#MAKMAMúsica
X Truenorayo Fest
Entrevista con Ada Diez, codirectora del festival
Las Naves y La Mutant
Joan Verdeguer 16-22, València
Hasta el 30 de septiembre de 2023
Diez años de incertidumbre y de sorpresas pesan a las espaldas del Truenorayo Fest, el festival de música e ilustración con perspectiva feminista referente en la ciudad de València. Pero esta inestabilidad congénita a la industria cultural no ha conseguido paralizar los proyectos de Ada Diez y Lourdes Sanz, directoras del festival y de la agrupación cultural Hits With Tits. A lo largo de esta década, Truenorayo Fest ha conseguido posicionarse como uno de los festivales alternativos más esperados de la temporada, por la calidad de sus propuestas, el gusto en la dirección artística y el impacto social de la cita.
Del 28 al 30 de septiembre, Las Naves pasarán a ser el epicentro de esta agitación cultural. El festival arranca su décima edición el jueves 28 a las 19:00 con la proyección del documental ‘Alteritats’, de Alba Cros y Nora Haddad, en colaboración con D’A – Festival de Cinema de Barcelona. El viernes y el sábado, la sala de La Mutant estará reservada para las actuaciones en directo, con artistas como La Paloma, Queralt Lahoz, Pipiolas, Axolotes Mexicanos y muchas más.
Mientras, en los jardines exteriores al edificio, podremos encontrar ambos días sesiones de DJs al aire libre y de acceso completamente gratuito, con la intervención de nicole.aiff, Chico&Chico Djs, Mujeres Bellas y Fuertes Djs, Not Enough Samples, Valverdina (DjSet) y Hanna Plum. El sábado, en una sesión matutina, disfrutaremos del Truenorayo Market para hacer algunas compras acompañadas de los selectores locales Discos Oldies y Solstice Music. Por último, siguiendo el propósito del festival de apoyar a las profesionales de la cultura, el viernes 29, a las 18:00, habrá un workshop dirigido a artistas que quieran aprender nuevas fórmulas para promocionar su música, facilitado por la plataforma Groover.
Para sacar adelante unas jornadas de tal magnitud, año tras año, hace falta ser mitad pulpo mitad gato: tener ocho brazos por persona y caer siempre de pie. Hay que ser muchas cosas. Hay que ser vidente también, porque nadie te asegura que en la próxima edición vayas a contar con los mismos apoyos. Entre eso y que las subvenciones siempre llegan tardes, la preproducción del festival es un ejercicio de especulación. Y hay que ser valiente, sobre todo con un proyecto feminista y que pionero en su momento.
Sostener un festival cultural de pequeño/mediano formato según las (nulas) políticas culturales de nuestro país, y tal y como está gestionado el ecosistema cultural, es todo un reto. En València, este año hemos echado en falta dos grandes citas: el Festival Cabanyal Íntim y La Cabina, ambos ausentes en la agenda por una insuficiencia de recursos. Otros han recibido golpes muy duros en las subvenciones, como es el caso de Russafa Escènica o el propio Truenorayo. Y esta misma semana escuchábamos al portavoz de Vox en el Ayuntamiento de València afirmar que el festival municipal de cine La Mostra de València “debería desaparecer”.
Con tantas turbulencias, una se pregunta cómo se puede dar ningún paso certero, si acaso existen otros modelos de gestión que den un poco más de aire a la cultura, que promuevan a una cultura alternativa, accesible e inclusiva. Hay más preguntas que respuestas. Pero, sobre todo, hay una fuerte voluntad de crear alianzas. Ada Diez nos cuenta su experiencia en estos diez años codirigiendo el Truenorayo Fest y nos abre las puertas al verdadero backstage: las sombras de la gestión cultural.
Diez años de festival, una década. Sinceramente, ¿os esperabais aguantar tanto tiempo cuando empezasteis?
Empezamos sin ninguna expectativa, desde la inconsciencia. Cuando empezamos, no nos planteamos si íbamos a llegar al décimo aniversario o si íbamos a pasar de la primera edición. Solo pensamos en cómo queríamos hacerlo. Queríamos cuidar del público y de las artistas, porque sin ellas no hay festival, y queríamos contar con actividades transversales que aportasen riqueza cultural. Poco a poco, te vas dando cuenta de qué funciona y qué no, y los proyectos van evolucionando.
Nuestro crecimiento ha sido muy orgánico. Una de las cosas que hemos aprendido es que para llevar a cabo un festival de estas características hace falta un manual de resistencia. Nunca hemos vivido una edición tranquila. Cada vez es como empezar de cero en la búsqueda de apoyos. Las instituciones están absolutamente desconectadas de lo que sucede en las ciudades. Que hayamos llegado a un décimo aniversario es entre un milagro y fruto de la resistencia.
