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‘Patria’, serie creada por Aitor Gabilondo a partir de la novela homónima de Fernando Aramburu
Dirigida por Félix Viscarret y Óscar Pedraza
Intérpretes: Elena Irureta, Ane Gabarain, Loreto Mauleón, José Ramón Soroiz y Mikel Laskurain, entre otros
HBO, 2020
Desde finales de 2019 hasta la actualidad, hay una plétora de estrenos de series acerca de la banda terrorista ETA. Series con un discurso documental como ‘ETA, el final del silencio’, de Jon Sistiaga, o ‘El desafío: ETA’, de Hugo Stuven; otras, con un discurso de ficción, como ‘La línea invisible’, de Mariano Barroso, o ‘Patria’, de Aitor Gabilondo.
Series, cada una desde su idiosincrasia estilística y narrativa, que narran un pasado desolador y reciente: solo han transcurrido dos años desde la disolución de ETA (3 de mayo de 2018) y seis desde el anuncio del cese definitivo de su actividad armada (20 de octubre de 2011).
Estas series, al igual que el documental ‘Bajo el silencio’, de Iñaki Arteta, presentado en la Seminci de Valladolid, o películas como ‘La muerte de Mikel’, de Imanol Uribe (1983), ‘Ander eta Yul’, de Ana Díez (1989), ‘Un tiro en la cabeza’, de Jaime Rosales (2008), entre otras, escriben la memoria traumática de aquellos años a través del recuerdo testimonial de las personas entrevistadas en los documentales o mediante los personajes que conforman la trama en los relatos de ficción.
Podríamos pensar que estos relatos audiovisuales están haciendo memoria; están contribuyendo a ese “deber de memoria”, como reivindica el filósofo Reyes Mate. Un deber de memoria entendido para Mate como “una lectura moral sobre el pasado; escuchar el grito de la víctima; repensar la historia pensando qué llevó a la barbarie para que nunca más se vuelva a repetir”. Esto, continúa el filósofo, conlleva un proceso de “justicia y reconciliación”.
Justicia, por una parte, es responder al daño de la víctima y –matiza, citando a Walter Benjamin– “dejar hablar al sufrimiento es la primera condición de toda verdad”. Por otra, reconciliación a través de la compasión, el perdón. Y, para ello, “es necesario pasar por el duelo, enfrentarse toda la sociedad a la responsabilidad sobre ese pasado”.
Intrahistoria/Historia
‘Patria’, tanto en su versión literaria como audiovisual, es de todos los relatos citados el que mayor reconocimiento ha tenido por parte del público y de la crítica: la novela homónima de Fernando Aramburu –Premio Nacional de Narrativa 2017– ha sido leída por más de un millón de lectores y la serie ha obtenido el premio a la mejor serie dramática en los Ondas 2020.
‘Patria’ refleja ciertos aspectos de la intrahistoria frente a la Historia (con mayúscula), según las ideas del pensador Miguel Unamuno. Narra cómo ese suceso negro y dramático de la reciente historia de España, como fue la banda terrorista ETA (1958-2018), afecta a la intrahistoria de las dos familias protagonistas: Lertxundi y Garmendia.
Dos familias arrasadas por la ideología y la acción terrorista de ETA: los Lertxundi –familia de la víctima, el Txato, formada por Bittori, su mujer, y sus dos hijos, Nekane y Axier– y los Garmendia –familia del víctimario, Joxe Mari, hijo de Miren y de Joxean, y hermano de Arantxa y Gorka–.
Todo en la trama de ‘Patria’ pivota alrededor de ese suceso traumático en el seno de la sociedad vasca, pero la historia se centra en narrar, en mostrar cómo la cotidianidad apacible y los sentimientos de estas dos familias son erosionadas cuando la barbarie de ETA las atraviesa.
En este sentido, la historia de ‘Patria’ retrata de manera equidistante a esas dos familias. Las iguala en los sentimientos, las humaniza en su experiencia de dolor, miedo, pérdida, tristeza, esperanza, hostilidad, ira, odio, amor, compasión, culpa, frustración.
Ahora bien, su discurso no es equidistante ideológicamente respecto a la banda terrorista: su posición se trasluce en la trama y en las imágenes sin caer en el panfleto político ni obviar el compromiso. Una trama orientada hacia el perdón y la piedad, por una parte, y, por otra, mediante unas imágenes cuya composición y planificación denotan cómo el discurso totalitario y mortífero de ETA penetró en la sociedad vasca.
