#MAKMAEscena
Festival Dansa València
‘Ágape’, de Patricia Caballero
Interpretación y música original: Beñat Achiary (voz y percusión), Raúl Cantizano (zanfoña, laúd y guitarra) y Patricia Caballero
Dirección de arte: Julia Valencia
Iluminación: Cristina Libertad e Irene Cantero
Sonido y espacio sonoro: Pedro León
Audiovisual: Eva Viera
Producción: Maria Velasco
Coproducción: Teatro Leal (Tenerife)
Teatre El Musical
Pl. del Rosari 3, Poblats Marítims, València
19 de abril de 2024
Dansa València es un tren que no espera a nadie. La programación es tan rica que apabulla. En los distintos espectáculos me voy encontrando a los profesionales del circuito, programadores y prensa, que se mueven en rebaño de un lado para otro. Les pregunto que cómo va la marcha y confiesan estar abrumados. Y no es para menos.
Cada espectáculo es un tira y afloja emocional, un arrimarse al borde del abismo del intelecto. En esta ocasión, voy bastante a ciegas al Teatre El Musical. No he querido leer demasiado de qué va la pieza ‘Ágape‘. Quiero tener la visión lo más limpia posible, concentrarme y dejar que lo que ahí suceda, me atraviese, si es que es lo suficientemente afilado, o si no que me resbale por encima.
Comenzamos con unos segundos de oscuridad. Parece obvio, pero no lo es tanto. Los segundos de oscuridad se alargan. Están pidiendo que al murmullo que se ha acallado le siga también una tranquilidad mental. La respiración debe sosegarse. Oscuridad y silencio son dos cosas incómodas, inquietantes.
Cuando empieza la luz en el escenario, vemos unas largas cuerdas mal colgadas, evitando cualquier simetría, y una alfombra de yute redonda sobre la que yace Patricia Caballero. Una de las cuerdas que se pierde en las alturas es el cordón umbilical de la performer que lo agita, lo hace vibrar hasta que consigue levantarse.
Una vez en pie, decide cortar la cuerda con una navaja, como la que se asiste en su propio parto, y los restos se convierten en un látigo con el que se flagela de una manera metafórica. Al nacer comienza la autodestrucción.
‘Ágape’ significa, según la RAE, “comida fraternal de carácter religioso entre los primeros cristianos, destinada a estrechar los lazos que los unía”. La palabra en sí proviene del griego antiguo ἀγάπη, que se refiere al amor incondicional y sacrificial.
La bailarina, coreógrafa y directora escénica Patricia Caballero se embarca de nuevo en un proyecto artístico personal después de participar en proyectos con artistas de la talla del bailaor Israel Galván, Mónica Valenciano o Niño de Elche. En esta pieza se traen a colación los cantos sacros y profanos de Ramón Andrés y sirven de inspiración su ‘El mundo en el oído’ y ‘Diccionario de música, mitología, magia y religión’.
Arrastrando una piedra pesada, irrumpe por el lado izquierdo de escenario Beñat Achiary, improvisador vocal y percusionista, músico vascofrancés que perteneció al grupo Urria. Se mantiene en silencio con sus ropajes con reminiscencias orientales hasta que comienza a columpiar a Caballero en una de las cuerdas.
Ahí empieza su despliegue vocal inclasificable, una serie de sonidos y registros bastante única, en una lengua inventada, cuyas asociaciones nos llevan al rock, a la música maorí, un didyeridú, la ópera china, kabuki, al flamenco, todo en una misma estrofa. El tercero en aparecer es Raúl Cantizano, guitarrista de vanguardia que ha colaborado con El niño de Elche, Rocío Márquez o Llorenç Barber.
Las pulsaciones de cuerdas, sumadas a algunas tonalidades del cantante, nos lleva por momentos a algún lado de oriente, como si estuviéramos viendo una pieza de teatro Nô. Y es que parece que aquí en occidente se nos ha olvidado ritualizar, por eso giramos la cara hacia el sol que nace.
Una vez formado el trío, los ingredientes están dispuestos para que se cocine una obra de tiempos dilatados, de repeticiones y autorreferencias, de momentos en los que no parece pasar nada y otros en los que si pestañeas, te lo pierdes.
La aparición de la zanfoña con su sonido sostenido y el momento en el que la piedra se convierte en un péndulo y el círculo de yute se eleva, es el perfecto colofón que apela a los sentidos desde la belleza, el movimiento y deja al intelecto entretenido en busca de paralelismos, descifrando los símbolos e intentado comprender de camino a casa qué es lo que ha sucedido en realidad.
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