#MAKMACine #MAKMAEntrevistas | Achero Mañas, Gala Amyach y Gerardo Herrero
‘Un mundo normal’, de Achero Mañas
Con Enrnesto Alterio, Gala Amyach, Ruth Díaz, Magüi Mira y Pau Durá
103′ | Tornasol Films, Last Will, Voramar Films, Crea SGR, 2020
Festival Antonio Ferrandis de Paterna
Cines Kinépolis València
Entrevista realizada por Salva Torres, Merche Medina y Jose Ramón Alarcón
Reorientado el horizonte hacia el oeste de las vastas canículas de asfalto, entre acordes de jazz y narcóticos, el novelista estadounidense Jack Kerouac –insigne y turbulento prócer de la generación beat– sentenciaba en su obra iniciática ‘En la carretera’ (‘On the Road’, 1957) que “La única gente que me interesa es la que está loca (…), por vivir, (…) por salvarse, (…) la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas”.
Lirismos de un viaje homérico por la ruta 66 (The Mother Road) que encuentran inmediato acomodo universal en las inquietudes de aquellos individuos que habitan, refulgentes, en la periferia, alejados del desnortado rumbo de lo ordinario. Un trayecto revelado, a la postre, en una responsabilidad contraída con la heterodoxia que palpita, incontenible, bajo el tórax de ciertos creadores en permanente búsqueda, cuya obra debe ser indubitable consecuencia del compromiso moral que timonea todas las fases del ingenio.
Y a buen seguro que tal deber gobierna el pulso creativo de uno de los autores limítrofes de nuestro celuloide, el cineasta Achero Mañas (Madrid, 1966), quien retorna a la gran pantalla con su cuarto largometraje, ‘Un mundo normal’ –tras la silente década transcurrida desde ‘Todo lo que tú quieras‘ (2010)–, acompañado por el experimentado elenco que conforman Enrnesto Alterio, Ruth Díaz, Magüi Mira y Pau Durá, al que se suma el debut de Gala Amyach, hija del director madrileño.
De este modo, ‘Un mundo normal’ –que cuenta, entre otros, con la participación de À Punt Media y el apoyo del ICAA y del IVC de la Generalitat Valenciana– transita tras los pasos de Ernesto (Ernesto Alterio) y su lúcida vesania de entregar al Mediterráneo el cadáver de su madre (Magüi Mira); un cáustico y libérrimo deseo último sobre el que elevar las vicisitudes de la odisea (tan legítimas como ilegales) en compañía de su hija (Gala Amyach), radiografiando la singular calología hopperiana del paisaje secundario y manchego, con inherentes acentos proposicionales de las road movies.
Un cosmos de personajes edificados sobre una normalidad transmutada en “una ironía, porque el discurso de la película habla de cómo sobreviven las singularidades dentro de los elementos comunes”, matiza Achero Mañas, en tanto que “el díalogo entre lo particular y lo común es algo que tiene que existir para haya conciliación. Tenemos que saber participar de nuestras singularidades y nuestras diferencias en relación con lo común”.
Para el cineasta Gerardo Herrero, productor del filme, «la película tiene muchas emociones, muchas historias por detrás, y lo que uno pretende siempre es que lo que hace sea bueno, otra cosa es que lo consiga. Intento hacer películas que estén bien, pero que tengan un público, que no sean tan de autor, cerradas solo a determinados cines y a los festivales. Esta película tiene humor, tiene drama, tiene vida».
Y para materializar en pantalla tales fundamentos, Achero Mañas, sirviéndose de las siempre fecundas experencias personales como génesis de la determinación, erige al personaje de Alterio –un escéptico dramaturgo distanciado (que no marginado) del oficio por sus onerosas convicciones profesionales– en un tipo afín (más que trasunto) con el que perfilar ciertas reflexiones sobre la industria audiovisual española.
A este respecto, refiere Máñas que “hay una situación en la industria actual muy difícil para los proyectos autorales. Las ayudas cinematográficas, desde el año 2015, se han industrializado”; una desequilibrante situación para los autores con voluntades independientes que propicia que “vivamos el mundo al revés”, puesto que “las televisiones privadas acceden a la ayuda pública y nos condicionan y nos fiscalizan el contenido, cuando tendría que ser justamente lo contrario. Si tú vas a participar de la ayuda pública, nosotros y lo público –que, según la ley, se debe a la diversidad cultural–, son aquellas las que deberían atender a esa diversidad si quieren acceder a la ayuda”.
Por su parte, Gerardo Herrero apunta que «el cine, técnicamente, está en un buen momento, hay mucha calidad técnica e interpretativa, lo cual es un poco la respuesta sociológica al hecho de que en las familias ya se acepta que los hijos puedan dedicarse a la actuación. Otra cosa es que no haya dinero suficiente para hacer las películas que haría falta hacer. Y tampoco hay tanto público que vaya a ver cine español».
