Alguna parte de España
Cuando uno recorre una larga distancia por autovía puede llegar a notar que está circulando por un “no lugar”, ese concepto de Marc Augé referido a un espacio de tráfico que no contribuye prácticamente en nada a generar identidad de ningún tipo, porque el asfalto absorbe al individuo y lo arrastra hacia el anonimato. Según Otto F. Bollnow el espacio de la carretera es un “espacio excéntrico” que carece de puntos centrales y atrae al hombre a la lejanía infinita en su condición de peregrino en tránsito. “El asfalto no tiene historia, ni siquiera la de los accidentes que lo han marcado. Los coches pasan por él sin dejar memoria, rompiendo el paisaje como un cuchillo, en la indiferencia total por el lugar o por su historia” afirma tajante Le Breton, algo distante de la opinión de Alain Roger, que considera la autopista como un paisaje en sí misma; o de la de Antonio Bonet Correa, para quien las carreteras “son como una alfombra sin fin, un pasillo al expedito y al aire libre… El sueño de la realidad y el viaje feliz”.
He cruzado en coche en más de una ocasión la península, del Mar Mediterráneo al Oceáno Atlántico, con la sensación de haber ido de un lugar a otro, pero no con la sensación de haber atravesado España. Cualquier lugar interesante se encuentra al margen de la autovía, tal y como indica la señalética de tipo marrón con sus tres únicos pictogramas que sintetizan de la mejor manera que pueden todo aquel conjunto monumental, entorno natural o destino de sol y playa que podamos encontrar próximo a la carretera. Esto lleva siendo así desde 1998, año en que el Gobierno de España decidió estandarizar el modo de indicar los lugares de interés turístico próximos al recorrido, implantando para ello el denominado Sistema de Señalización Turística Homologada (SISTHO). El gran reto de este sistema visual era el de condensar la diversidad y complejidad de España en tan sólo tres imágenes. Sabemos de la enorme capacidad lingüística de las postales y los souvenirs que reúnen en un símbolo las particularidades de una ciudad o un país entero; pero en el caso del SISTHO se trataba justamente de lo contario: conseguir diseñar tres pictogramas lo suficientemente neutrales para poder representar a todas las Ciudades Patrimonio de la Humanidad, Bienes catalogados como Patrimonio Mundial, enclaves de interés cultural, como catedrales, castillos, cascos históricos u otros monumentos; Reservas de la Biosfera, Parques Naturales y otros destinos naturales de interés, además de la oferta de sol y playa de España. Nada debía destacar sobre nada; y desde luego que la tarea no parecía nada sencilla. Dieciséis años después, a finales de 2014, se publica un nuevo manual SISTHO que admite la posibilidad de emplear otros pictogramas diferentes a los genéricos para describir las particularidades de cada parte de España aunque, eso sí, limitando a 22 el número de colores permitidos. En la pintura Algunha parte de España (2015) se adjudica al texto la paleta de colores que figura en el manual publicado en 2014, letra por letra y en el mismo orden, sobre el fondo blanco del cuadro. De este modo, la frase sobre lienzo pretende ser un rótulo pictórico que resume, de modo irónico y polícromo, la multiplicidad de España y su pobre visión desde la carretera.
El narrador y poeta norteamericano William Faulkner defendía que un paisaje sólo se puede conquistar con las suelas del zapato, nunca con las ruedas del automóvil. En la construcción de carreteras, como en el jardín, el hombre demuestra ser el dominador de la Naturaleza. Si primero ha sido el constructor de la casa, ahora lo es de la ruta, al contrario de los animales quienes no construyen sus sendas de acuerdo a un método ni haciendo uso de la técnica. Las redes de carreteras se constituyen como tejidos independientes que someten al paisaje a unos puntos de vista determinados. En una carretera sólo existe la dirección hacia adelante, puesto que si avanzamos hacia atrás se entiende que volvemos, y esto anularía el sentido del camino; la carretera empuja hacia una meta porque el individuo tiene prisa. Miguel Aguiló se pregunta si el disfrute producido con la velocidad tiene algo que ver con el recorrido, ya que quienes disfrutan yendo deprisa parecen desentenderse del entorno. Afirma que tanto la velocidad como el diseño del trazado de las carreteras pueden contribuir a un eventual empobrecimiento del disfrute del paisaje, y colaborar en gran manera al aburrimiento. El ingeniero y también pintor Ángel del Campo realizó una investigación sobre los principios geométricos que regulan la visión desde el coche, para mejorar así el diseño de las carreteras que en la década de 1960 estaban siendo adecuadas a los nuevos tipos de vehículos. Denominó a su teoría “Campo de Visión Descansada”, definido como una superficie rectangular cuyas dimensiones guardan la proporción aúrea y cuya aplicación facilitaría un mayor disfrute de los paisajes recorridos.