Con esto de la eterna sensación de empezar de cero, ¿puede ser por una falta de información o de formalización dentro de la gestión cultural?
Dedicarse a la gestión cultural es encontrarte con sorpresas todo el tiempo y pasar niveles en llamas. Pero, realmente, la comunicación entre las personas funciona muy bien, entre los gestores culturales que intentamos hacer las cosas de otra manera. Comunicarnos entre los creadores es imprescindible, porque el acceso al conocimiento es muy complicado.
¿Cómo surge Truenorayo Fest?
No podemos conocer Truenrorayo Fest sin conocer Hits With Tits. Hits With Tits es un proyecto anterior al festival que también dirigimos Lourdes y yo. Hacíamos recopilatorios de vinilos de mujeres a nivel nacional e internacional para darle visibilidad a las mujeres que hacen música, que siempre han estado ahí, pero han sido sistemáticamente borradas de la historia. Esa música que nosotras consumimos luego no tenía espacio en los lineups más allá del 8M. Y, a raíz de ahí, nos dimos cuenta de que se podía hacer un festival juntando los nombres de nuestros recopilatorios.
Siempre nos preguntan si queda mucho por hacer y la respuesta es que sí. Parece que no hayamos avanzado. Más bien, damos pasos hacia atrás. Vivimos en una sociedad con una cultura heteropatriarcal muy arraigada y eso se refleja no solo en lo lúdico y lo festivo, sino en lo cultural.
¿Qué cambios ha ido incorporando el festival a lo largo de estos diez años?
Los cambios más significativos son a nivel de producción. Ahí vas puliendo los detalles para que el trabajo sea cada vez sea más fácil. Nos hemos dado cuenta de la importancia de estar presente y no depender de estructuras enormes de horarios. Contar con un solo escenario nos facilita mucho la presencia y también que el público pueda disfrutar de todo el festival.
El formato pequeño/mediano para nosotras es ideal. Vamos trazando maneras de que el público no venga a ver solo a los cabezas de cartel sino que conozcan a otras artistas emergentes. También intentamos facilitar los vínculos entre las artistas, que se conozcan y puedan surgir colaboraciones. Los puentes en la cultura se crean si plantas la semilla para que haya un buen ambiente.
¿Qué perspectiva de futuro tenéis con el cambio de Gobierno?
Esperamos que no suceda nada, que nos dejen hacer. Sería lo lógico. La cultura no debería estar sujeta a los cambios políticos, pero las subvenciones públicas ya se están viendo afectadas. Con el cambio de Gobierno, han dejado todo en stand by. Estos cambios de Gobierno, que lo pausan todo, lo que hacen es pausar determinados festivales que igual no vuelven. Muchos festivales no pueden estar un año pausados, ya lo vimos con la pandemia. Esa incertidumbre solo se la pueden permitir los que tienen un capital detrás.
¿Depende en exceso la cultura de la financiación pública?
Cada festival y cada momento es un mundo. Contar con una gestión de dinero público/privado es lo ideal, tenemos derecho a que el Estado invierta dinero público en cultura. El problema no es tanto de dependencia, sino la manera en que se gestionan estas ayudas. ¿Llegan a tiempo para que el festival pueda arrancar? Muchas veces empiezas sin saber con cuánto dinero vas a contar. A nosotras, este año nos cancelaron una ayuda directa que teníamos. La congelaron con el cambio de Gobierno y finalmente la han cancelado. Hay otras subvenciones que no sabemos si se han resuelto o no.
Vas jugando a la ruleta rusa, haciendo equilibrios con los presupuestos, porque puede pasar que algo no funcione como todos los años y de repente no puedas cubrir una parte del festival. Hay varios festivales en València que no han podido celebrar su edición este año. Es una cuestión de resistencia.
¿Cómo os proyectáis dentro de otros diez años?
Nos gustaría poder seguir manteniendo nuestra esencia. Tener mayor aforo, mayor implicación de apoyos privados, llegar a más gente. Aún así nos queremos mantener en el formato mediano, no todo puede ser un macrofestival. Los macrofestivales están en otra onda. Nos gustaría poder seguir haciendo cultura. Generarla de manera adecuada y en una edición tranquila. Pedimos una edición tranquila, que desde el minuto uno sepas qué va a suceder, que no tengas que hacer equilibrios constantes. Queremos evitar sustos. Nuestro futuro ideal es que cada vez tengamos menos sustos. Pero eso no ha sucedido nunca.
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