En ese sentido, Herrero considera que «el cine español se ha profesionalizado mucho y, ahora, con las series también. Otra cosa es que los proyectos que salgan sean lo suficientemente interesantes. Por otro lado, la implicación creativa de las plataformas y las cadenas determinan mucho lo que puedes comprar. Antes había una ley de cine que hacía que no necesitaras de las cadenas de televisión y de las plataformas para hacer películas, y ahora eso es impensable».
Más aún cuando «la pandemia ha afectado a todos los sectores del cine: las salas de exhibición, donde la asistencia es de un 30% de lo que debería ser, lo cual es un poco absurdo porque es de las opciones más seguras de ocio y la gente». Sin embargo, advierte Gerardo Herrero, «los espectadores se han asustado, cuando no lo hacen al ir a bares, y (la COVID-19) también ha afectado a los rodajes, que están siendo más lentos, más caros –alrededor de un 9% por la implementación de las medidas de seguridad (mascarillas nuevas cada cuatro horas, pruebas de PCR y test rápidos cada semana)–, además de haber tenido que parar muchos rodajes durante la pandemia».
«Se habla de sanidad, de automoción, de cualquier otra cosa, pero de cine y de la cultura en general apenas se habla, lo cual demuestra cómo es el país. No se dan cuenta que sin la cultura, un país no existe. Entiendo que la sanidad y la educación son lo más importante, pero lo tercero, igualado con la ciencia, es la cultura: son los cuatro pilares de un país», manifiesta Herrero.
En consecuencia, tales condiciones exarceban un escenario que, en ocasiones, imposibilita la puesta en marcha y evolución de los proyectos tras la rúbrica creativa; territorio sobre el descansa el motivo de la ausencia de Achero Mañas durante este tiempo: “Los proyectos determinados ya los tenía. Otra cosa es encontrar la forma como yo quería hacerlos”, advirtiendo que “no soy solo yo el que ha tardado tanto en volver a dirigir; hay muchos autores que no pueden hacer cine, que hemos dejado de ver en las pantallas”.
Una omisión que transmuta, ineludiblemente, el acervo audiovisual español y continental, en tanto que “hay una tradición europea de cine de autor, de cine de personajes de clase media, que se está abandonando y se está perdiendo”, por lo que Mañas exhorta a la ponderación y reincide en que “es importante que reflexionemos sobre lo que está pasando, sobre esas ayudas de 2015, y pensemeos qué legado cinematográfico vamos a querer dejar en este país”.
Un incógnito patrimonio futuro cuyo presente, que en generosa medida se encuentra supeditado al ámbito de las series de ficción, “está en manos de los estudios, que son quienes lo controlan todo”, por lo que los actuales cineastas “no tienen esa libertad que nosotros teníamos antes en el cine”. A este respecto, asevera Mañas, “las series”, aunque “están atendiendo más que las películas a las historias de la clase media de los personajes”, se nutren, salvo excepciones, de “contenidos muy comerciales y generalistas”.
Un conjunto de universalidades –“que los grandes estudios pretenden a través de los algoritmos”–, advierte, provenientes “de originalidades que han ocurrido anteriormente, que es, justamente, cuando ellos, del original y lo singular, de repente, lo universalizan”; por ello “los estudios están obligados a atreverse a hacer algo singular” –“’Merlí’ es una serie personal, cuidada, pero es pequeñita, no es de gran estudio, se ve la mano del autor, la mirada. Esos es bueno y ocurre pocas veces”, refiere como ejemplo–.
Una peculiar y decisiva apuesta por la mirada que Achero Mañas procura extender, igualmente, a su metodología de trabajo en la dirección actoral, puesto que, si en “el oficio del actor todos los elementos juegan en contra (actuar aquí, hace una realidad creíble, delante de toda esta gente en un contexto antinatural, ante un foco opresivo, frente a trocito de cámara y no frente a otro actor, caminar falsamente…)”, su habitual período de ensayo previo, matiza Gala Amyach, “ayuda muchísimo para luego entrar con otra actitud y comodidad al momento de tensión, de presión del rodaje. No llegas desnudo”.
De este modo, “habiéndose preparado los actores y estando cómodos con el material, poder jugar tranquilamente en escena, no tener que andar con la ansiedad y con la presión de no tener las cosas claras, permite hacer cosas nuevas y frescas, porque tienes una base muy sólida”, concluye Amyach. Estrategias fundamentales para Mañas, ya que, “para mí, el guion no es un cine en sí mismo, sino que es un medio y una herramienta de trabajo. No ha sido porque mi hija haya estado en el proyecto. Lo he hecho así en todos mis proyectos”.
Procedimientos previos que, tal vez, sean factibles de implementar en otro ámbitos del audiovisual: “Me encantaría hacer una serie. Tengo proyecto de serie, pero, por favor, que yo tenga la mirada y la libertad que necesito”.
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