‘Dalí. Litografías de los excesos pantagruélicos’
Comisario: Fernando Castro Flórez
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, Valencia
Hasta el 28 de marzo de 2021
Salvador Dalí denominó «paranoia-crítica» a la manera en que se gestaba la escritura surrealista, basada, según sus propias palabras, “en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones delirantes”. Jesús González Requena, en su libro ‘Amor loco en el jardín’, analiza el cine de Luis Buñuel en el marco de ese surrealismo de principios del pasado siglo, para señalar lo siguiente: “El surrealista parte de la vivencia de estar habitado por algo que no entiende, pero que le afecta con una intensidad propiamente obsesionante”.
“Los procedimientos de asociación libre tienen por objeto, por ello, permitir que eso pueda ser escrito”, añade quien observa en esa corriente artística, lejos de su etiqueta protectora, “algo que tiene que ver con nuestras experiencias subjetivas más angustiantes”, en tanto ligadas a cierto sin sentido “oscuro, violento, pulsional, que ellos [surrealistas como Buñuel o Dalí] atribuían al deseo inconsciente”.
González Requena explica que los presupuestos ideológicos del surrealismo se sustentan en la idea de percibir como “hipócrita mascarada” los ideales de la modernidad, contra los que lanzan una mirada “ácidamente burlesca”. “Tal es pues el programa surrealista”, continúa diciendo: “Contra toda represión y, porque el orden es represión, contra todo orden. Y por eso mismo, también, contra el orden mismo del relato. A favor, en cambio, de toda manifestación pulsional, primaria, violenta, destructiva”.
Valga esta breve introducción para situar la obra de Salvador Dalí que Fundación Bancaja acoge en la exposición ‘Dalí. Litografías de los excesos pantagruélicos’, y que viene a mostrar, precisamente, la obra gráfica que el pintor catalán realizó inspirándose en ‘Gargantúa y Pantagruel’, del escritor François Rabelais. Un total de 25 litografías reveladoras, a juicio de Fernando Castro, comisario de la muestra, de la singularidad de su propuesta: “No se valora al Dalí grabador cuando, para mí, está a la altura del Dalí pintor”.
“Es una exposición sobre los excesos”. Un universo excesivo, “sin que se convierta en un desparrame”, precisó Castro, al tiempo que destacaba los “1.000 detalles” que hay en cada grabado: “Mundos subterráneos en los que pasan cosas surreales”. Cosas ligadas a ese inconsciente que el método de paranoia-crítica daliniano sacaba a la superficie de su obra, mostrando los desvaríos de una mente acicateada por esa pulsión desbordante.
De hecho, Castro se refirió a ‘Los sueños droláticos de Pantagruel’, atribuidos a François Desprez, cuyas 120 estampas grabadas en madera fueron editadas en 1565 a partir de la sátira feroz que el propio Rabelais lanzó contra las instituciones de esa misma época. “Los sueños droláticos tienen que ver con la broma y el capricho”, puesto que las drolerías en sí remiten al capricho, y capricho “viene de cabra”, subrayó el comisario, para terminar vinculando a la cabra con el animal que “toma los caminos más difíciles”.
De manera que Dalí, en esta línea, se manifiesta como esa cabra que tira al monte, transitando por senderos que se bifurcan en múltiples direcciones, todas ellas sin sentido, aunque habitadas por esa coherente forma de dar rienda suelta a los excesos de la imaginación. “Hay muchas alusiones al sexo, el erotismo y la comida”, resaltó Castro, quien caracterizó como “enmascarado” ese mundo daliniano con su correspondiente “coeficiente de rareza”.
“Los sueños droláticos ofrecen figuraciones de personajes cuyo contexto es la risa festiva del pueblo y, sobre todo, la experiencia del carnaval como transgresión autorizada. Los dibujos de Desprez, estrictamente grotescos, pasan por la lupa de Dalí para ofrecer excesivas deformaciones”, señaló quien quiso subrayar ese carácter del “doble exceso”, recogido en el título, emparentado con su propia forma excesiva de dar explicaciones acerca del conjunto expositivo.
Las 25 litografías de Dalí conviven con las otras 25 estampas de Desprez, a partir de las cuales trabajó el pintor de Figueras su particular visión pantagruélica, y con la serie completa de 120 ilustraciones del grabador francés. “Dalí eran un gran caótico”, destacó el comisario. Un caos paradójicamente ordenado en torno a la serie de personajes monstruosos que permiten trazar el delirio a que da lugar tamaño desvarío onírico.
“La narración se quiebra una y otra vez de manera gratuita”, afirmándose con ello “la presencia soberana del enunciador del discurso, quien de esa manera se constituye en su protagonista esencial, en la misma medida en que convierte su discurso en un acto de agresión”, apunta González Requena, con respecto al universo formal de la escritura surrealista, de la que Dalí se nutrió para dar forma a su propio desasosiego.
‘Dalí. Litografías de los excesos pantagruélicos’ también pone especial hincapié en otros aspectos formales, como el propio bigote del artista, motivo de imitaciones, como la recogida en la portada de la revista ‘Blanco y Negro’ protagonizada por el actor Dustin Hoffman. La mosca, elegida igualmente por el artista para dar rienda suelta a ciertas emociones, ocupa otro lugar específico dentro de la exposición. “Dalí sintió pasión por las moscas”, que gustaba atrapar “poniéndose miel en la comisura de los labios”, señaló Castro, como una de las tantas provocaciones y excesos ligados a la sexualidad y lo escatológico.
El psicoanalista Sigmund Freud, quien ya advirtiera de las tendencias destructoras antisociales que anidan en todos los seres humanos, dijo de Dalí, como recordó el comisario, que era “el prototipo de fanático español”. Fanatismo que encuentra, una vez ligado al arte, cierta salida atenuada de esa pulsión aniquiladora. “Ahora que llevamos máscaras, la exposición igual es la promesa de que cambiemos las del covid por las del carnaval”, aventuró Castro. “Hoy lo imposible se hizo real y lo inesperado se hizo cotidiano”, concluyó.
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