‘Mujeres del Congo. El camino hacia la esperanza’, de Isabel Muñoz
Sala Martínez Guerricabeitia
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Hasta el 10 de enero de 2021
“¿Soy alguien? ¿A nadie le importa lo que nos está pasando? ¿Por qué me vuelve loca el miedo?” Estas son algunas de las preguntas que Isabel Muñoz, Premio Nacional de Fotografía 2016, dice que podrían plantearse las mujeres congoleñas sometidas a sismoterapia en un centro psiquiátrico de Kinsasa y que ella ha fotografiado, entre otras muchas, devolviéndoles la dignidad perdida.
La tragedia de estas mujeres viene de lejos, incluso de los tiempos de Leopoldo II que Mario Vargas Llosa narra en ‘El sueño del celta’: “Soldados y milicianos de la Fuerza Pública eran codiciosos, brutales e insaciables tratándose de comida, bebida, mujeres, animales, pieles, marfil y, en suma, de todo lo que pudiera ser robado, comido, bebido, vendido o fornicado”.
“Lo que ha sucedido sobrepasa la ficción”, apuntó Jorge Sebastián, de la Fundación Mainel que, junto con la Colección Martínez Guerricabeitia, organiza la exposición ‘Mujeres del Congo. El camino hacia la esperanza’, en colaboración con Casa África y que hasta el 10 de enero acoge La Nau de la Universitat de València. “El horror sobrepasa lo que vemos en las noticias”, resaltó Muñoz, quien, a pesar de todo, prefiere transformar el dolor de tan cruenta realidad en belleza plástica y, a través de ella, dignificar a las mujeres que fotografía con un sobresaliente blanco y negro, empoderándolas.
“Después de vivir el horror han elegido vivir. Son verdaderas heroínas”, subrayó la artista de un proyecto que nace de su colaboración con la periodista congoleña Caddy Adzuba, premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014.
Mediante 27 obras y un total de 34 fotografías, Isabel Muñoz muestra el dolor de tamaña tragedia sin recrearse en los aspectos escabrosos, sino dejando que sean esas miradas dignas de las retratadas las que nos interpelen frontalmente. El blanco y negro, de una fuerza incontenible que, sin embargo, la artista logra encauzar para que en medio de tanta oscuridad aflore aunque sea un débil rayo de luz, permite adentrarnos en las imágenes con el fin de entrever las dramáticas historias que hay detrás de cada una de esas vidas.
“Creo en el poder de la palabra”, destacó Muñoz. Le faltó añadir que, también, en el poder de la imagen. Porque sus imágenes, exentas de palabras, pero de un elocuente silencio, parecen salidas de un relato que, plagado de horrores, termina por dibujar un horizonte de sentido allí donde éste ha sido aniquilado por culpa de la ignominia humana. “Después de grabar sus testimonios, me regalaban su imagen silenciosa, donde son sus ojos los que hablan”, agregó la artista.
Isabel Muñoz prefiere la belleza al testimonio gráfico más crudo. “Cada uno tiene su forma de denunciar”, dijo, atenuando con sus fotografías el sufrimiento (“bastante tiene cada uno con el suyo”), para contar “las historias a través de la esperanza”. A pesar de tanta adversidad, ella insiste en mostrar “una luz, una esperanza” colándose por la negritud condensada en tanta tragedia. “Mostrando ejemplos de superación al resto de mujeres, ellas sabrán que pueden recomponer sus vidas”, apostilló.
Aludió, en este sentido, a los microcréditos que con gran sacrificio pueden dotar de independencia económica a todas esas mujeres supervivientes. La violencia sexual que las degrada encuentra en esa forma crediticia una tabla de salvación a la que agarrarse, en un país, como recordó José Pedro Martínez, director de actividades de la Colección Martínez Guerricabeitia, paradójicamente caracterizado como República Democrática del Congo. “Es uno de los cinco países del mundo donde ser mujer resulta tremendo”, remarcó Muñoz.
La exposición se divide en cuatro apartados dedicados a las niñas huérfanas, “sometidas a abusos y que no son reconocidas por la propia sociedad”, precisó Martínez; a la locura, ejemplificada en los hospitales psiquiátricos mal gestionados; a la heroínas, en tanto mujeres que, a pesar de tan inhóspita realidad, siguen luchando por seguir adelante, y, por último, el dedicado a la esperanza, por débil que ésta sea y que es el motor de la propia muestra: “Me gusta buscar la esperanza, porque existe”, aseveró Muñoz, que con su cámara viene dando testimonio de esa voluntad inquebrantable por hallar sentido incluso en medio del caos.
“Ser mujer y ser niña en el mundo es peligroso, pero en algunos lugares resulta horroroso y tremendo”, apuntó Antonio Ariño, vicerrector de Cultura de la Universitat de València. Lo mismo cabe decir de África, continente “especialmente duro”, en el que destaca igualmente el Congo, “que lleva muchos años” dificultando la vida de las mujeres “sin que puedan salir de un círculo infernal”, agregó Ariño, apelando a las imágenes por su “poder de convulsión interna”.
“Las imágenes hablan por sí solas”, señaló José Pedro Martínez, que las calificó de “duras”, hasta el punto de rebasar los límites del placer: “No se puede hablar de disfrute estético”. Jorge Sebastián puso el acento en lo que calificó de “maldición de la riqueza” de un país cuyas políticas extractivas someten a la explotación de buena parte de la ciudadanía.
“Debemos poner cara a esa realidad”, añadió, que es lo que hace de forma primorosa Isabel Muñoz, cuyas fotografías encarnan la dignidad de las más doloridas mujeres congoleñas. Siguiendo a Gandhi, para quien la dignidad de la naturaleza humana requería que nos enfrentáramos a las tormentas de la vida, diríase que Isabel Muñoz lleva tiempo sorteándolas con su cámara fotográfica.
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