‘McQueen’, de Ian Bonhôte y Peter Ettedgui
111′, Reino Unido | Salon Pictures, Misfits Entertainment, Creativity Capital, The Electric Shadow Company, Moving Pictures Media, 2018
Filmin
Llevaba tiempo queriendo ver el documental ‘McQueen’ (en Filmin) y conocer a fondo la influencia del diseñador en un mundo tan cambiante como hermético, como es el de la moda.
Lee Alexander McQueen (1969-2010) murió cuando yo tenía 24 años. Llevaba años comprando la revista Vogue –empapándome de una moda inalcanzable para mí– y observaba sus creaciones, tan alejadas de la realidad; un sueño en sí mismo. Fantaseaba con que, algún día, cuando fuera rica, compraría algunas de sus prendas y las expondría en el salón de mi casa, como auténticas obras de arte. Pura fantasía, claro, como todo lo que salió de su cabeza.
Es muy posible que quienes estéis leyendo estas líneas consideréis la ropa más como una herramienta para ocultar el cuerpo y evitar ser detenido por escándalo público, que un arte en sí mismo. Puede que no estéis del todo desencaminados; las grandes marcas de low cost han contribuido a esa visión. Sin embargo, la obra de Alexander McQueen os hará replantearos el concepto moda más allá de su simple funcionalidad.
En un principio, y visto desde fuera, la historia que se nos presenta no es nueva: el menor de seis hermanos que crece en un barrio humilde del este de Londres y que, tras alcanzar el éxito, se sume en un bucle de drogas y depresión. Puede parecer una película más de los 90, pero a estas alturas de la vida sabemos que las apariencias engañan.
El documental dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, y con banda sonora de Michael Nyman, está compuesto de cinco partes e incluye grabaciones de vídeo del propio diseñador, entrevistas a amigos, familiares y profesionales del mundo de la moda; todo lo necesario para comprender los entresijos de una mente que nunca sintió formar parte del mundo que le rodeaba.
Marcado por los abusos de su cuñado, McQueen rebuscaba en su propia basura emocional, creando unos diseños que colocaba sobre las modelos como verdaderas obras de arte. Su ropa era su medio de expresión: “Iba hasta el fondo de mi lado más oscuro, sacaba del interior de mi alma esas cosas horribles y las ponía sobre la pasarela». Esa era precisamente la particularidad de Alexander McQueen: mostrar sin prejuicios una faceta de la vida que apenas se había visto en la industria de la moda.
La escenografía de sus desfiles tenía un papel tan importante como la propia vestimenta. La puesta en escena complementaba el mensaje del diseñador. No presentó desfiles sencillos porque su ropa no lo era, porque las emociones que llevaban impresas en ella estaban lejos de serlo. Incluyó robots, introdujo performances, ofreció al público el holograma de una Kate Moss que, en aquel momento, todo el mundo daba por acabada.
En la puesta en escena, Alexander McQueen logró combinar con maestría belleza y violencia, reescribir el significado de moda e incomodar a los profesionales de un sector demasiado de color de rosa. Alexander McQueen vendió sus propios demonios y el mundo, finalmente, cedió ante ellos.
‘McQueen’ no solo es un documental sobre una de las industrias más poderosas del planeta, es la biografía de la figura que hizo tambalear los cimientos de un mundo anclado en su propia zona de confort. El diseñador impuso su propio concepto. Introdujo el dolor, la locura y la oscuridad en un sector que apostaba por una visión edulcorada de la realidad. Sus creaciones eran y siguen siendo auténticas obras de artesanía, moda que transmite emociones escondidas, esculturas para llevar sobre el cuerpo; no es ropa para ir a comprar el pan, sino para mirar en la oscuridad del alma.
Alexander Mcqueen no fue solo el hombre que diseñaba, fue una marca en sí mismo. En un mundo efímero, McQueen inventó la eternidad.
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