A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929 – 1980)
Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM)
C/ Guillem de Castro, 118. Valencia
Hasta el 2 de septiembre
La reciente exposición inaugurada el 26 de abril y que se titula “A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929 – 1980)”, constituye un homenaje a todas las mujeres represaliadas y oprimidas durante el franquismo y la repercusión que sufrieron hasta bien entrados los 80. “A quienes una vez detenidas, les rapaban el pelo, obligaban a beber aceite de ricino para provocarles diarreas y pasearlas por las calles, mientras que el resto del pueblo las insultaba y apedreaba”.
Exhibición comisariada por Mª Jesús Folch e Isabel Tejeda, ambas con un mismo objetivo, reconstruir las biografías borradas de aquellas creadoras femeninas que a pesar de la continuidad de su trabajo, se las asocia a sus maridos y sus nombres quedan en el olvido. Artistas que dan un paso hacia la modernidad jugando con la representación de nuevos estereotipos sociales y artísticos. La muestra se divide en 2 grandes bloques, en primer lugar “Una generación perdida: II República, Guerra Civil y Exilio” marcada con el inicio de la publicación en Blanco y Negro en 1929 de Manuela Ballester, determinando así su oposición contra el academicismo que dominaba en la ciudad de Valencia. En segundo término, “Dictadura y Transición”, con toda una recopilación de fotografías y obras pictóricas en las que es evidente el retorno a los estándares de la mujer sumisa, obedeciendo a la representación de temas concretos marcados por el régimen franquista. Muestra que reúne a artistas como Cecilia Bartolomé, Soledad Sevilla, Victoria Civera, Cristina Grau, Ángela García Codoñer, Isabel Olvier, Monika Buch, Ana Peters, Juana Francés, Jacinta Gil o Amparo Segarra.
Conseguir mayor visibilidad dentro de un mundo machista en el que la mujer debía estar bajo sumisión y que tradicionalmente ha sido y es asociada a un rol de valores característicos, cordialidad, sensibilidad, compasión y como no, obediencia. Donde en el campo del arte únicamente se permitía participar a damas de alta posición social o vinculadas a dirigentes y hombres que estuvieran relacionados con el régimen franquista. Prototipos de mujer a las que se les preestablecían temas concretos a representar como son los religiosos, políticas de propaganda con mujeres realizando las actividades ‘propias’ a su sexo, bodegones, paisajes, retratos de personajes de la alta sociedad. Ideas que se alejaban en gran mesura a la representación de vanguardias históricas consideradas contrarias al ‘espíritu español’. Incluso en las diversas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes realizadas tras la Guerra Civil, donde escasas artistas como Julia Minguillón, Rosario de Velasco, Amparo Palacios Escrivá entre otras y no menos importantes, participan verso un aplastante número de hombres siendo reconocidas nacionalmente pero nunca a la proyección mediático-propagandística que podía llegar cualquier artista de sexo masculino. No porque sus obras fueran de menor exquisitez, técnica o gusto sino porque la ambición, competencia y ego predominantes del rol masculino machista causaba gran estruendo dentro de las estructuras sociales.
A partir de 1960/70 y gracias al aumento económico y la entrada masiva de turistas en el país, en el ámbito artístico se decide romper con el academicismo implantado hasta el momento y se lleva a cabo una nueva búsqueda hacia la renovación estética y prácticas abstractas que estimulará a las artistas para desarrollar técnicas, colores y representaciones novedosas, destacando las figuras de Juana Francés y Jacinta Gil, quien realiza composiciones donde la metáfora del hombre y de la maquina adquieren un significado crítico a la sociedad y orden social. Aun así, la falta de visibilidad en torno a la creatividad femenina llevó a muchísimas artistas a asociarse en los conocidos “Salones Femeninos de Arte Actual” con el objetivo de mostrar y recuperar todo el trabajo desaparecido o borrado de las biografías de las artistas en las diferentes regiones del país, dándolas a conocer y ser valoradas dentro del contexto artístico general.
Una dura lucha de la igualdad de género que ni mucho menos acaba aquí. Tenemos y debemos luchar por nuestros derechos desde la igualdad de género, ser valoradas en el trabajo que realizamos, cobrar el mismo salario que los hombres y no inferior, vestirse como se quiera sin estar sometidas a comentarios misóginos, desprendernos y eliminar el falso mito de canon de belleza, repartir de manera justa las actividades domésticas y sobre todo, de camino a casa ser libres y no valientes.
Lucía Cajo
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