‘A ver…’, de Alberto Adsuara
Momentolux
Literato Azorín 30, València
Hasta finales de octubre
Miércoles 21 de octubre de 2020
Podemos tener, como decía el escritor Paulo Coelho, todos los medios de comunicación del mundo y, sin embargo, nada, absolutamente nada, puede sustituir la mirada del ser humano. Y, puestos a mirar, nadie como el filósofo Friedrich Nietzsche para subrayar la hondura que muchas veces aflora en ese acto perceptivo cuando la intensidad es su proclama: “Si miras durante largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.
Ligando ambas sentencias, podemos llegar de forma harto elocuente a la exposición de Alberto Adsuara, que en Momentolux de València muestra la importancia de la mirada, cuando ésta se demora e incluso se atreve a correr el riesgo de perderse por caminos insondables. Para ello, el propio Adsuara ha dedicado diez largos años de su vida, precedidos de unos cuantos más, a visitar el Museo de Bellas Artes de València, con la paciencia del místico que, dejándose arrastrar por la lentitud del tiempo, descubre repentinamente las más osadas estampas.
No solo eso, sino que, además, preso de una especie de fiebre manierista, se ha desdoblado en quien mira y, a su vez, observa a otros mirando aquello que, previamente, ha sido objeto de su absorta contemplación. De manera que tanto él, artista impenitente donde los haya, como los espectadores atrapados en su mismo deleite, acaban protagonizando la travesía por el dolor y la gloria que emana del contenido expositivo.
“Pronto descubrí que mi cabeza y lo que había dentro de ella, además de ser fuente de placer y conocimiento, entrañaba infinitas posibilidades de dolor”, se dice en un momento de la película ‘Dolor y gloria’, de Pedro Almodóvar. Adsuara, cuya bajada a los infiernos suele ir acompañada de un histriónico placer, se ha dedicado a frecuentar tamaños extremos por obra y gracia de la descomunal colección de pintura que posee el Museo de Bellas Artes de València.
“Hicieron falta diez años de un trabajo continuado que además no fue improvisado, porque vinieron precedidos de 30 años de visitas enfermizamente frecuentes”, apunta Adsuara en un breve texto explicativo de la muestra precisamente titulada ‘A ver…’. “Más de 8.000 fotografías intentando encontrar la esencia de un Museo que se iba transformando ‘casi a diario’”, agrega.
Tamaña obsesión, singularmente plasmada en una exposición que utiliza diferentes formatos y marcos, y en la que los límites entre pintura y fotografía se diluyen, hasta el punto de dejar incluso espacio para la instalación a modo de puesta en escena teatral, tamaña obsesión, decimos, no le pasó desapercibida a Carlos Reyero, director del Museo de Bellas Artes hasta el pasado 22 de julio, cuando anunció que lo dejaba por motivos personales.
Según cuenta Adsuara, Reyero le mostró su entusiasmo por el proyecto, al que pretendía dedicarle una exposición que abarcara el volumen de obras necesario para su más completa comprensión. Su sustituto al frente de la pinacoteca valenciana, Pablo González Tornel, no ha visto con los mismos ojos la propuesta, que, de momento, ha quedado sintetizada en lo que puede verse en Momentolux.
Y lo que puede verse, a falta de esa ampliación del proyecto en el Museo de Bellas Artes, es un conjunto de piezas que, como en el jardín de senderos que se bifurcan, del escritor Jorge Luis Borges, se abren a miradas diversas: la de quien tomó las fotos, la de quien fue atrapado en la contemplación de las obras captadas y, ahora, la del espectador que asiste, como en un continuo juego de espejos, al desdoblamiento de una percepción que parece entrar en bucle.
“A ver…”, insinúa Adsuara a modo de advertencia, “todo Museo es difícil…de ver”. Advertencia que ya lleva en su seno esa espiral de lo que no cesa de ocurrir, con esa mirada en constante duplicación. “Requiere paciencia y más tiempo del que la gente dice tener”, porque, insiste el artista, “ver un Museo no es sólo mirar las Obras de Arte [así, con mayúsculas] que contiene; es también ver a los otros mirando las Obras de Arte que contiene. Tal es la experiencia de ‘ir a ver un Museo’”.
Y junto a esa cacofonía del acto de ver, que va más allá del acto de mirar, se presentan las obras que requieren pacientemente ser contempladas. Todas ellas protagonizadas por figuras de una pintura antigua cuya sacralidad diríase poseída por un goce místico. Por seguir al psicoanalista Jacques Lacan, sólo el amor, cuando somos capaces de articularlo, puede hacer que ese goce condescienda al deseo.
Alberto Adsuara, apoyándose en el manierismo de la forma con que la exposición ha sido ejecutada, muestra la devoción de los rostros que protagonizan esas pinturas antiguas del Museo de Bellas Artes, ofreciendo plásticamente un diálogo entre el dolor y la gloria que rezuman esas figuras, en expresión ambigua de placer y tristeza. ‘A ver…’ es, en el fondo, una forma de mirar el arte más allá de los límites fronterizos de toda clasificación, sumergiendo al espectador en un túnel, delimitado por diferentes marcos, encuadres y espejos, por el que abismarse. ¡A ver quién es el valiente que se atreve!
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