‘Sive deus, sive dea’, de Edwin Valentín
Premio Activa Cultura 2021
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
9 de julio de 2021
Con la sentencia latina sive deus, sive dea, Edwin Valentín rubrica su última instalación performática en la ciudad de València. Empleada en la Antigüedad para expresar el género indeterminado de una divinidad, esta sentencia bautizó uno de los proyectos ganadores del premio Activa Cultura 2021 de la Universitat de València que tuvo lugar el pasado viernes 9 de julio en el claustro del Centre Cultural La Nau. Continuando con la estela de ‘Metro cuadrado’, su última pieza coreográfica, Edwin nos sorprende con una nueva iniciativa que subvierte los estándares de la danza y nos interpela de manera directa a reflexionar en torno al género, el espacio y nuestra relación con el mismo.
Edwin Valentín G. es bailarín de danza contemporánea, docente y coreógrafo, graduado en Antropología Física por la Escuela Nacional de Antropología e Historia de Ciudad de México. Actualmente cursa el Máster Interuniversitario en Gestión Cultural de la Universitat de València y de la Universitat Politécnica de València. En su trayectoria profesional ha participado en destacadas producciones, así como en festivales, concursos y encuentros, alcanzando diversos reconocimientos.
En México trabajó como bailarín para distintas compañías como Lagu danza, de Erika Méndez, Tierra Independiente, de Helmar Álvarez y Paulina Álvarez, y Mitrovica, de Andrea Chirinos, entre otras. En España continuó trabajando para las producciones de Marcos Morau, Ana Cembrero y Soren Evinson, Iris Pintos y Jon Maya Sein.
En 2009 comenzó su actividad como coreógrafo hasta la creación de su propia compañía, 33 Volts, en 2014, momento en el cual alcanzó gran reconocimiento gracias a la obra ‘m2 (metro cuadrado)’, inscrita en la primera edición del Encuentro de Creadores de Danza, Premio Movimiento Original en Ciudad de México. En 2018 fue seleccionado para las Residència Creació Carme Teatre y ha participado desde entonces como coreógrafo en diversas obras de teatro y cine.
‘Sive deus, sive dea’ nace como resultado de la experimentación realizada por el artista con estudiantes y personal de la Universitat de València que, de manera voluntaria, se sumó a este proyecto cultural. En el espacio-laboratorio creado por el coreógrafo y antropólogo se llevaron a cabo una serie de prácticas cinéticas que tenían por objeto conocer la relación del cuerpo y el movimiento con las representaciones, conceptos e ideas que se han establecido como propias de la masculinidad y la feminidad.
En palabras del coreógrafo, “mediante la creación de un espacio-laboratorio de movimiento se brinda un lugar de aprendizaje e investigación corporal el cual permitirá a los participantes reflexionar sobre el proceso de simbolización dicotómica del movimiento humano. Este aprendizaje favorece la creación de un nuevo proceso de re-significación y simbolización gestual y motriz que no solo ayudará a la creación de la pieza ‘Sive deus, sive dea’, sino que servirá como espacio catártico y de transformación simbólica para los participantes”.
En esta ocasión, Edwin Valentín ha reformulado el concepto de espectador-artista invitando a completos desconocidos a formar parte de la instalación performática, repetida a lo largo de cuatro pases donde los asistentes se ubicaban rodeando la escultura decimonónica de Joan Lluís Vives, testigo ineludible del evento. El asistente, acostumbrado a vivir la experiencia escópica de mirar sin ser visto, abandona su rol voyeurista y se posiciona como interlocutor directo del diálogo performativo.
Asimismo, el espacio se torna elemento protagónico de la pieza que, a partir de cuatro letreros rosas, advierte del grado de condicionamiento que palabras como queer, bonic, raret o machota generan en el individuo y sus interacciones con el medio. La elección del claustro de La Nau como receptáculo del evento, sin duda, se ve reforzada por la excelente acústica del espacio donde los fragmentos operísticos y los sonidos guturales conjugan a la perfección con la expresión corporal libre que, a través del lenguaje no verbal, se adueña de cada rincón.
La performance trae consigo un soplo de aire fresco al panorama de la danza en la capital del Turia y, al mismo tiempo, combina ciertos elementos que son seña de identidad del artista. Espacios delimitados, sonidos naturales y el anonimato de la escafandra, en esta ocasión sustituida por un equipo EPI completo, son elementos a los que Edwin Valentín nos tiene acostumbrados. El espejo de la visera protectora del uniforme sanitario nos interpela y biloca en distintos espacios donde el cuerpo y la identidad fluctúan siguiendo los biorritmos sociales.
Este atuendo performativo es, más allá de un leitmotiv del artista, una invitación al espectador a imbuirse de la energía que los siete bailarines proyectan sobre los muros del claustro clasicista de La Nau.
La pieza y sus siete participantes, anónimos y despojados de todo elemento que los identifique según un sexo u otro, nos invitan a explorar los límites de la performatividad del género. El reflejo de nosotros mismos sobre la superficie reflectante de cada visera nos interpela de manera directa evidenciando la capacidad de cada individuo de subvertir la idílica alineación entre sexo, género y sexualidad impuesta por la heteronormatividad.
En la línea de lo definido por Judith Butler, ‘Sive deus, sive dea’ hace patente la performatividad del género construido, consiguiendo con ello evidenciar cómo este se convierte en una acción rutinaria y forzosa basada en una serie de imperativos sociales cuya base es un sistema de castigo y recompensa.
De este modo y, regidos por el condicionamiento operante de Skinner, estamos acostumbrados a ser premiados o condenados dependiendo de la relación que tengamos con la normativa de género imperante, una fuerza gravitacional que nos oprime y que tan solo aceptándola nos libera. Una experiencia catártica e irrepetible que deja al espectador ávido por descubrir cual será la próxima propuesta del coreógrafo.