Let´s Twist Again
Javier Valenzuela (periodista y escritor, autor de ‘El bien más preciado‘, editado por MAKMA | HojasDeBisturí, 2021)
MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2020
Empezaré con una negativa: a fecha de hoy, no me apetece en absoluto leer novelas, asistir a exposiciones o ver películas, series u obras de teatro sobre el coronavirus. No me veo hincándole el diente a productos semejantes en los meses venideros e incluso en los próximos años. Tengo, y supongo que ustedes también, un empacho de historias reales sobre el heroísmo de los sanitarios, el sufrimiento de los enfermos entubados en hospitales, las disputas políticas y científicas sobre cómo combatir esta primera peste del siglo XXI y los daños psicológicos y económicos que está produciendo.
Dudo, además, de que puedan producirse buenas obras sobre el asunto hasta que no se repose un poco. Muchas de las más inmortales novelas sobre la Primera Guerra Mundial no se publicaron hasta unos cuantos años después de que callaran los obuses.
Es el caso de ‘Sin novedad en el frente’ (Erich Maria Remarque, 1929), ‘Adiós a las armas’ (Ernest Hemingway, 1929), ‘Viaje al fin de la noche’ (Louis-Ferdinand Céline, 1932) y ‘Johnny cogió su fusil’ (Dalton Trumbo, 1939); y, también, el de bastantes de las mejores películas sobre el Holocausto: ‘Noche y niebla’ (Alain Resnais, 1955) ‘La lista de Schindler’ (Steven Spielberg, 1993), ‘La vida es bella’ (Roberto Benigni, 1999) y ‘El niño con el pijama de rayas’ (Mark Herman, 2008).
Hay un tiempo para contar periodística o documentalmente las tragedias de las guerras, los genocidios o las pandemias, y otro, posterior, cuando el polvo se asienta, cuando las mentes son más lúcidas, para expresarlas a través del arte. Pueden ustedes decirme que Picasso hizo su obra más célebre, el ‘Guernica’, en plena guerra civil española, y tienen razón. Pero Picasso era un genio, la excepción que confirma la regla.
Entonces, ¿cómo me gustaría que fuera culturalmente la década de los años veinte del siglo XXI? ¿Por dónde pienso que puede y debe caminar? Pues como los años veinte del siglo pasado, los que siguieron a la Primera Guerra Mundial, y los posteriores Años Cincuenta, los que siguieron a la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. En una y otra década, los creadores reaccionaron con la mayoría de los supervivientes, con una febril joie de vivre, compatible con una gran rebeldía.
La década que los estadounidenses llaman The Roaring Twenties fue de crecimiento económico (hasta el crash de 1929), de incorporación a la vida cotidiana de grandes novedades tecnológicas como la electricidad, el automóvil, el teléfono, el avión y la radio, de auge de las ideas progresistas, de acortamiento de las faldas femeninas y baile desenfrenado del charlestón.
La sociedad se volvió maravillosamente loca y la cultura estuvo a su vanguardia. Estados Unidos importó al mundo su cine y su jazz. En Berlín florecieron los cabarés sicalípticos y artísticos, y París vivió los Années folles de Josephine Baker, danzando alegremente con poca ropa, y la explosión de movimientos artísticos como el dadá de Tristan Tzara y el surrealismo de André Breton, que rompían irreverentemente con el pasado y proponían la insurrección individual y colectiva contra el orden burgués de las cosas.
Treinta años después, llegaron The Fabulous Fifties. Estados Unidos y Europa occidental volvían a conocer el crecimiento demográfico y económico, florecían de nuevo las ideas progresistas tras la derrota de los fascismos, los países colonizados se alzaban contra sus amos, nacía la carrera espacial… y, sí, la gente expresaba de nuevo la alegría de estar viva.
Los años cincuenta fueron los del rock & roll, los de Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis y Elvis Presley haciendo mover obscenamente las caderas. Y los del expresionismo abstracto de Jackson Pollock y Willem de Kooning en plástica y la Beat Generation en literatura. Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs escribían lo que les apetecía desde el rechazo manifiesto a los valores conservadores y la defensa de la libertad sexual, el uso de las drogas y la comunión con el mundo oriental. Anticipaban así la contracultura, el movimiento hippie y las protestas contra la guerra de Vietnam de los sorprendentes años sesenta.
Europa occidental también se movía con frenesí e irreverencia. En París, los años cincuenta fueron los del existencialismo libertario de Albert Camus y Boris Vian, tocando la trompeta en los sótanos de la Rive gauche y aportando a la novela negra la fantástica provocación de ‘Escupiré sobre vuestra tumba’. En Italia, los que Federico Fellini contaría en ‘La Dolce Vita’. Y en Inglaterra, los de los Teddy Boys y las Teddy Girls.
No soy adivino, no sé por dónde irán la vida y la cultura tras la pandemia. Pero sí tengo una idea clara de por dónde me gustaría que fueran. Me gustaría que la cultura liderara el reseteo del mundo tras la pandemia. Un mundo con menos autoridad y más libertad, igualdad y fraternidad. Menos obsesión por el mercado y más por la gente. Menos consumismo y más respeto a la Tierra. Menos envase y más contenido. Menos postureo y más felicidad. Menos conformismo y más atrevimiento. Me gustaría que la cultura sacudiera el árbol con energía. Y también, por supuesto, con humor, con mucho humor. Let´s Twist Again.
Javier Valenzuela
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20, en diciembre de 2020.
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