuesta por folios de gran tamaño, uno encima de otro. La pila puede variar en su altura, entre 800 y 1500 hojas, mostrando de forma variable un cubo rectangular blanco y neutro.
Del mismo modo que el escritor se sitúa frente a la hoja en blanco, ante la inmensidad envolvente del papel níveo, la estructura invade al artista, desde su desnudez blanca y absoluta, envuelta y rodeada por el espacio. A partir de ese momento empieza el buen hacer de Manuel: sus experiencias vitales combinadas con su pericia creativa lo llevan a realizar un vaciado progresivo dentro de un marco o perímetro pensado previamente. De este modo va realizando líneas de corte en cada uno de los folios, eliminando fragmentos de éstos de forma sucesiva, de abajo a arriba, dando lugar a una estructura escalonada que asciende progresivamente hacia su creador. Mediante ese proceso de vaciado que conlleva el corte transversal de cada folio transformará e introducirá el espacio del objeto original, dotándolo de vida.
Acabado el proceso de tallado, las tres piezas que componen la serie adquieren un nuevo significado. La primera ofrece un corte horizontal, la segunda vertical y la tercera en diagonal, asumiendo esta última una mayor complejidad en su elaboración. El espacio interior creado es consecuencia y al mismo tiempo origen del volumen compositivo exterior. Al envolver con el marco los espacios interiores de la estructura, consigue definirlos y hacerlos visibles a los ojos del observador.
Hay dos elementos clave para percibir y entender el Tríptico de Vergina en toda su amplitud. Por un lado el color blanco, que para el artista lleva en sí mismo la neutralidad que requieren sus piezas para transmitir el espacio creado en toda su pureza. Y por otro, la relación de esta serie escultórica con la monumentalidad arquitectónica, y más concretamente con los templos funerarios. Vergina es el nombre de la ciudad dónde se ubica tumba de Filipo II, gobernante de Macedonia y padre de Alejandro Magno. Este mausoleo, en su sentido descendente y misterioso guarda una clara relación con las obras del artista, en las que deja ver reminiscencias del mundo funerario, como una introspección espiritual. Desde lo vasto hacia lo mínimo, las tres estructuras reducen su sentido hacia una especie de entrada. Se trata de una falsa puerta que no llegamos a alcanzar, aunque está siempre dentro de ese espacio concreto, limitado a la forma esencial y básica, como ocurría también en algunas de las ideas del minimalismo.
Cierto es que la arquitectura antigua está patente en la obra de Manuel Blázquez, pero no debemos olvidar que se trata un creador del siglo XXI. Partió pronto de Valencia para vivir en diferentes lugares del mapa europeo, entre ellos Francia , Italia, o Grecia. A través de sus viajes y el buen hacer artístico ha conseguido que sus propuestas guarden una clara relación con la actualidad: la escalinata situada a los pies del Arco de La Défense en Paris, es también un claro reflejo y referente de las influencias de Manuel y de ese mundo que lo rodea, que nos envuelve a todos. De este modo, con su obra Manuel nos muestra un viaje, en el tiempo y en el espacio, desde la antigüedad hasta la actualidad. Situando siempre, como punto de partida, una entrada misteriosa hacia algún lugar… ¿Hacia dónde nos lleva? ¿Hacia dónde vamos? Metáforas visuales de la sociedad actual.
Paco Linares Micó
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