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‘Los años imposibles. Memoria inacabada de Juan Piqueras’, de Enrique Fibla Gutierrez
Barlin Libros, 2022
En julio de 1936 fue asesinado Juan Piqueras, un referente de la cultura cinematográfica en los años veinte y treinta, creador de la revista Nuestro Cinema, que dirigió entre España y París, e íntimo de Buñuel y otros intelectuales de la época. Tenía 32 años. Tras su muerte, su esposa Katty González inició un angustioso periplo, primero por España, para indagar sin éxito sobre el destino de su esposo y, más tarde, para huir de la amenaza de los nazis que avanzaban hacia París. Con su madre Delfina y su hijo de corta edad lograron embarcar en el paquebote ‘Cuba’, que tras múltiples penalidades les condujo al exilio en Venezuela.
Katty relató sus vicisitudes en un diario en el que se ha basado el valenciano Enrique Fibla, coordinador de debates del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, que dedicó su tesis doctoral a Juan Piqueras, para armar un relato sobre las penalidades que sufrió su familia, como tantas otras, durante y después de la Guerra Civil, especialmente en el bando de los vencidos.
Editado por Barlin Libros y la Filmoteca de València, ‘Los años imposibles. Memoria inacabada de Juan Piqueras‘ mezcla de biografía y ensayo con el trasfondo de la memoria histórica, refleja, a través de un caso particular, los sueños perdidos de toda una generación.
“Lo que más me atrajo de la figura de Piqueras fue su dimensión internacional, pues en muy poco tiempo creó una red que unía críticos, cineastas, distribuidores y productores en Francia, la Unión Soviética y los Estados Unidos, entre otros países. Siendo miembro del Partido Comunista, se entendía con los anarquistas, socialistas y grandes empresarios. Su origen humilde y su compromiso político con el cine como herramienta pedagógica al servicio de la justicia social son también valores que le definen”.
Juan Piqueras nació en Campo de Arcís, un pequeño pueblo cercano a Requena, donde su familia se dedicaba al cultivo del azafrán. Gracias a su inteligencia y a una escuela de inspiración krausista en la que pudo estudiar gratuitamente, se inició en lo que más le fascinaba, la cultura cinematográfica, y con dieciséis años ya dirigía su propia revista.
“Demostró una gran capacidad para convertirse en una antena que unía la cultura cinematográfica mundial con la española”, señala Fibla. Con 26 años se mudo a París, “para intentar establecer un diálogo que transformase el cine español. Prestaba una especial atención a la pedagogía, pues era consciente de que para cambiar la producción cultural de un país hay que apostar primero por la educación. Él lo intentó con sus cineclubs y bibliotecas de cine populares, la revista ‘Nuestro Cinema’, incluso con un proyecto de asociación de cine amateur al alcance de los trabajadores. Lamentablemente, no tuvo tiempo de realizar gran parte de sus ideas”.
Piqueras fue el representante de Filmófono, la principal productora española en aquellos años, y encargado de los doblajes de las películas extranjeras que compraba la productora, motivo que le llevó a viajar por toda Europa. Llegó a recibir propuestas de la Paramount para engrosar sus filas como crítico, conoció a Walt Disney y a los actores y directores más representativos de la época. Como critico musical, sus artículos se editaron en las revistas más prestigiosas en Francia, Inglaterra y España. Atesoró una gran biblioteca de cinematografía, que incluía una gran colección de libros y material gráfico original.
Poco antes de la muerte de Piqueras, a finales de 1935, el director de cine Florián Rey retrató a su feliz familia en un parque de París, en una pose dinámica y modernista que recuerda los carteles de Renau. Sobre esa imagen, Irene Bofill ha elaborado la ilustración de la portada del libro que expresa las esperanzas truncadas de toda una generación.
“Piqueras era una persona curiosa, inquieta y enormemente generosa. Siempre estaba viajando, iniciando proyectos, poniendo en contacto tradiciones culturales que hasta ese momento se desconocían, como el montaje soviético con el cartelismo del primer Renau, dando la alternativa a voces jóvenes como Antonio del Amo o Ricardo Muñoz Suay”.
“Como dijo él mismo, su objetivo era viajar, leer, aprender, escribir y enseñar. No hay mejor manera de describir su personalidad. Esta es la impresión que te traslada su familia, que tan generosamente me ha tratado. Su joven bisnieto, Sebastián, quiere dedicarse al cine y espero que lo pueda hacer, tiene una gran historia que contar”, subraya Fibla.
En 2008, el IVAC retiró el nombre de Piqueras de una sala de la Filmoteca para llamarla Luis García Berlanga, “una decisión muy sospechosa, tomada pocos meses después de la aprobación de la primera Ley de Memoria Histórica de Zapatero, y que se hizo en contra de la opinión de los propios trabajadores del centro”, comenta Fibla.
“Para mí es un ejemplo más de cómo ciertas memorias, como la republicana, todavía estorban al presente. Quizás nunca sabremos qué pasó exactamente, pero desde luego las formas fueron las peores posibles. Por eso me hace tanta ilusión que, con este libro, coeditado por la Filmoteca de Valencia, el nombre de Juan Piqueras vuelva a la institución. Me parece una decisión muy valiente y que debería marcar el camino a seguir para tantas historias olvidadas por culpa de los vaivenes políticos”.
Juan Piqueras y Katty González siguen interpelando a los jóvenes de hoy día nacidos en una democracia consolidada, afirma Fibla, que prepara un ciclo sobre la biografía del cineasta y la memoria republicana en el que dos de las películas previstas son recientes y dirigidas por directoras jóvenes.
“Como digo en el prólogo, la memoria, como toda fuerza, no se crea ni se destruye, sino que se transforma en cada generación en una herencia difícil pero necesaria. Por mucho que leamos sobre la Segunda República, el alzamiento y la guerra, no hay mejor manera de entender sus consecuencias que a través de las biografías de quienes vivieron aquellos años imposibles”, concluye Enrique Fibla.
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