#MAKMAArte
‘Alfredo Ruiz: caminos hacia la modernidad en las fallas’
Comisariado: Ricardo Ruiz y Daniel Escobedo
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 2 de marzo al 23 de abril de 2023
Hay una vida normal, cotidiana, presidida por la ley y el orden, y otra festiva en la que reina la transgresión, el desorden y el derroche. Sin embargo, cuando la fiesta -al menos en los países del orbe occidental liberal- no se circunscribe ya a una época del calendario, sino que se extiende a lo largo de todo el año, acaba perdiendo su carácter transgresor de tanto habernos acostumbrado a la diversión como simple molicie.
En ‘Mi último suspiro’, Luis Buñuel recuerda lo que le dijo, allá por 1955, André Breton, padre del surrealismo, la última vez que se encontraron: “Es triste tener que reconocerlo, mi querido Luis, pero el escándalo ya no existe”. La rebeldía y bohemia vivida por quienes formaron parte de la vanguardia artística, provocando a la burguesía bien pensante, se mostraba ya de capa caída.
Trasladado al contexto de las Fallas, podría decirse que, junto al carácter festivo para celebrar el fin del crudo invierno y la próxima llegada de la primavera, la sátira mordaz que la acompaña vendría a representar la transgresión del orden que durante unos días se pone en solfa. Sin embargo, también en este caso, diríase que la fiesta haya ido perdiendo la fuerza primigenia, al quedar desactivada por una juerga acrítica que se contenta con derrochar su energía hasta caer en los brazos de Morfeo.
Por eso resulta sorprendente que, en ese contexto, haya quien persista en su actitud de devolverle a la fiesta el carácter transgresor perdido. Para ello, siguiendo a uno de sus autores preferidos, el filósofo Friedrich Nietzsche, podría decirse de él, que su madurez como artista proviene de “haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño”. Es así como Alfredo Ruiz Ferrer lleva, desde que plantara su primera falla infantil en 1968, transgrediendo el amable paisaje fallero para construir una obra que ha venido desafiando el orden plástico sutilmente establecido.
“Hace crítica yendo a la raíz de los asuntos a través de la forma, rompiendo con el lenguaje”, apuntó Nuria Enguita, directora del IVAM, que acoge una retrospectiva de sus trabajos mediante la exposición ‘Alfredo Ruiz: caminos hacia la modernidad en las fallas’, comisariada por Ricardo Ruiz y Daniel Escobedo. Raíz que se vincula metafóricamente con el ‘Bosque geométrico’ -que presenta junto a una serie de dibujos, maquetas, libretos y piezas-, del cual extrae las ideas que luego da forma estilizada para quebrar el lenguaje más uniformado del universo fallero.
“Es un pionero de las fallas experimentales”, resaltó Enguita, que definió su trabajo como “muy orgánico”. Su obra “trasciende el habitual juego de espejos”, afirmó Ruiz, mientras que Escobedo puso el acento en el uso “peyorativo” del término “artista fallero”, cuya “barrera” viene a romper esta exposición de Alfredo Ruiz. Su “viaje hacia la austeridad”, tras un proceso de “depuración formal”, le ha llevado a la realización de unas fallas “cercanas al minimalismo y la abstracción”, subrayan los comisarios.
Su ‘Bosque geométrico’, ejemplo de esa estilización y minimalismo, guarda en su interior cierta música colorista que, de nuevo, entronca, por diferentes razones, con otra sentencia nietzscheana: “Lo mismo que el árbol, cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo, hacia el mal”.
Alfredo Ruiz, lejos de dejarse llevar por esa profundidad oscura del genio alemán, prefiere elevarse hacia la luz y el color de la pieza que preside la exposición del IVAM, para transgredir incluso el sentido de su sentencia, de manera que la fiesta prevalezca como espacio donde la ley y el orden -que los árboles justifican- se quiebra mediante la estética rompedora de su obra.
“Este bosque es mi cabeza. Todos tenemos un bosque en la cabeza”, aseguró el artista, para quien la creación “nos libera de todo, pero haciéndonos preguntas”. De ahí que figuren entre sus trabajos piezas como ‘Homo sapiens, sapiens’ o ‘Sísifo’, ejemplo mitológico igualmente subvertido para plantear que, frente a lo absurdo de quien se ve obligado a empujar una piedra cuesta arriba en una montaña para, una vez en la cima, rodar hacia abajo y tener que volver a empezar, en su caso el proceso creativo adquiere todo su sentido en esa constancia y perseverancia por encontrar nuevas formas expresivas que vengan a transgredir el orden plástico fallero.
“Hay que saltar barreras siempre, de ahí que me lanzara por la estética”, señaló, sin duda subrayando con ello el lugar hacia donde apunta su acto transgresor, que no es otro que el de la forma cuando ésta aparece adormecida por los buenos usos y costumbres.
De nuevo, la fiesta -en muchos casos adocenada por las formas sometidas al imperio del espectáculo mediático- se presenta en el trabajo de Alfredo Ruiz como un espacio de búsqueda, donde el propio artista, cual Sísifo, insiste en levantar las fallas cada vez que éstas se precipitan cuesta abajo. El IVAM le abre sus puertas, porque, como dijo Enguita, “este es un museo que tiene que buscar esa conexión con la calle”. Una calle por la que no siempre corren por sus arterias esa creatividad festiva transgresora.
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