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‘Un inmenso e infinito continente’, de Néstor Mir
Che Books | Ediciones Contrabando, 2020
Se habla y se ha hablado mucho de la liberación de la mujer, un proceso que, por desgracia, todavía no ha arrancado en muchas partes del mundo. Sin embargo, no se menciona lo que ello ha supuesto para el hombre: una forma paralela de liberación. Porque en Occidente el varón adulto de nuestro siglo se ha visto liberado de ser el ombligo de la familia, su único proveedor, eximido de imponer un rígido régimen autoritario a sus hijos. Liberado, también, de la vergüenza que le causaban las tareas domésticas como cambiar pañales o poner la lavadora. ¿Quién es hoy ese hombre liberado del secular machismo generado por sus ancestros que se siente capaz de llorar y expresar sus sentimientos?
Uno de sus prototipos se asoma a las páginas de ‘Un inmenso e infinito continente’ (Che Books, Ediciones Contrabando, 2020), tercera ficción del versátil Néstor Mir: escritor, músico, trotamundos y bibliotecario. “Mi libro trata de la problemática del hombre adulto contemporáneo”, dice Mir. “La mayor parte de mis inquietudes están reflejadas en él, llevadas un poco más allá, pasadas de rosca, empujadas hacia el lugar donde puedan ser utilizadas para construir una narración que tenga interés, que enganche y que no suelte al lector hasta el final. La teoría está clara, ahora hay que ver si lo he conseguido”.
Ramón sufre mobbing, insomnio y pesadillas pobladas de personajes de videojuegos. Su sueño es viajar con su familia a un inmenso e infinito continente (Canadá) para romper con la rutina que le hace sentir encallado en un punto muerto de su trayectoria vital. Con la música como telón de fondo, ofrece una instantánea de su vida, hasta acabar tirado sobre el escudo floral de València bajo el puente de Aragón. Creativamente, este es un proyecto triple que incluye, además del libro, un disco y una pieza dramática, cuyo impuso inicial fue un viaje a Montreal, en el verano de 2018. “Después de esa escapada, vino la primera canción, ‘Vestit d’estiu’, una bocanada de ilusión”, cuenta Mir.
“En septiembre llegó la cruda realidad, la imposibilidad de ser lo que uno quiere ser y seguí escribiendo, para poder volver a Canadá, teatro y canciones, una obra de teatro que más tarde sería la semilla que le presenté a Bárbara Blasco para, de ahí, sacar una novela, y más canciones que, en agosto de 2019, cuando compuse el último tema, ‘Terra’, se convirtieron en disco. Con el disco y el libro escrito, hablé con la Teta Calva para que aquello se transformara en una obra de teatro, en noviembre de 2019. Íbamos a presentarlo todo en mayo de 2020, pero vino la pandemia y lo retrasamos hasta ahora”.
Las peripecias diarias de Ramón, las relaciones que mantiene con sus hijos, su pareja dedicada a temas empresariales y sus colegas de la música se intercalan con divertidas fake news que muestran la deriva del mundo hacia un atroz conservadurismo. ¿Teme Mir que sus predicciones se hagan realidad? “La humanidad ya vivió un tiempo en el que todas sus pesadillas se hicieron realidad, desde las crisis del 29 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial», responde.
“Nos hemos pasado el resto del siglo apretando las tuercas para que algo así no volviera a pasar. No sé qué ocurrió a principio de este siglo, pero esas tuercas empezaron a soltarse, se vuelven a tomar a la ligera cuestiones que son muy importantes para el devenir del ser humano. La mera existencia de ese caos, la exhortación al caos por parte de los grandes capitalistas; ese caos frente al que la democracia es tan débil, es una invitación a abrir la caja de Pandora”.
Sin embargo, a largo plazo se muestra optimista, pues quiere pensar que frente a la descomposición del sistema se produzca lo que llama “la gran revelación, o la gran decisión por la que, por primera vez, la humanidad decida firmemente salvar el planeta y, por ende, salvarse a sí misma”.
En solo 164 páginas, Néstor Mir condensa una pieza de autoficción que retrata a un arquetipo del hombre de hoy. ¿Un individuo en plena crisis de los cuarenta? “No exactamente. Este proyecto ha sido fruto de una crisis, pero no de la de los cuarenta, sino de la existencial que padece la civilización y el planeta. Tenía la idea de que sería bueno para mí y mi familia respirar una brizna de aire puro, antes de sumergirnos en el tedioso atardecer mediterráneo del final de nuestras vidas”.
El relato plasma, también, la inquietud que motiva y alimenta a su autor y que, junto al inconformismo, es el motor de su vida, asegura. “No me gusta que me encasillen, ni que me definan, ni que me enmarquen. Prefiero los giros de 180 grados, los saltos al vacío, hacerle un corte de mangas al destino. No tengo un plan, solo pienso en romper expectativas, todas las que sean posible. También despedirme de las etapas que se cierran en mi vida de la manera más solemne”.
Músico, escritor, dramaturgo, bibliotecario, viajero, padre… Mir combina sus múltiples facetas con naturalidad. “Si te organizas bien y dejas de ver la tele, la curiosidad te puede llevar a emprender muchos proyectos. En realidad, soy muchas menos cosas de las que podría ser. Para hacer lo que hago he tenido que renunciar a ser ser actor, payaso, malabarista, químico, biólogo, arquitecto, camarero, cocinero, camionero, carnicero…”.
“Podemos, como mucho, hacer cuatro o cinco cosas en nuestra vida, también podemos hacer una sola cosa (o ninguna). Pero llega un momento en que has de tomar una decisión, defender una postura, no puedes ampliar tu campo de batalla, has de centrarte en las cosas que sabes hacer. Un verano intenté practicar skate, me caí por una rampa y me pegué un batacazo como hacía años que no me pegaba”, concluye Néstor Mir.
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