1945, la Segunda Guerra Mundial ha terminado. Tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, Japón acepta los términos de rendición de los aliados poniendo fin a la sangrienta contienda del frente del Pacífico. El general McArthur (Tommy Lee Jones) viaja junto a su séquito a Tokio con el objetivo de buscar, encontrar y castigar a los criminales de guerra japoneses. El general Bonner Fellers (Matthew Fox), protegido de McArthur, será quien lleve a cabo la investigación de dichos crímenes e intentará averiguar el papel que tuvo el Emperador Hirohito antes y durante la guerra. Fellers, durante su investigación, emprenderá la búsqueda de una japonesa llamada Aya (Eriko Hatsume) con la cual mantuvo un idilio antes del estallido del conflicto. A través de recuerdos de su estancia previa a la guerra, redescubrirá Japón como un país sincrético y hermético, algo que dificultará su labor, poniendo en jaque los intereses del propio McArthur.
Peter Webber (1968), en Emperor, lleva a la gran pantalla la adaptación de la novela His mayesty´s salvation de Shiro Okamoto, algo que ya le hemos visto hacer en La joven de la perla (2003) con la obra homónima de Tracy Chevalier. Por su parte, Tommy Lee Jones, en un discreto pero notable papel, encarna al ambicioso general McArthur, figura clave en el conflicto y durante proceso de reconstrucción del país nipón. La carga dramática recae en los personajes que interpretan Fox y Hatsume, el general Fellers y Aya, resultando convincentemente necesaria para ilustrar y entender el tenso clima prebélico entre ambas naciones. Respecto a la banda sonora cabe destacar el adecuado uso de la misma, reservado únicamente a enfatizar algunos momentos clave.
Sin caer en un maniqueísmo exacerbado, el film presenta a EEUU como vencedor de la contienda, sin embargo, esto no le libra de ser objeto de juicio, algo presente a lo largo del metraje. Bajo esta premisa, el espectador, desde una óptica del invasor, es testigo del recelo y la hostilidad del pueblo japonés hacia Fellers como una metáfora del odio sembrado por EEUU a lo largo de su historia. Son constantes las alusiones a las injusticias perpetradas tanto por norteamericanos como por nipones, no obstante, y tal como dice Fellers a Konoe: “No necesito una lección de historia, su excelencia.” Efectivamente, el espectador tampoco, porque esta película no trata de señalar a víctimas y verdugos sino que pretende ir un poco más allá, trata sobre la relación de amor y entendimiento de Fellers y Aya, y, por ende, de la concordia y paz entre naciones. En base, esta película admite la existencia de la barbarie y la sinrazón, no la niega ni la eufemiza. El mensaje que transmite la película queda revelado durante la charla entre McArthur e Hirohito en la cual, el general que ha destruido Japón, pide ayuda al Emperador para reconstruirlo.
Ambos países aparecen reflejados unidos ante la pérdida, Fellers pierde a Aya, y, Takahashi, el intérprete, pierde a su esposa. En una contienda todo el mundo pierde y, por desgracia, como dijo Platón: Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
Diego Tur.
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