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Escultura homenaje a Rafael Guastavino
Alfredo Llorens
Plaza de la Reina, València
Lunes 18 de julio de 2022
“No se puede entender la arquitectura de los Estados Unidos si no se estudia previamente a Guastavino”, manifestó el arquitecto Norman Foster. Los 360 edificios que construyó en Nueva York -adonde llegó con 40 años escapando de Barcelona por un lío de faldas y sin saber inglés-, tienen la peculiaridad de sus bóvedas tabicadas de ladrillo plano de larga tradición en el mediterráneo español. Así logró la fama y la conquista -en muchos otros casos truncada- del sueño americano.
Pero Rafael Guastavino (València 1842 – Asheville, EEUU 1908), al que el diario The New York Times puso el sobrenombre de ‘el arquitecto de Nueva York’, apenas es conocido en su tierra natal. “Teníamos esa deuda y la hemos reparado”, subrayó Giuseppe Grezzi, concejal de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de València. “Durante el proceso de reforma de la Plaza de la Reina vimos la oportunidad y le propusimos a Alfredo Llorens la realización de una escultura que sirviera de homenaje a tamaña figura, desconocida entre los valencianos”, resaltó Glòria Tello, concejala de Patrimonio y Recursos Culturales.
La escultura se halla próxima al punto exacto de la plaza donde vivió Guastavino, aspecto este que tuvo muy en cuenta Llorens -escultor y profesor asociado de la Universitat Politècnica de València (UPV)- a la hora de establecer su enclave. Como tuvo igualmente en cuenta el rasgo que mejor ha definido su obra -objeto de leyenda en la ciudad de los rascacielos-: “La esencia es la bóveda como línea de proyección de una curva”, explica el autor de la pieza escultórica que, desde ya, forma parte intrínseca de la reforma de la Plaza de la Reina que viene a coincidir, a su vez, con el 180 aniversario del nacimiento de Guastavino.
“Ha sido una feliz coincidencia”, reconoció Tello, quien andaba detrás de este sentido homenaje desde que la arquitecta Virginia Lorente le llamara la atención en 2016 acerca de la figura de Gustavino a través de un cómic. Después descubrió la obra de Alfredo Llorens -durante la inauguración del busto de Nicolau Primitiu en Massarrojos- y decidió proponerle la realización de esta pieza de 240 kilos, en bronce, sobre una peana de mármol travertino, pátina azul y la simbólica barra de acero inoxidable trazando una curva en el aire, todo ello con un coste de 25.000 euros.
Rafael Guastavino podría decirse que regresa así a su tierra de forma simbólica, asentándose en la Plaza de la Reina junto a su casa natal, con el rostro mirando hacia Santa Catalina. “El perfil aporta más información para el movimiento que la vista de cara”, precisa Llorens, para quien la perspectiva de la estatua desde el establecimiento ‘Pico Fino’ es la mejor. “No se trata de decorar la plaza, sino de proponer algo orgánico”, apostilla.
El artista y profesor de la UPV destaca los elementos que, en su escultura, vienen a subrayar la figura de tan sorprendente arquitecto: su abrigo (“el triunfador en Nueva York yo lo asocio siempre con el abrigo de piel”), su bombín (“mejor que el sombrero de copa y como si fuera un ilusionista”) y su varita mágica (“el artista dando un trazo”). Elementos que convierten a Guastavino en una suerte de arquitecto prestidigitador.
El escritor Javier Moro, en su novela ‘A prueba de fuego’, se hace cargo de su figura en tanto leyenda todavía viva en Estados Unidos, donde existen incluso grupos guastavinistas reivindicando su legado. “Un lector me ha mandado una foto con la placa que han puesto en la finca a la que él se retiró en Carolina del Norte donde dice pasa a ser bien cultural”, señala en una entrevista en Noticias de Álava, y eso que “era desconocido hasta en la ciudad en la que nació, Valencia. En España no lo conoce ni dios”, apostilla el novelista.
La estatua de Alfredo Llorens, a instancias del Ayuntamiento de València, viene a impulsar su memoria en aras de ir disminuyendo el desconocimiento de tamaño arquitecto. “No quería imitar las esculturas del siglo XIX, sobre todo cuando utilizas el bronce. Nos movemos con tópicos. Pienso que no hace falta la abstracción para ser moderno”, resalta el autor de la obra, que pretende llegar “a la figuración sin ser anti contemporáneo”.
La placa que acompaña la escultura recuerda a Rafael Guastavino Moreno “por su fundamental contribución a la arquitectura americana de los siglos XIX y XX, y por la difusión de la bóveda tabicada por el mundo”. Bóveda que Llorens subraya de forma poética a modo de línea curva que bien pudiera ser, igualmente, la batuta de quien le puso música alegre a la arquitectura norteamericana, por aquello de construir a prueba de fuego edificios que, hasta entonces, era fácil pasto de las llamas.
“Ese tiralíneas enorme es una licencia poética que vincula lo abstracto y lo figurativo de la escultura”, apunta Llorens, quien se reconoce un comunicador a través de su obra “y aquí, en esta plaza, va a tener una gran repercusión”. Una “luz difusa”, para que no provoque una “sombra marcada”, alcanzará a la obra desde un foco ubicado en el jardín adyacente. De esta manera, Guastavino irá saliendo de la oscuridad en la que, hasta la fecha, se mantenía fuera de los Estados Unidos. Además, junto a su casa, en la reformada Plaza de la Reina.
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