‘Íntimo’, de Ahmed Amrani
Comisariada por Omar Saadoune
Escenografía y diseño: Farid Othman-Bentria
Gallery Kent
19 rue Jabha Watanya, Tánger (Marruecos)
Hasta el 20 de diciembre
Domingo 1 de noviembre de 2020
La Medina de Tetuán tiene misterio, vida, colores, olores, es un laberinto lleno de sorpresas. Así fue, así sigue siendo.
Hace unos días tuve la fortuna de pasear en compañía de Ahmed Amrani, de su galerista Aziza Kent y de la escritora Ada del Moral por aquellos callejones, por sus mercados, sus plazas. Nos dirigimos a una vieja casa del siglo XVIII, parecida a la que vio nacer a este pintor de la modernidad, que es su casa/museo y todo un recorrido por el universo de uno de los imprescindibles de la modernidad marroquí.
Ya conocía, y apreciaba, la obra de Amrani, pero verla en su estudio, que también es su hogar, me ha permitido hacer un recorrido extenso por su obra de tantas búsquedas, de tantos hallazgos. Allí se pueden ver los caminos de este niño tetuaní, hijo de un impresor, que dibuja y pinta desde que tiene memoria; que recuerda bien la impresión que le causó al adolescente –que viajó con su colegio al Madrid de los años cincuenta– su encuentro con el Museo del Prado, su primer encuentro con Goya en primer lugar.
Después vinieron más visitas, más pintores, el paso por la Escuela de Bellas Artes de san Fernando, el conocimiento de nuestros clásicos de la modernidad, de Picasso a Tapies. De allí partió todo. El chico criado en la Medina, el joven que llegó a la Escuela de Bellas Artes de Tetuán, que conoció el orientalismo de Bertuchi, de Tapiró, de Fortuny, y que decidió que su camino sería otro. Aquello ya estaba hecho.
La pintura marroquí, como la española –y recordemos que Tetuán, hasta finales de los cincuenta, era la más española del llamado Protectorado–, buscaba otros caminos, otras libertades. Merece la pena conocer los cambios y afirmaciones en la abstracción, en la modernidad y la vanguardia, de este gran artista, profesor de muchos, que ha sabido crecer con su obra de manera quizá demasiado silenciosa, pero sin renunciar al grito, la llamada, el susurro que llevan las obras que han crecido de su propia verdad. Una búsqueda que ha crecido sin concesiones, sin sometimientos de mercado. Una obra libre de un hombre libre. Su verdad, sus dudas, sus deseos y sus sueños pasados a la pintura.
Ahora nos acompaña en Tánger, en la gran exposición de la Galería Kent, una ventana abierta a lo que está pasando en el arte marroquí, desde el cosmopolitismo cultural que tan cercano es a algunos artistas. Da igual que vivan en Berlín que en la Medina de Tetuán. El arte tiene su propia geografía.
El territorio de Amrani es una invitación a disfrutar por caminos que se han sabido bifurcar, sin perderse en modas pasajeras. Viajará con su obra a Madrid, esa ciudad de tanta importancia en su experiencia vital y artística, también volverá a Tánger de la mano del Cervantes de Tánger. Es decir, el pintor de Tetuán, el chico que conoce y quiere a España, volverá por esos lugares que también son su casa. Amrani vuelve por dónde solía. Un placer.