La propia novela expresa esta idea en las palabras del escritor ficticio (probablemente, personaje alter ego de Fernando Aramburu) y, aunque la serie no adapta este capítulo, sí transmite a nivel audiovisual las intenciones pronunciadas por este personaje.
“(…) escribí, desde el estímulo por ofrecer algo positivo a mis semejantes, a favor de la literatura y el arte, por tanto, a favor de lo bueno y noble que alberga el ser humano. Y a favor de la dignidad de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como meros números de una estadísitica donde se pierden el nombre de cada una de ellas, sus rostros concretos y sus señas intransferibles de identidad”.
“Procuré evitar los dos peligros que considero más graves en este tipo de literatura: los tonos patéticos, sentimentales, por un lado; por otro, la tentación de detener el relato para tomar de forma explícita postura política. Para eso están, a mi juicio, las entrevistas, los artículos de periódico y los foros como este”.
Memoria/ Punto de vista/ Madre patria
Toda memoria es un intento de reordenar el pasado. Ahora bien, la memoria es un espacio donde los recuerdos y los olvidos confluyen iluminados por la sombra del presente. Por eso, la memoria siempre plantea una cuestión: ¿memoria de quién? ¿De las víctimas, de los asesinos, de ambos, de los espectadores-testigos? Una cuestión, en definitiva, sobre el punto de vista narrativo que en los relatos audiovisuales o literarios orienta la identificación del público hacia los personajes y los sucesos.
‘Patria’, tanto la serie como la novela, tiene un claro punto de vista: el de las mujeres-madres –Bittori, Miren, Arantxa…–. Ellas tienen la voz y el coraje. Los padres son acallados hasta la humillación y la vergüenza; y, si no, son silenciados, asesinados por ETA, como en el caso del Txato.
Solo hay que traer a colación las terribles palabras de Joxe Mari tras la visita de su padre a la cárcel: “Y al ver marcharse a su padre, experimentaba, ¿qué?, joder, pues decepción. Esa es la palabra. La decepción de tener un padre blando, de haber sido engendrado por un hombre débil”.
Y, si el padre decepciona o es asesinado, solo quedan hijos unidos a las madres y madres unidos a los hijos en un fuerte lazo afectivo: Bittori-Xavier y Miren-Joxe Mari. Un lazo afectivo que, metonímicamente, asociamos al vínculo con la patria, con la madre patria. El historiador Eusebio Leal Spengler señala: “La patria es la poesía, es un sueño, es la tradición, es la lucha, es la sangre derramada por las añoranzas, es todo lo que forma en el hombre una identidad”.
Memoria y Reconciliación
Aitor Gabilondo, junto a sus directores Félix Viscarret y Óscar Pedraza, ha llevado a cabo una adaptación fiel a la esencia de la novela, tanto a nivel de trama como de construcción de personajes. Ahora bien, será en la última secuencia donde se pueda hablar de una adaptación literal a las palabras de la obra de Aramburu. La historia de ‘Patria’ termina con un abrazo entre las dos amigas.
“Fue un abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se dijeron algo? Nada. No se dijeron nada”. Y, antes del abrazo, una carta de Joxe Mari pidiendo perdón.
“Kaixo, Bittori. De acuerdo con el consejo de mi hermana, te escribo. Yo soy de pocas palabras, así que voy al grano. Os pido perdón a ti y a tus hijos. Lo siento mucho. Si podría dar marcha atrás al tiempo, lo haría. No puedo. Lo siento. Ojalá me perdones. Yo estoy cumpliendo mi castigo. Te deseo lo mejor. Joxe Mari”.
Carta y abrazo: dos gestos simbólicos que denotan una reconciliación. Una sanadora reconciliación: el reconocimiento de la víctima, la compasión del víctimario hacia ella y el perdón.
‘Patria’ pone en escena la idea del filósofo Reyes Mate para superar el conflicto y llegar a esa reconciliación: “Supone en primer lugar recuperar y reconocer a la víctima. Hacer ver al victimario que es importante para la sociedad, porque sin ella queda empobrecida. Pero no al victimario que mató, sino al victimario que es consciente de su culpa, consciente del daño que ha hecho, y que pide a la víctima una segunda oportunidad, la oportunidad de que, además de haber matado, es capaz de comportarse civilizadamente”.
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