‘Desayuno con diamantes’, de Blake Edwards
Intérpretes: Audrey Hepburn, George Peppard, Patricia Neal, Buddy Ebsen, Martin Balsam, Mickey Rooney
115’, Estados Unidos | Paramount Pictures, 1961
Filmin
‘Desayuno con diamantes’ cumple sesenta años y parece que el paso de los años no la ha convertido en una de esas grandes historias que solo recuerdan los más nostálgicos. Es una de las películas románticas que todos tenemos en nuestra videoteca, si es que aún sigue existiendo eso. Estrenada en 1961, no llegó a España hasta dos años después, nada que no pueda conmemorarse dos veces.
Adaptación libre de la novela de Truman Capote publicada en 1958, tan libre que convirtió una amistad entre una chica de diecinueve años y su vecino homosexual en una historia de amor romántico.
El libro narra la historia de Holly Golightly, una chica que se mueve entre cócteles, fiestas, tocadores y hombres y a la que lo único que le importa además de los bienes materiales, es su hermano Fred y el gato sin nombre que vive con ella.
Por otro lado, está Paul Varjack, escritor sin mucho éxito que vive en el mismo edificio. Él se siente fascinado por la personalidad de ella, arrolladora y despreocupada; y ella ve en Paul a su hermano Fred. El libro narra las vivencias de Holly entre hombres que van desde millonarios hasta mafiosos, sus fiestas y su relación con Paul. Una historia aparentemente incongruente, pero genialmente contada.
La película es parecida, pero solo es una impresión inicial. Omite detalles que pudieran ofender al puritano Hollywood. La verdad mejor a medias, no vaya a ser que uno sepa en qué mundo vive. La homosexualidad de Paul Varjack, la bisexualidad de Holly, su aborto… Todo eso fuera. Son detalles que Hollywood no quiso airear demasiado porque lo que buscaba era convertir una novela adictiva en un clásico romántico, manteniendo ciertas peculiaridades de la historia para no ser más de lo mismo, y con un guion bien trabajado y la química entre Audrey Hepburn y George Peppard que hace el resto.
Sin embargo, no nos engañemos, al pensar en ‘Desayuno con diamantes’ nos acordamos del glamour que envuelve la historia. Viajamos a ese Nueva York que tanto tenemos idealizado, al vestuario impecable y envidiable, a ese apartamento sencillo pero maravilloso que nada tiene que ver con el descrito en el libro y, por supuesto, a la Hepburn cantando ‘Moon River’ sentada en la ventana de su apartamento.
En mi opinión, si algo falla de la película es el final. Holly, que vive provisionalmente, en el aquí y ahora, el espíritu libre, superficial, de dudosa conducta…, al final se funde en un beso con el escritor guapo a rabiar bajo la lluvia torrencial de Nueva York borrando de un plumazo toda su personalidad. Es el final deseado, sí, pero no el adecuado.
A todos nos gustan los finales felices, más cuando se trata de una historia de amor. De esta manera, nos vamos a la cama más tranquilos con un suspiro sonoro de quienes en secreto desean vivir una historia de amor de esas que nunca ocurren.
No pasa nada si todo lo anterior pierde fuerza, si al final la protagonista cae en la “domesticación” de la que huía, si finalmente es una historia de amor como hay miles en la pantalla, es un final feliz. Es Paul, Holly, el gato y Nueva York, no se necesita más.
Te guste o no la película, ‘Desayuno con diamantes’ está envejeciendo bien, debe de ser que Audrey, como las joyas de Tiffany’s, nunca pasa de moda.
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