Noruega 2011. Calo Carratalá
Centro del Carmen
C / Museo, 2. Valencia
Hasta el 24 de noviembre
En la epopeya de Gilgamesh se cuenta en cierto pasaje cómo “el miedo hizo nido dentro de sus entrañas”, para rematar a continuación: “Su rostro era el de un hombre que llega de muy lejos”. Es esa lejanía, sin duda desoladora, la que se percibe en la obra de Calo Carratalá expuesta en la Sala Ferreres del Centro del Carmen. Atraen, al tiempo que provocan, si no miedo, una enorme inquietud, esos paisajes de gran formato realizados hace dos años durante una estancia en Noruega. La tensión entre esos grandes fondos sin figuras, cuyo despojamiento asombra, y esos diminutos colores marrones de las cabañas a las que uno se agarra en medio de la blanca nieve, provocan en el espectador esa suerte de atracción y melancolía que destila la obra de Carratalá.
El conjunto compuesto por cerca de 70 piezas lo ha titulado el artista lacónicamente Noruega 2011. Otro acierto. Porque a esos grandes paisajes nórdicos pintados con gran economía de recursos y compleja sencillez, sólo se puede entrar con el silencio sobrecogedor al que invita la propia naturaleza. Las montañas, los lagos, las carreteras nevadas, flanqueadas por finos postes telegráficos, todo parece destinado al sobresalto hierático, a despojarse de las comodidades que abotargan los sentidos, para mantener una mirada perpleja ante tamaña vastedad.
Calo Carratalá llegó a la residencia para artistas en Alvik, cerca de Bergen, a la que fue invitado, y desde allí emprendió la aventura exploratoria que refleja en sus cuadros. Descubrió islas, lagos, fiordos, montañas, entre Oslo y Tronson, ya en el círculo polar ártico. Y magnetizado por ese paisaje, fue tomando notas en los cuadernos de viaje que figuran en una vitrina de la exposición, y trazando el mapa sentimental de su experiencia por aquellos espacios nevados. Experiencia que el espectador, si quiere ponerse a su altura, debe repetir con el mismo asombro que el artista recoge en su obra.
Enormes montañas en Lyngen, como la que preside la Sala Ferreres al fondo, fiordos en Nor-Norge, las islas Lofoten, casas en la costa de Sor-Trondelag: no hay respiro para la mirada, que asiste impávida a ese recorrido por la vasta soledad del paisaje nórdico, blanco, nevado, temblando ante la posibilidad de que tan majestuosas y grises montañas descarguen su ira de un momento a otro. Calo Carratalá, de vez en cuando, deja que se asome cierto azul del cielo, entre blancos, ocres y negros. Y con qué alivio descubre el espectador esas pequeñas cabañas de madera, refugio para una vista que se pierde en la inmensidad de esa naturaleza amenazadora.
Noruega 2011 es un ejercicio plástico que no deja precisamente helado, sino que, gracias a la destreza del artista al captar sin artificios añadidos la esencia de esos paisajes nevados, fríos, sobrecogedores, provoca cierto deshielo en la mirada. Por eso atrae, al tiempo que produce escalofrío, esa naturaleza nórdica. Será porque, en el fondo, compartimos con Rilke aquello de que la belleza es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar. Y lo soportamos, después de todo, gracias al trabajo viajero de Calo Carratalá, el artista que surgió del frío para animarnos a compartir su honda experiencia nórdica.
Salva Torres
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