‘El ojo es el primer círculo’, de Antonio Menchen
Sala Boiler Room
Galería Luis Adelantado
Bonaire 6, València
Hasta el 12 de abril de 2021
La palabra cámara viene del griego kamára y se utilizaba para señalar la habitación principal de una casa. Pero también se refiere, en el ámbito de la fotografía, a la máquina que permite obtener imágenes mediante el paso de la luz por un espacio oscuro donde se imprimen las huellas del exterior. Antonio Menchen, haciendo uso de ambas denominaciones, aprovecha la sala Boiler Room de la galería Luis Adelantado para reflexionar en torno a la cámara y la imagen, al tiempo que provoca sensaciones ligadas al ojo como primera ventana del ser conectado al mundo.
“Quería generar una caja que fuese una cámara estenopeica”, señala Menchen, con respecto a la sala donde se ubica lo que ha denominado ‘El ojo es el primer círculo’. Boiler Room se comporta, de esta forma, como esa caja oscura con un pequeño orificio por donde entra la luz, en cuyo centro hay a su vez una cámara que proyecta imágenes sobre la pared, evocando las huellas a modo de sombras de esa luz concebida sobre la pantalla cinematográfica.
“Es un lugar de conformación de la imagen”, completado por “la sonoridad de la propia máquina y la textura de las imágenes”, explica su autor, revelando el carácter “muy orgánico” del conjunto. Antonio Menchen establece un diálogo entre el ojo y la máquina, entre lo natural y lo artificial, generando impresiones en su doble sentido: la impresión de huellas de lo captado en el exterior, y el impacto que dichas huellas provocan tanto en el creador como en el propio espectador.
“Intuyo lo que grabo, pero no sé del todo lo que se ha creado”, admite quien se coloca en la doble posición de emisor y receptor de la misma obra. De ahí que tan pronto la imagen remita al dispositivo mecánico que la produce, como al resultado plástico, en una doble operación de ida, en busca del foco de luz, y de vuelta, el reino de sombras generado por la impresión de esa luz.
Como en la caverna de Platón, diríase que Menchen va al encuentro de la intensidad lumínica que hiere al ojo, manifestando su necesidad de saber de lo real del mundo, al tiempo que transforma la luz cegadora en formas misteriosas y naturalezas menos inhóspitas para la mirada. “Hay algo de compulsión”, dice el artista. La compulsión de quien pretende desentrañar los enigmas de la imagen, a través de los distintos dispositivos que la captan y producen.
“En la Modernidad hay una fascinación por el ojo”, señala, no sin antes admitir que ver cine le ha hecho introducirse en este mundo de la reflexión por la imagen, citando a directores como Friedrich Wilhelm Murnau, Jean-Luc Godard, Fritz Lang y su famosa ‘Metrópolis’, o Dziga Vértov y ‘El hombre de la cámara’, cuyo cine-ojo estaría igualmente en el trasfondo del planteamiento adoptado por Menchen para la instalación que presenta en Luis Adelantado.
Que el ojo sea el primer círculo ya remite a la esfericidad o al mundo envolvente como fantasía imaginaria con la que nos adentramos en la vida. Miramos y, desde muy temprano, hallamos en la figura que nos ofrece todos los cuidados, el placebo que después anhelaremos. Por eso dijo Freud que el ojo era, sin duda, una de las zonas erógenas. En la cámara oscura de Menchen, la luz que entra por un agujero de la pared y el que sale del Proyector Bauer remite a ciertas huellas o sombras de inusitado misterio.
“Hay un rebote entre la naturaleza (amapolas) y la ensoñación (en forma de humo) que produce la máquina”, apunta el artista. Amapolas de naturaleza tan bella como inquietante, al lado de cierta imagen digital, de nuevo confrontando lo natural y lo artificial, sin solución de continuidad. Todo ello en el marco de una sala con las paredes desnudas, con marcas que denotan la falta de una pintura homogénea, realzando así el contraste entre lo nítido y lo borroso.
Menchen se refiere al confinamiento, al “mucho tiempo pasado en casa”, como motivo último de esa reflexión sobre el ojo que nos mira y a través del cual miramos; al igual que la cámara proyecta imágenes, en sincronía con el sonido que produce el propio mecanismo. Movimiento circular que remite una vez más al foco de luz y a las imágenes resultantes, en el contexto de una cámara oscura que se ofrece como espacio inquietante para ese ojo ensimismado.
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