Al comienzo de los nuevos años veinte
Boye Llorens Peters (historiador del arte y comisario)
MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2020
Me dicen que el público que visita la exposición antológica de Antonio López, en la Fundación Bancaja de Valéncia, comenta con frecuencia que las vistas urbanas del pintor, siempre exentas de figuras, recuerdan a las escenas vividas en las ciudades vacías durante los meses de confinamiento por la COVID-19. Se trata de una constatación lógica, un paralelismo natural si tenemos en cuenta el alcance y el impacto que han tenido las medidas preventivas en toda la sociedad.
Pero en la afirmación asoma un gesto, tímido y difuso, de esperanza y confianza en la capacidad premonitoria del arte: ¡Antoñito se anticipó a la actualidad! Ha sabido reflejar con cincuenta años de antelación lo que nadie, ni las voces más autorizadas de la ciencia, ha podido imaginarse que fuéramos a ver a lo largo de este año. El artista parece un brujo, un mago, un adivino.
Nada más lejos de la realidad. Aunque pueda hablar del misterio o la magia que encierran las cosas o de la esencia de la realidad, de valores espirituales, de cosas que conmueven, que nos emocionan o que nos llegan al alma, Antonio López no concibe al artista como un demiurgo. Entiende que el artista es un artesano que en su trabajo diario ha aprendido a construir sus reflexiones a golpe de escoplo, de pincelada o de carboncillo. Maravillado ante el mundo, se ciñe a parámetros objetivos para reconstruir la mirada y transmitir con mayor fidelidad las emociones que despierta la realidad.
Se trata de un esfuerzo por comprender y, en la construcción del conocimiento, la duda juega un papel fundamental. No pretende ofrecer soluciones, sino mostrar un proceso que permite acceder o aproximarse a la realidad. En esto, el artista parece más un filósofo que un mago.
Alguien le preguntó, durante la presentación de la exposición, en qué medida pensaba que la pandemia que estamos viviendo ahora, a principios de década, podría afectar al arte en los próximos años. La respuesta fue sencilla: poco o nada. Explicó que, a lo largo de la historia, la humanidad ha atravesado muchas situaciones de profunda dificultad, incluso tremendamente traumáticas, y el arte ha seguido su curso.
Lo que importa en el arte son valores estables, referentes consolidados, cuestiones de peso, que perduran en el tiempo y que permiten comprender, por ejemplo, la relación que existe en la obra de Antonio López entre el informalismo matérico de sus compañeros de generación y los grandes referentes clásicos de la historia.
Es evidente que el desasosiego que produce la incertidumbre generalizada que ha provocado esta pandemia global puede resultar desconcertante. En el desconcierto, junto a conjeturas razonables afloran teorías pseudofilosóficas de toda índole –parciales, arbitrarias y mal argumentadas– que hierven todas juntas, intentando imponerse unas sobre otras, en un mar agitado por la fuerza pasional de la vivencia subjetiva ante el descrédito del conocimiento científico. Pero la pérdida de autoridad de la razón y su efecto sobre los valores morales de nuestra sociedad tienen su origen, en distintos frentes, mucho antes de la aparición del coronavirus.
El clima de crispación que vivimos hoy y la mayor polarización de la sociedad son consecuencia de una progresiva simplificación binaria de los debates y argumentarios desarrollados durante los últimos años. Esta situación se ha visto reflejada también en el arte, sobre todo aquel que busca su mayor legitimación en la conexión con la realidad social, en su implicación en reivindicaciones políticas o populares.
La exigencia de participación activa ha facilitado que el arte contribuyera e influyera en la forma en que el pensamiento contemporáneo ha cuestionado los discursos hegemónicos, en cómo se han producido los mediáticos debates sobre la posverdad o las fake news, en las propuestas de relectura histórica poscolonial, desde perspectivas de género, desde el etnicismo, el ecologismo o desde diferentes posturas políticas radicales. En esta tesitura, sería comprensible que el clima actual aporte mayor tensión a los debates que se producen en los ámbitos artísticos. Pero ¿en qué medida?
Parece imprudente aventurar pronósticos acerca de lo que puede ocurrir en el arte durante la próxima década. Es posible que la situación pandémica actual tenga consecuencias duraderas y afecte a la manera en que interactuamos en sociedad o nos relacionamos con nuestro entorno. Es probable que donde más se noten los efectos de la situación actual sea en las políticas culturales de las instituciones, pero serán cambios previsiblemente anecdóticos y de carácter oportunista. Seguramente, afecte menos al mercado y al coleccionismo; estos se encuentran siempre en estado de transformación, de renovación, de reinvención.
En el caso de la propia producción artística, del trabajo de los artistas, los cambios que en un futuro próximo respondan a la situación actual serán cuestiones coyunturales y, con toda certeza, pasajeros, como las modas. Como las modas, muchas cosas pueden cambiar en la próxima década. Pero lo importante es que en el arte hay cosas que nunca cambian.
Antonio López nos dice que los cánones clásicos hacen perdurables los valores estéticos porque el arte aspira a lo universal y busca la trascendencia. Pero, como podemos apreciar observando su obra en detalle, la duda también forma parte esencial de lo humano.
Boye Llorens Peters
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20, en diciembre de 2020.
- Al comienzo de los nuevos años veinte - 7 agosto, 2021