El Marqués del Vino, de Rafael Simón Redón
Carena Editors
Todo el mundo presume de saber de vinos, pero pocos conocen a fondo la historia de Camilo Hurtado de Amezaga, Marques de Pedral, que en el siglo XIX, con ayuda del vinatero bordelés Jean Pineau, introdujo en España innovadoras técnicas para su elaboración. Es la historia que cuenta Rafael Simón en su novela ‘El Marqués del Vino’ (Carena Editors), que combina su amor a la historia con su interés por la cultura del vino. Educado en Francia, librepensador, escritor y hombre de negocios, don Camilo regresa a España para desenmascarar a los enemigos de su padre y relanzar sus negocios.
Sus peripecias es la urdimbre de un tapiz que retrata la España del siglo XIX, una época convulsa y tormentosa que interesa especialmente a Simón, “aunque la historiografía tradicional lo considere un siglo perdido para España”, comenta. “Tuve la fortuna de estudiar en la Facultad de Historia de Valencia con Eric Sebastiá y Pedro Ruiz Torres, que en aquel momento abrían un nuevo horizonte. Sostenían que en este periodo en nuestro país se había producido la Revolución burguesa, como en el resto de Europa pero con unas características diferentes”.
En cuanto a las innovaciones enológicas que introdujo don Camilo, fueron tantas y tan variadas “que necesitaría varias páginas para explicarlas”, dice Simón. “Afectaron desde la concepción del cultivo como la plantación de las viñas al trabajo en la bodega: selección del grano, fermentación, clarificaciones, trasiegos, conservación en barricas, embotellado, etiquetado, etcétera, y también a la distribución”.
A lo largo del siglo XX algunos bodegueros de la Comunidad Valenciana adaptaron estos cambios, “pero con mucha lentitud e incluso recelo”, matiza Simón. “A finales del siglo pasado ya empezaron a incorporar las novedades técnicas más actuales y a elaborar vino de calidad”.
Rafael Simón, licenciado en Geografía e Historia y docente, ha invertido una década en la preparación de este libro. “Aparte de los estudios teóricos participé en varias vendimias y experiencias en dos bodegas de Requena. Además, asistí durante tres años a la DO Valencia, donde se organizan catas, charlas, olores de esencias y otras actividades. También he participado en varios cursos programados por diferentes instituciones, y como colofón estuve en la maratón del Medoc (Francia), donde visité varios de los chateaux más importantes de Burdeos.
Vino y cultura
La intensa y extensa inmersión en el mundo del vino ha supuesto cierta decepción para Simón. “Cuando empecé a interesarme por el tema del vino pensaba que todo cuanto le rodea forma un conglomerado intercultural”, señala. “Sin embargo, ahora que llevo un amplio recorrido, entre presentaciones, eventos, asistencia a catas, cursillos, visita a bodegas, etcétera tengo la impresión de que la gente del vino no tiene demasiado interés en la cultura en general, ni en la literatura. Me ha sorprendido desagradablemente que personas que se refieren a su bodega y a sus vinos con una sensibilidad muy acentuada, cuando les he hablado de mi libro, o de otros similares, no han mostrado ningún aprecio ni interés”.
Comer y beber
Aunque no se considera un experto sino un estudioso del tema del vino, Simón tiene una opinión muy clara sobre la eclosión gastronómica que se vive hoy la sociedad. “El placer por comer y beber no es nada nuevo, sólo hay que pensar en las bacanales romanas”, dice. “En mi libro relato cómo en el siglo XIX se introdujo la costumbre de comer plato a plato entre las clases aristocráticas, según la moda que impone el gastrónomo francés Alexandre Grimot de la Reyniére. La diferencia respecto con épocas pasadas es que, mientras antes esta posibilidad era privilegio de las clases acomodadas, de un tiempo a esta parte se ha popularizado, originando un interés general por todo cuanto ocurre en los fogones y sale de ellos. A esto se une el Carpe diem instalado en la sociedad desde que los valores religiosos se han relajado de manera considerable en el imaginario colectivo”, concluye Simón.
Bel Carrasco
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