En un texto titulado El Camino (No Camino) incluido en el catálogo de la exposición There is No Road (The Road is made by Walking) realizada en 2009 en LABoral de Gijón, Sean Cubitt reduce la definición de camino al acto de caminar, ya que no hay más camino que el que se hace al andar, y cuando atravesamos el paisaje en un coche, ese coche es punto de partida y de destino de sí mismo. “Un coche no es un camino, ni siquiera va por un camino. Está atrapado en su propia y eterna repetición”, sentencia Cubitt. El coche va ligado a la carretera, y sólo imita pálidamente al andar que hace camino. John Brinckerhoff Jackson escoge otros derroteros, que ya se pueden intuir en el título de su libro Las carreteras forman parte del paisaje. Se trata de un breve ensayo donde se emplea el término “odología” (siendo hodos, en griego, camino o viaje) referido a la ciencia del camino para repasar históricamente el significado de carreteras y senderos. La carretera fue la que primero nos reunió en un grupo o en una sociedad, a la vez que ha sido desatendida durante mucho tiempo por historiadores y teóricos del paisaje al ser un espacio feo o anodino. Esto cambió con la odología, que forma parte de la geografía, y se basa en el estudio de los recorridos – sean calles, carreteras, autopistas o senderos – pero también de la reacción ante el movimiento a lo largo de un camino señalado. En este sentido, no hay que olvidar esas formas de andar que pueden ser analizadas desde un punto de vista estético, tales como desfiles o procesiones. Desde el punto de vista europeo, en el siglo XVII se produjo un cambio sustancial en la significación de las carreteras, muchas veces originadas tras el ensanchamiento de caminos primitivos para posibilitar la circulación de carros y carruajes. En este contexto, los que se desplazaban a pie pasaron a ser considerados personas de clase baja, asociando lo “pedestre” con sinónimos de tipo negativo tales como llano, vulgar, bajo o inculto, que todavía hoy siguen vigentes en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
Reedición del artículo publicado originalmente en
Interartive, a platform for contemporany art and thought
Foto de portada: Nacho López Ortiz
“Algunha parte de España” [Alguna parte de España] (Pintura acrílica sobre lenzo 89 x 116 cm)
en el Noveno Premio Auditorio de Galicia para Novos Artistas.
Santiago de Compostela.
Hasta el 22 de septiembre de 2016
Bibliografía
AGUILÓ, Miguel (2007). «El paisaje trivial de la velocidad». En: LÓPEZ SILVESTRE, Federico (Ed.) (2007). Paseantes, viaxeiros, paisaxes. Santiago de Compostela: Centro Galego de Arte Contemporánea, pp. 242-249.
BOLLNOW, Otto Friedrich (1969). Hombre y espacio. Barcelona: Editorial Labor.
BONET CORREA, Antonio (1994). «Naturaleza, ingeniería y vías de comunicación». En: VVAA. Ingeniería y Naturaleza. Una carretera en Asturias. Madrid: Editorial El Viso y Ferrovial, p. 20.
BRINCKERHOFF JACKSON, John (2011). Las carreteras forman parte del paisaje. Barcelona: Gustavo Gili.
CAMPO Y FRANCÉS, Ángel del (1963). Recomendaciones relativas a la estética de la carretera y su ambientación en el paisaje. Madrid: Ministerio de Obras Públicas.
LE BRETON, David (2011). Elogio del caminar. Madrid: Siruela.
ROGER, Alain (2007). Breve tratado del paisaje. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.
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